“Es demasiado gris, huele mal”. La frase fue dicha por el técnico portugués, José Mourinho, poco tiempo después de desembarcar en el Fenerbahçe. Fue en una rueda de prensa, cuando enfadado por un penalti no señalado en favor de su equipo, el entrenador reconoció que nunca había prestado atención a la liga otomana hasta que aceptó el cargo, pero que al observarla más de cerca percibió “cosas extrañas”. Poco más de un año después, sus palabras suenan casi proféticas.

El fútbol turco vive su peor crisis institucional en décadas. Una investigación por apuestas ilegales y presunta manipulación de resultados ha destapado una red que implica a futbolistas, árbitros y directivos en todos los niveles de la competición. Lo que comenzó como una auditoría interna se ha convertido en un terremoto judicial que amenaza con reconfigurar por completo el panorama deportivo del país.

Más de mil jugadores bajo sospecha

La magnitud del escándalo es inédita: 1.024 futbolistas han sido remitidos al Comité de Disciplina de la Federación Turca de Fútbol (TFF) por haber participado en apuestas deportivas, una práctica prohibida por el artículo 57 del reglamento disciplinario. Entre ellos figuran 27 jugadores de la Superliga, la máxima categoría del país, y 77 de la segunda división, además de cientos de futbolistas de categorías inferiores.

Las consecuencias han sido inmediatas para los implicados, que han sido suspendidos de forma preventiva por la TFF. Esta, además ha solicitado a la FIFA una ventana extraordinaria de 15 días para que los clubes puedan fichar y recomponer sus plantillas. En paralelo, los campeonatos de Segunda y Tercera División se aplazaron dos semanas.

Según reconoce el organismo, la trama podría extenderse. Los indicios comenzaron tras detectar movimientos financieros sospechosos entre jugadores y árbitros, algunos de los cuales habrían apostado en partidos que ellos mismos dirigían. La federación asegura mantener “tolerancia cero” frente a las apuestas, aunque la magnitud del caso ha dejado en entredicho los controles internos del fútbol turco.

Árbitros, dirigentes y una investigación que no se detiene

El impacto del escándalo va mucho más allá del césped. Hasta 149 árbitros han sido suspendidos y otros 45 renunciaron tras la auditoría realizada de forma interna que detectó que 371 de los 571 colegiados en activo mantenían una cuenta abierta en sitios de apuestas. Además 152 de ellos realizaron jugadas en encuentros dirigidos por ellos mismos.

El caso ha tomado un cariz judicial una vez un tribunal de Estambul ha emitido una ordenanza de prisión preventiva para siete árbitros y para Murat Özkaya, presidente del Eyüpspor, club recién ascendido a la Superliga. Özkaya, empresario del sector automovilístico, está acusado de manipular resultados para beneficiar económicamente a terceros. Junto a él fueron imputados otros once implicados —entre ellos un periodista deportivo—, aunque solo ocho permanecen detenidos por ahora.

Uno de los clubes afectados por la trama ha sido el Galatasaray, cuyo defensa Eren Elmali, fue excluido de la convocatoria de la selección turca tras ser vinculado con el caso. Elmali ha negado su implicación y asegura que su nombre aparece por una transacción antigua, “ajena al equipo y realizada hace cinco años”. También hay futbolistas del Besiktas y del Trabzonspor entre los investigados, mientras que, por el momento, el Fenerbahçe, al que dirigió Mourinho, no figura en la lista.

Una liga en jaque

El artículo 57 del reglamento de la TFF prohíbe a cualquier persona vinculada al fútbol apostar, directa o indirectamente, en partidos o competiciones, y contempla sanciones que van desde los tres meses hasta un año de suspensión. Sin embargo, la dimensión del caso ha dejado claro que el problema es estructural.

“Se trata de una investigación sin precedentes en nuestro deporte”, reconoció la TFF en un comunicado. “El objetivo no es solo sancionar, sino proteger la integridad de nuestras competiciones". La federación ha convocado una reunión de emergencia con representantes de clubes y organismos judiciales para definir nuevas medidas de control y transparencia. Mientras tanto, el daño reputacional ya está hecho. En Turquía, los medios hablan del “mayor escándalo deportivo de la historia” del país. La credibilidad de la Superliga está en entredicho y la confianza del público, quebrada.

“Demasiado gris, huele mal”

En este contexto, las palabras de Mourinho resuenan con una fuerza particular. “No podía creer que esta fuera la dimensión. Es demasiado gris, es demasiado oscuro, huele mal”, dijo el portugués al poco de asumir el cargo en el Fenerbahçe. Aunque entonces hablaba en términos deportivos, su intuición parece haberse confirmado con precisión quirúrgica.

Paradójicamente, su club es el único de los grandes que aún no aparece salpicado por el escándalo. Pero incluso si logra mantenerse al margen, el terremoto amenaza con arrastrar al conjunto del fútbol turco a una de sus crisis más profundas. Porque si algo ha quedado claro es que, esta vez, Mourinho no exageraba: el fútbol turco realmente huele mal.

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