Quienes (como yo) peinamos canas hace años, recordamos bien aquellos tiempos en los que te llamaban al portero automático y te preguntaban: "¿Bajas al parque?" Tardes y fines de semana casi enteros jugando al fútbol, a “polis y cacos” o a lo que fuera.

Hoy en día, la situación ha cambiado: los jóvenes entre 10 y 16 años de las principales áreas urbanas de nuestro país pasan mucho más tiempo frente a una pantalla, que en los parques. Y eso tiene consecuencias que no son positivas, precisamente.

Los jóvenes entre 10 y 16 años de las áreas urbanas pasan mucho más tiempo frente a una pantalla, que en los parques

Hemos hablado con Marco Garrido Cumbrera, quien, en colaboración con sus compañeros del departamento de Geografía Física y Análisis Geográfico Regional de la Universidad de Sevilla, Alicia González Marín y José Correa Fernández, ha publicado una investigación en el Observatorio Social de la Fundación “la Caixa” bajo el título Desigualdades entre los adolescentes en el acceso y exposición a los espacios verdes urbanos de España.

Ahora los niños tienen de todo, pero realmente pasan la mayoría de su tiempo encerrados

Exceso de extraescolares

Garrido pone el énfasis en una realidad que todos conocemos: “Ahora los niños tienen de todo, pero realmente pasan la mayoría de su tiempo encerrados, metidos en aulas en el cole, en extraescolares o en las cuatro paredes de su casa, en la habitación, haciendo o muchas veces fingiendo que hacen deberes”.

Esta sobrecarga de actividades se une a otros factores, como el exceso de exposición a pantallas [tanto por las redes sociales, como por las plataformas de contenidos] y la sobreprotección de los padres que no les dejan salir a jugar.

En una burbuja

El resultado es que estos jóvenes viven en una especie de burbuja supuestamente protectora: “Rara vez el niño va a pie o va en bicicleta a alguna actividad, va frecuentemente en el coche. Y al final le cerramos una agenda que no le permite socializar y lo más importante para nosotros que le reduce o elimina el contacto con la naturaleza en su entorno, algo que nos parece fundamental en su crecimiento personal, en su desarrollo cognitivo e incluso en su autoestima”.

El resultado es que, como muestran las conclusiones de su investigación, aunque la mayoría (71,6%) de los adolescentes que participaron en el estudio vivían a menos de 6 minutos de un espacio verde, solo una pequeña parte de ellos (11,6%) los visitaba a diario.

En este estudio, la falta de visitas a los parques urbanos se relaciona directamente con la autoestima. Según explica Garrido, “los adolescentes con una alta autoestima visitan con mayor frecuencia los espacios verdes. Casi un 31% de ellos los visita más de tres veces por semana. En cambio, entre aquellos que presentan una baja autoestima, este porcentaje se reduce al 23%”.

Diferencias

El estudio también concluye que existen diferencias en función de la situación de cada familia: “El 9,6% de los adolescentes con un nivel socioeconómico bajo nunca visitaba los espacios verdes, en comparación con el 2,8% de aquellos con un nivel socioeconómico alto”.

Algo que está directamente relacionado con el propio entorno: “Más de la mitad de los adolescentes vive en barrios con problemas entre los que destacan la suciedad, el tráfico, la delincuencia, la poca iluminación... y dichos problemas se relacionan con las visitas a estos espacios. Así, encontramos que cuanto mayor era el número de problemas en el barrio, los adolescentes acudían menos a los parques y jardines”.

Distintos motivos

Garrido también profundiza en los motivos para no visitar los parques urbanos: “Como principal motivo para que los adolescentes no visiten los espacios verdes urbanos, vimos cómo el 66% no los frecuentaba porque realizaba deberes; mientras que el 59% no lo hacía porque practicaba deporte. Para nosotros, practicar deporte no es negativo, es una actividad complementaria que puede ser tan beneficioso jugar al fútbol o una clase de voleibol como ir a un parque, actividades que, por lo general, sobre todo en España, suelen realizarse al aire libre, en espacios abiertos y, por tanto, también son positivas por los beneficios que aportan a la salud física, en los estímulos y en la concentración de los adolescentes”.

La cosa cambia cuando el motivo es diferente: “El uso excesivo de pantallas (54%) por parte de los adolescentes sí nos parece preocupante, ya que puede generar dependencia y una variedad de problemas físicos, psicológicos y sociales. Pasar mucho tiempo frente a la pantalla fomenta el sedentarismo aumentando el riesgo de obesidad y causa fatiga ocular que puede derivar en miopía. Además, dificulta la concentración y falta de atención en otras actividades lo que puede generar problemas sociales como el aislamiento al reemplazar las relaciones personales reales por actividades virtuales”.

El investigador también subraya cómo “las empresas tecnológicas han avanzado mucho en el desarrollo de aplicaciones y plataformas cada vez más intuitivas, atractivas y accesibles. Estas aplicaciones son compatibles en diferentes dispositivos lo que facilita un uso prolongado y compulsivo. Al final, generan dependencia e impiden, y eso es lo más importante, que el niño tenga tiempo para salir a la calle, socializar, hacer deporte o simplemente pasar tiempo en un parque rodeado de naturaleza”.

Soluciones

Garrido explica que las soluciones a esta situación pasan por implementar “programas para crear conciencia entre los padres y tutores y también entre los directivos y maestros de los centros educativos sobre los beneficios del contacto con la naturaleza, ya que la educación debe trasmitirse desde los colegios, los institutos, pero también desde las universidades”.

Algo que debería ser relativamente sencillo: “Siempre hay un parque cerca y viene bien de vez en cuando salir a realizar actividades como la actividad física al aire libre. Es decir, si vas a tener a los niños corriendo, ¿qué más te da desplazarte y llevártelos al parque de al lado? No digo que lo hagas todos los días por cuestiones logísticas, pero sí de vez en cuando. Y es algo, que los maestros no suelen realizar”.

Y pone el ejemplo de países como Australia, Canadá, Estados Unidos o Japón, en los que los profesionales sanitarios “igual que te pueden prescribir un medicamento o derivar al especialista, prescriben de manera formal visitas regulares a espacios naturales como parte de un tratamiento para prevenir enfermedades crónicas”.

Garrido termina nuestra conversación con un aviso: “Los espacios verdes de las ciudades no solo ofrecen un espacio para el ocio, sino que también son clave para la salud mental, la socialización y el desarrollo personal. Por eso, creemos que, desde los colegios, institutos, las familias e incluso desde el ámbito sanitario, deberíamos fomentar su uso y acceso, especialmente entre los más vulnerables”.