El Fondo Monetario Internacional [FMI] considera que la mejor estrategia para poner freno a las emisiones de CO2 es subirles el precio. Según su criterio, “crear un acuerdo de precio suelo para el carbono” es la manera “más práctica y rápida” de conseguir que la generación de gases de efecto invernadero se reduzca “entre un cuarto y la mitad” de la cifra actual, para “mantener vivo el objetivo de restringir el calentamiento global por debajo de 2º centígrados”.

Incremento del precio del carbono

La institución refleja este posicionamiento en un post publicado en su blog y firmado por Vitor Gaspar, director del Departamento de Asuntos Fiscales junto con Ian Parry, el principal experto en política fiscal medioambiental. “El cambio climático presenta enormes riesgos para el funcionamiento de las economías mundiales”, afirman.

Tanto es así, que el consejo del FMI “recientemente aprobó la propuesta de incluir el cambio climático en nuestros programas de seguimiento económico de los países y de evaluación de la estabilidad financiera”.

Si las fuentes de contaminación son más caras que las limpias, se generan incentivos para la eficiencia energética

Lo limpio, más barato
El criterio de la entidad es que si se consigue que las fuentes de contaminación sean más caras que las limpias, “el precio del carbono genera incentivos para mejorar la eficiencia energética”, además de “redirigir los esfuerzos innovadores hacia las tecnologías verdes”.

Pero no sirve solo incrementar el coste de contaminar. Esta medida tiene que ir acompañada de un paquete más amplio de ellas que “refuerce su eficacia y aceptación, incluida la inversión pública en redes tecnológicas limpias”.

Otras iniciativas que pueden impulsar esta tendencia son las que se orientan a “asistir a hogares, trabajadores y regiones vulnerables”.

Sin embargo, la clave a su juicio pasa por establecer en 75 dólares o más el precio por tonelada de carbono antes de 2030.

Las políticas climáticas correctas pueden abordar estos riesgos y generar enormes oportunidades

Esperanza
Ambos expertos dejan una puerta abierta a la esperanza: “Las políticas climáticas correctas pueden abordar estos riesgos y también generar enormes oportunidades para inversión transformadora, crecimiento económico y trabajos verdes”.

Con la mirada puesta en la 26ª conferencia sobre el cambio climático de las Naciones Unidas [COP26], aseguran “ver signos de ambición creciente en cuestiones de clima. Muchos países han fijado nuevos objetivos; 60 naciones ya se han comprometido a ser neutrales en emisiones a mediados de siglo; y algunos, incluida la Unión Europea y los Estados Unidos, han ofrecido compromisos más fuertes a corto plazo”.

Además, “es importante señalar que los modelos de precio al carbono están proliferando: se han implementado más de 60 en todo el mundo, incluidas iniciativas clave este año en China y Alemania”.

El precio mínimo debe contar con el apoyo de los mayores emisores de gases de efecto invernadero

Trabajo pendiente
Pero eso no significa que esté todo hecho. Gaspar y Parry aseguran que “es crítico realizar una acción más fuerte y coordinada a lo largo de la década”. Es verdad que algunos países están avanzando con decisión. Pero esta varía entre naciones. De hecho, el FMI asegura que “cuatro quintas partes del total de emisiones globales continúan sin precio y la media de precio es de solo 3 dólares por tonelada”.

Esta situación ha hecho que algunos gobiernos que sí lo tienen fijado se estén planteando incrementar el coste de las importaciones procedentes de lugares en los que no se ha marcado un valor económico para la contaminación.

Desde una perspectiva global de clima, sin embargo, “estos ajustes fronterizos al carbono son instrumentos insuficientes, puesto que el carbono involucrado en flujos de comercio es típicamente inferior al 10 por ciento de las emisiones totales de un país”.

La solución pasa, por tanto, por fijar un precio al carbono que cuente con el apoyo de los mayores emisores de gases de efecto invernadero. “Según las proyecciones, China, India, Estados Unidos y la Unión Europea serán responsables de prácticamente dos tercios de las emisiones en 2030 -en caso de que no se tomen medidas para mitigarlo-“. Una cifra que se eleva hasta el 85 por ciento si contamos al G20 al completo.

El objetivo es que estos grandes contaminadores adopten los modelos de fijación de un coste para las emisiones, “que se podría extender de forma gradual a otros países”.

Otro punto en el que tiene que estar de acuerdo todo el planeta es que haya un precio mínimo, algo que Gaspar y Parry definen como “una política eficaz, concreta y fácil de comprender”.

Pero hay que establecer estas medidas de forma pragmática: “El acuerdo tiene que ser equitativo, flexible”  y adaptado a condiciones específicas de cada nación como “su volumen histórico de emisiones y niveles de desarrollo”.

Ambos expertos son tajantes: “No hay tiempo que perder para poner en marcha un acuerdo como este. Imaginémonos en 2030. Asegúremonos de que no miraremos atrás, hacia 2021, solo para lamentar la oportunidad perdida de pasar a la acción”.