La televisión, el teléfono móvil o la mismísima red de redes forman parte hoy de nuestra vida cotidiana. La primera, conocida después como caja tonta, fue todo un acontecimiento. Qué decir de los móviles, cuya implantación es masiva y supera en número a los terminales fijos. Y de Internet poco más hay que añadir, salvo que su influencia en el día a día es cada vez mayor. Sin embargo, existe un aparato que no falta en ninguna casa. Precisamente, por su popularización, se considera que forma parte del mobiliario hogareño pero su presencia supuso todo en cambio en las cocinas de este y otros países.

El (horno) microondas es un habitual en nuestras casas. El café de la mañana, la infusión, la comida… todo o casi todo puede pasar por el artilugio en cuestión para calentarlo a la temperatura deseada, porque ese es el uso común, aunque con él, y gracias a los avances tecnológicos, se pueden hacer muchas más cosas.

La casualidad de la tecnología
El microondas tiene casi siete décadas. Todo comenzó un día de 1946, cuando el ingeniero Percy Spencer, realizando labores de investigación relacionadas con el radar, al probar un magnetrón comprobó que una chocolatina que tenía en el bolsillo se había derretido. Su sorpresa fue mayúscula y decidió situar cerca del lugar donde llevaba a cabo esos experimentos unas palomitas de maíz y un huevo. De nuevo las microondas hicieron su trabajo y la lógica científica lo atribuyó a la energía de baja intensidad derivada de ellas.

Un año después se patentó el invento y al poco comenzó a comercializarse. Sin embargo, los aparatos eran demasiado grandes y caros, por lo que solo llegaron a algunos restaurantes.

El nuevo artilugio no llegaría a los hogares hasta años después, no obstante, algunos sectores empezaron a pensar en las enormes posibilidades que ofrecía para, por ejemplo, secar determinados productos sin afectar a su composición.

Más pequeños y baratos
En la década de los 70 se inició la venta del microondas como electrodoméstico casero. Primero, a mediados, en Japón, donde comenzó a ser utilizado de forma notable en los hogares. En otros lugares, como EEUU y Europa, no se popularizaría hasta los años 80, cuando su comercialización masiva, su adaptación en tamaño a las casas y su precio más económico contribuyeron a ello.

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Uno de los factores que reticencias ha provocado entre los consumidores es el de su presunta peligrosidad. La Organización Mundial de la Salud, para evitar malentendidos, defiende su uso. Solamente se llama la atención a la hora de su reparación, momento en que hay que guardar una serie de medidas de seguridad.

Cosas que nunca han ocurrido
En esto de los avances tecnológicos, si no surgen leyendas y mitos, parece que no se cumplen todos los parámetros para considerarlo como tal. En el caso del microondas, esas historias se han multiplicado por mucho, sobre todo, en las dos o tres últimas décadas.

El más extendido tiene que ver, precisamente, con los problemas para salud que derivan de su uso. En concreto, se llegó a decir que cuando el producto cumple el ciclo de calentamiento, es decir, el horno ha terminado, debemos esperar un tiempo para evitar las “radiaciones electromagnéticas”, nocivas para el organismo a todas luces. Evidentemente, los experimentos realizados han demostrado que no se produce nada de esto, y que cuando el alimento en cuestión ha concluido su proceso de calentamiento en el microondas, se puede abrir sin riesgo la puerta del mismo.

El gato mojado
Sin duda, una de las leyendas urbanas más extendidas se refiere a la mujer que tenía un gato que se había mojado y que decidió meterlo en el microondas para secarlo. Evidentemente, según la historia, el minino no lo soportó y falleció ipso facto. La ampliación de esta historia hablaba incluso de que la dueña del animal decidió demandar a la marca del horno porque ‘no advertía de esa posibilidad’. La mitología callejera concluía que la señora había ganado el juicio y logrado una suculenta indemnización.

Nada más lejos de la realidad puesto que, quizás animado por la leyenda, un joven americano menor de edad decidió meter de verdad un gatito en el microondas. El resultado es que el felino tuvo que ser sacrificado como consecuencia de las heridas sufridas. El autor de la animalada, lejos de recibir una suma de dinero por parte de la marca, fue condenado a labores sociales en su comunidad.

Al margen de leyendas, el horno microondas ha supuesto todo un avance para la sociedad moderna, tan ávida de tiempo por las prisas que marcan las vidas de las personas. Ha pasado a formar parte de esos artilugios que proporcionan cierta comodidad. De una investigación relacionada con el radar y una chocolatina derretida, surgió un invento que hoy vemos con absoluta normalidad pero que ha servido para modificar muchos de nuestros hábitos alimentarios, para bien y para mal.