El fútbol moderno no se entiende sin su dimensión económica. Cada fichaje, cada contrato y cada salario son el reflejo de una suma de factores que van mucho más allá del rendimiento inmediato sobre el césped. En LaLiga, dos atacantes con talento contrastado y proyección internacional encarnan a la perfección esa realidad: Antony, extremo brasileño del Real Betis, y Georges Mikautadze, delantero del Villarreal. Ambos son piezas importantes en sus respectivos proyectos deportivos, pero sus sueldos cuentan historias muy distintas sobre cómo se valora el talento en el fútbol de élite.
La comparación resulta especialmente interesante porque ninguno de los dos pertenece al grupo de superestrellas globales que monopolizan titulares y rankings salariales. Sin embargo, sus contratos los sitúan claramente por encima de la media de la competición y permiten analizar cómo influyen el historial previo, el impacto mediático y la inversión realizada por los clubes en la fijación de los salarios.
Un crack recuperado por el Betis
Antony llegó al Real Betis con la etiqueta de futbolista de renombre. Su paso previo por el Ajax y, sobre todo, por el Manchester United, marcó su carrera tanto en lo deportivo como en lo económico. Aunque su etapa en la Premier League estuvo repleta de irregularidad, el club verdiblanco apostó por él convencido de que LaLiga podía ser el contexto ideal para recuperar su mejor versión. Esa confianza se tradujo en un contrato de alto nivel para los estándares béticos, acorde a un jugador que ha competido en la élite europea y que arrastra un importante peso mediático.
El sueldo de Antony en el Real Betis asciende a 6,24 millones de euros anuales. Una cifra que, sin aparecer entre las más altas del campeonato, lo coloca en la franja alta de la escala salarial del club y lo consolida como uno de los jugadores mejor pagados de la plantilla. Desglosado, su salario ronda los 520.000 euros mensuales y supera los 120.000 euros semanales, una remuneración que refleja tanto su estatus como la apuesta deportiva y comercial que supone su fichaje.
Un fichaje de altura del Villarreal
En el otro lado de la comparación aparece Georges Mikautadze, uno de los delanteros más interesantes del panorama europeo reciente. El internacional georgiano se ha ido construyendo una reputación a base de rendimiento, goles y crecimiento sostenido, sin el escaparate mediático de las grandes ligas hasta fechas relativamente recientes. Su llegada al Villarreal responde a una política distinta: detectar talento, potenciarlo y hacerlo crecer dentro de un ecosistema competitivo y estable.
El sueldo de Mikautadze en el Villarreal es de 4,57 millones de euros por temporada. Una cifra notable, pero sensiblemente inferior a la de Antony. En términos mensuales, percibe algo más de 380.000 euros, mientras que su salario semanal ronda los 88.000 euros. El contrato de Mikautadze refleja un perfil en ascenso, valorado por su rendimiento y proyección, pero todavía sin el respaldo económico que otorgan años en clubes gigantes o traspasos multimillonarios previos.
La diferencia salarial entre ambos, casi 1,7 millones de euros al año, no responde únicamente a lo que hacen hoy sobre el césped. En el caso de Antony, el Betis paga también por el pasado: por su experiencia en la Premier League, por el coste de su fichaje y por el impacto de marca que supone incorporar a un internacional brasileño reconocido a nivel global. Su sueldo es, en parte, una inversión en imagen, visibilidad internacional y atractivo comercial.
Mikautadze, por su parte, representa otro tipo de apuesta. El Villarreal confía en su crecimiento deportivo, en su capacidad para convertirse en referencia ofensiva y en una posible revalorización futura. Su contrato es alto, pero mantiene un margen de progresión que podría verse reflejado en futuras renovaciones si su rendimiento confirma las expectativas. En ese sentido, el sueldo de Mikautadze es más conservador, pero también más flexible para el club.
Ambos futbolistas complementan sus ingresos deportivos con acuerdos de patrocinio y colaboraciones comerciales, aunque aquí también existe una diferencia notable. Antony, por su perfil internacional y su pasado en mercados como el inglés y el neerlandés, cuenta con mayor visibilidad para marcas deportivas y comerciales. Mikautadze, más discreto mediáticamente, está todavía construyendo ese espacio fuera del terreno de juego, algo habitual en futbolistas cuyo crecimiento ha sido más progresivo.
En el fondo, ambos contratos hablan de dos caminos distintos hacia el éxito en LaLiga. Uno, respaldado por un pasado de grandes escenarios y cifras elevadas; otro, cimentado en el rendimiento y la promesa de un futuro aún por explotar. Dos realidades económicas distintas que conviven en un mismo campeonato y que explican por qué, en 2025, Antony gana más que Mikautadze… aunque el césped, como siempre, tenga la última palabra.