La llamarada X9.3. El astro rey nos la lanzó la pasada semana. Es el máximo nivel en la escala que mide la potencia de estos fenómenos, las llamaradas solares o tormentas que, por acumulación de energía magnética, evantan enormes columnas de plasma de la superficie, y producen un aumento del viento solar, un flujo atómico procedente de la corona solar. Las tormentas solares, o geomagnéticas, pueden causar desestabilización en los sistemas radioeléctricos del planeta, entre otras cosas.
Esta llamarada fue la mayor detectada por nuestra tecnología satelital en catorce años (la anterior llamarada de magnitud superior, una X10, tuvo lugar el 29 de octubre de 2003, según ha informado la Asociación Española de Protección Civil para el Clima Espacial, AEPCCE).
Y la bomba solar ha tenido consecuencias, aunque desde la propia AEPCCE se ha recordado que la posición geográfica de España al sur de Europa garantiza, en general, su protección ante este tipo de fenómenos. En la historia de los grandes fenómenos solares, solo han llegado a alcanzarnos los que han estado vinculados a llamaradas solares de entidad muy superior a la X9.3 verificada hoy, como la en 1859.

Fallos en las comunicaciones

Entre las consecuencias que se han podido apreciar en los días posteriores a este fenómeno, figuran fallos en las comunicaciones, alteraciones de voltaje o la desorientación de algunos animales. Según el Centro de Predicción de Meteorología Espacial (SWPC, por sus siglas en inglés), las erupciones perturbaron las comunicaciones de radio de alta frecuencia durante una hora, en el lado de la Tierra situado frente al Sol, así como las comunicaciones de baja frecuencia utilizadas en la navegación.
Además, se estudia si han podido alterar el funcionamiento de los satélites de comunicación y el GPS, así como las redes de distribución eléctrica al alcanzar la atmósfera superior de la Tierra.

Desorientación de las naves

El fenómeno también podría haber afectado a las naves que viajan por el espacio, ya que podrían presentar más resistencia al entrar en la órbita de la Tierra, y tener problemas de orientación o un aumento de carga. En diciembre de 2008 se inició el ciclo actual del Sol, que tiene una duración media de once años. Desde entonces, la intensidad de la actividad solar ha disminuido bruscamente, encaminándose hacia lo que se conoce como el  “mínimo solar", respecto a la cantidad de manchas solares.