Los nostálgicos del fútbol de antaño añoran aquella época sin VAR, donde el juego no era interrumpido por una pantalla pequeña ubicada en el campo y una sala repleta de profesionales analizando cada acción polémica. La tecnología llegó, no para eliminar al 100% los errores, sino para minimizarlos. Una premisa que, ni los aficionados, ni los propios actores del juego como los futbolistas y entrenadores, han llegado a comprender con plenitud. La frase “cualquier tiempo pasado siempre fue mejor”, no necesariamente tiene que tomarse de forma literal. El pasado siempre será mejor porque el presente tiende a infravalorarse.
El fútbol, sin el VAR, era un deporte mucho más injusto de lo que lo es hoy, por lo que nuevos planteamientos como los del Comité Técnico de Árbitros (CTA) de cara a la campaña 2025/26, podrían adquirir un cariz peligroso. El organismo, presidido por Fran Soto, ha establecido una directriz que indica que el videoarbitraje debe intervenir menos en el transcurso de un partido. Una “norma” que se ha seguido al pie de la letra en los primeros diez encuentros de LaLiga EA Sports.
“Errores claros, obvios y manifiestos”. Bajo ese pretexto ha intentado moverse el VAR desde su implementación en la 2018/19, algo que no siempre se ha cumplido. Los supuestos en los que puede intervenir son goles, penaltis, tarjetas rojas y confusiones de identidad. En una reunión previa al arranque liguero, David Fernández Borbalán y Eduardo Prieto Iglesias, director técnico del CTA y responsable del VAR, respectivamente, explicaron que una de las máximas a cumplir es la de “mínima intervención, máximo beneficio”.
La utopía de un fútbol sin errores
Parece una realidad que los árbitros comenzarán a acudir menos a la pantalla. En la primera jornada del campeonato, tan solo José Luis Munuera ha hecho uso de la herramienta. Fue para expulsar al delantero kosovar, Vedat Muriqi, tras una plancha a la cabeza de Joan García en el Mallorca-FC Barcelona. Es cierto que la puesta de largo liguera no ha tenido muchas polémicas, pero si las suficientes como para entender que esta nueva directriz se va a cumplir.
En ese mismo Mallorca-FC Barcelona, existió otra acción dudosa en la que el VAR podría haber entrado: una posible expulsión a Raphinha por una dura entrada sobre Mateu Morey. El Real Madrid-Osasuna también tuvo sus grises: en el penalti pitado sobre Mbappé, que supuso el único tanto del partido, antes del derribo de Juan Cruz existe un pisotón del francés que Daniel Jesús Trujillo no apreció desde la sala VOR. Tampoco entró para corregir una “dudosa” cartulina roja hacia Abel Bretones casi al término del encuentro. En el Athletic Club-Sevilla, un leve contacto de Juanlu sobre el tobillo de Nico Williams que fue señalado como penalti en directo, no tuvo corrección desde el VAR, al igual que un “derribo” de Luiz Junior sobre Ilyas en el Villarreal-Real Oviedo en el que apenas existe infracción.
De seguir a este ritmo, el VAR solo intervendría en 38 ocasiones en toda LaLiga. Una cifra que se encuentra a años luz de las 189 que lo hizo en la 2024/25. Por ejemplo, en la Premier League se dieron 103 intervenciones la temporada pasada. Ese es el dato al que pretende aproximarse el campeonato nacional al querer dar prioridad a las decisiones tomadas por el árbitro de campo, pese a que este solo las ve una vez y, en ocasiones, en una posición poco favorable.
La desinhibición del VAR, bajo este pretexto, podría suponer una mala noticia para quienes no quieren regresar a lo anterior: a aquel fútbol en el que el árbitro no tenía una red sobre la que caer en caso de equivocación. Si la pasada campaña el VAR intervino en 189 ocasiones es porque, al menos en su mayoría, se corrigieron 189 errores. Errores que evitan descensos, otorgan títulos, plazas europeas… Errores que pueden echar a perder el trabajo de todo un año. Con VAR o sin VAR, la polémica seguirá existiendo al mediar la intervención humana. Esto hace que haya dos caminos posibles a tomar: aceptarlo y continuar con la evolución del deporte, o anclar al fútbol en un pasado arcaico donde el fallo no se corrija, sino que, simplemente, se tolere.