El televisivo, a la par que polémico, abogado Emilio Rodríguez Menéndez ha fallecido a los 75 años, coincidiendo con el día de su cumpleaños, en el Hospital Central de la Cruz Roja, San José y Santa Adela, en Madrid. Tras semanas ingresado, fue trasladado al mnecionado centro hospitalario después de que en La Paz no pudieran hacer nada por salvar su vida. Menéndez sufría una larga enfermedad desde hacía tiempo.

Tras años y años de polémicas, en 2006, fue condenado por fraude fiscal por el Tribunal Supremo, que elevó a diez años la pena por defraudar 1,8 millones de euros entre los ejercicios de 1990 a 1993, imponiéndole además una multa de 3,6 millones de euros. Dos años después, Rodríguez Menéndez aprovechó un permiso penitenciario para fugarse, lo que derivó en una investigación interna en el Consejo General del Poder Judicial.

Estos no solo fueron los únicos problemas con la Justicia, ya que hace tan solo dos años fue condenado a cuatro años por la Audiencia Provincial de Madrid por estafar a inversores en un negocio ficticio relacionado con la compraventa de petróleo.

Una vida bañada en la polémica

Rodríguez Menéndez saltó a la fama en los años ochenta como abogado de algunos de los personajes más mediáticos de aquel momento. Fue el defensor de El Dioni, el vigilante que robó un furgón blindado cargado de millones y acabó convertido en estrella televisiva. También representó a Antonio David Flores en su mediático divorcio de Rocío Carrasco, un caso que marcó el inicio de una guerra de platós y portadas que todavía resuena. A lo largo de su carrera también se cruzó con otros nombres de la crónica negra y rosa, y supo moverse con soltura entre los juzgados y los focos.

Pero Rodríguez Menéndez no se conformó con ser un abogado mediático: quiso ser parte del propio espectáculo. Fundó y dirigió varios medios, entre ellos la revista Dígame, que durante los años 2000 se convirtió en un referente -o un escándalo, según a quién se preguntase- del sensacionalismo más extremo. En sus páginas se publicaban titulares explosivos sobre famosos, políticos y periodistas, a menudo con acusaciones sin pruebas. Aquella publicación le granjeó múltiples demandas y condenas por injurias y calumnias, pero también le mantuvo en el candelero mediático. En su historial destaca incluso la publicación de una supuesta entrevista con Antonio Anglés, el fugitivo del caso Alcàsser, que más tarde se demostró falsa.

Su vida personal fue tan agitada como sus portadas. En 1999 sobrevivió a un tiroteo a las puertas de su casa de Las Rozas, un suceso en el que se llegó a implicar a su entonces esposa. Poco después, comenzaron sus problemas con la justicia: condenas por fraude fiscal, estafa, blanqueo y un sinfín de pleitos que acabaron con su inhabilitación profesional. En varias ocasiones se fugó de España para eludir la cárcel, residiendo en Argentina durante años y regresando a nuestro país tras distintas órdenes de extradición. En 2008 volvió a huir aprovechando un permiso penitenciario, en un episodio que reforzó su imagen de fugitivo televisivo.

En sus últimos años, alejado de los platós pero todavía recordado por sus excesos, Rodríguez Menéndez siguió defendiendo causas polémicas y proclamando su inocencia frente a lo que él consideraba una persecución política y mediática. Su muerte cierra un capítulo peculiar del periodismo y la abogacía española: el de un hombre que supo convertir su vida en un espectáculo continuo, un personaje que transitó sin pudor entre el derecho y la farándula, entre el juzgado y el programa del corazón.

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