En el cine ha sido siempre muy recurrente la temática de la longevidad. Su plasmación en la vida real, sin dejar de tener mucho (o todo) de ciencia ficción, quizás se encuentre en el sueño imaginario de quienes quieren creer en técnicas como la de la criogenización, cuyos impulsores defienden frente al general criterio científico que la tacha, en el mejor de los casos, de simple –y lucrativo- negocio.

Cuando se habla de cuánto envejecen los humanos, en España somos capaces de presumir de que nos encontramos en la cúspide de países con mayor esperanza de vida. Y desde que ayer se conoció la noticia, también podemos hacerlo de otra investigación científica con claro protagonismo español, de la que se puede hacer bandera sin temor a caer en la equivocación o el patriotismo barato.

Se trata, nada más y nada menos, de lo que ha averiguado un grupo de investigadores del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), con la colaboración del Zoo Aquarium de Madrid y la Universidad de Barcelona y que tiene que ver con los elementos que influyen en el tiempo que viven las especies, también la humana.

En concreto, tal y como explican en un artículo publicado por el CNIO, estos científicos han descubierto que la velocidad de acortamiento de los telómeros, las estructuras que protegen los genes en los cromosomas, predice la longevidad de las especies.

El inicio del comunicado es muy explicativo: “Un flamenco vive 40 años; una persona, 90. Un ratón, dos años; un elefante, 60. ¿Por qué? ¿Qué determina la longevidad de cada especie?”. Y este es el leitmotiv de una materia sugerente y, a la vez, muy importante para el futuro. Para ello, en este estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), se han comparado los telómeros de hasta nueve especies de mamíferos y aves para determinar en cuáles estas partes de los cromosomas se acortan más rápido y, por lo tanto, viven menos.

Según indican en el citado artículo publicado por el CNIO, “la relación se ajusta a un tipo determinado de curva matemática que también se da en otros procesos: el crecimiento poblacional, el tamaño de las ciudades, la extinción de especies, la masa corporal y los ingresos individuales, entre otros”.

Y de ahí a la longevidad

A juicio de Maria Blasco, jefa del Grupo de Telómeros y Telomerasa del Centro y directora del trabajo, señala que el que haya una relación tan clara entre velocidad de acortamiento de los telómeros y longevidad apunta a que “hemos hallado un patrón universal, un fenómeno de la biología que explica la duración de la vida de las especies, y que merece más investigación”.

En esta particular relación entre acortamiento telomérico y longevidad de especies, casa con la curva hallada por los investigadores del CNIO quienes afirman que "la ecuación puede usarse para predecir la longevidad de las especies partiendo únicamente del ritmo de acortamiento de los telómeros". La explicación la completan aclarando que “el ajuste es mejor cuando se usa la longevidad media de la especie (79 años, en el caso de los humanos), en vez de la máxima (los 122 años documentados que vivió la francesa Jeanne Calment)”.

Desde hace ya tiempo y, precisamente, gracias en gran parte al trabajo del grupo que lidera María Blasco, se sabe que los telómeros están en el origen del envejecimiento del organismo, ya que integran los extremos de los cromosomas, dentro del núcleo de la célula, y cuya función es proteger los genes.

Sin embargo, cada vez que las células se multiplican para reparar daños, sus telómeros se hacen un poco más cortos. A lo largo de la vida puede ocurrir que estos se acorten demasiado y no se puedan regenerar más. Cuando eso sucede la célula deja de funcionar normalmente.

La primera evidencia

Hasta el momento no se había encontrado relación entre esta parte de los cromosomas de cada especie y su longevidad, ya que hay especies con telómeros muy largos que viven poco, y viceversa. Por ello, los investigadores del CNIO decidieron comparar no la longitud absoluta, sino su velocidad de acortamiento.

En palabras de Kurt Whittemore, primer firmante, este trabajo confirma que los telómeros tienen un papel importante en el envejecimiento. “Hay gente que lo duda, cuando advierte que por ejemplo los ratones viven dos años y tienen telómeros muy largos, mientras que los humanos vivimos mucho y tenemos telómeros cortos; pero nosotros demostramos que lo importante no es el tamaño inicial sino el ritmo de acortamiento, un parámetro que predice la longevidad de especie con un alto grado de precisión”.

Tras los análisis realizados por este grupo de investigadores, sus resultados ponen de manifiesto que “la velocidad de acortamiento de los telómeros predice la longevidad de especies mucho mejor que otros parámetros considerados hasta ahora, como el peso corporal -en general las especies más pequeñas tienden a vivir menos tiempo- o el ritmo cardiaco”, dicen en el artículo citado.

El siguiente paso ha de ser el de estudiar “especies muy longevas para su tamaño, como la rata topo desnuda o el murciélago”.