Lo que ocurrió anoche en Belgrado no fue solo una final: fue una epopeya. La selección española sub‑18 de baloncesto venció a Francia (82‑81) en un partido que parecía perdido y que terminó en leyenda gracias a un triple estratosférico de Guillermo Del Pino a falta de 1,4 segundos. Una victoria épica que devuelve a España a lo más alto del baloncesto europeo de formación.

De la angustia al delirio: la final que ya es historia

España arrancó la final muy seria, bien plantada en defensa y con un ataque coral que incomodó al potente combinado francés. El partido llegó al descanso con empate en el marcador, reflejo de la igualdad entre dos selecciones que habían arrasado en sus respectivas fases. Pero el tercer cuarto fue una pesadilla.

Francia apretó atrás, dominó el rebote ofensivo y comenzó a castigar con transiciones rápidas y mucho físico. En apenas unos minutos, la ventaja se disparó a los 11 puntos. El marcador señalaba 71‑79 a falta de 41 segundos. Las caras largas en el banquillo español y las banderas francesas ondeando en las gradas anticipaban una derrota… hasta que el baloncesto decidió hacer magia.

Lo que vino después fue una de las remontadas más espectaculares que se recuerdan en un campeonato FIBA. Raúl Villar, con una penetración valiente, redujo diferencias. Andy Huelves forzó una pérdida francesa. Del Pino, con la calma de un veterano, clavó un triple frontal que encendió la chispa. España en la línea de tiros libres, anotó el primero y falló segundo buscando una opción en el rebote. Y así sucedió. El balón volvió a las manos del base sevillano, que se elevó sobre la bocina y soltó un tiro perfecto. El balón besó la red y el banquillo estalló.

82‑81. España campeona de Europa. Delirio absoluto en Belgrado.

Una generación con carácter y talento a raudales

Este grupo no solo ha ganado. Ha convencido. Ha enamorado. Ha demostrado que la cantera del baloncesto español sigue siendo una mina inagotable de talento, pero también de carácter competitivo. Porque para levantar un oro continental no basta con calidad: hace falta determinación, cabeza fría y saber sufrir.

Guillermo Del Pino, MVP emocional de la final, terminó con 23 puntos, 3 triples y una sangre fría impropia de su edad. Pero el triunfo no fue solo suyo. Andy Huelves, explosivo todo el campeonato, aportó puntos y defensa en momentos clave. Ian Platteeuw, el pívot más regular del torneo, dominó la pintura durante todo el campeonato y se conciertió en el MVP del campeonato. Y nombres como Iker Beraza, Raúl Villar o Fernando Carretero completaron un bloque sólido, bien dirigido desde el banquillo por Marco Justo, que ha sabido exprimir lo mejor de cada jugador.

Un campeonato perfecto, sin conocer la derrota

España llega a este oro con pleno de victorias: siete partidos, siete triunfos. En la fase de grupos ya mostró su potencial apabullando a rivales como Bélgica y República Checa. En cuartos, superó a Alemania sin dejar dudas. En semifinales, se impuso a Italia en un duelo táctico muy exigente.

Pero lo de la final fue otro nivel. Fue resiliencia, fue épica, fue baloncesto con mayúsculas. Y fue también una demostración de que la mentalidad ganadora está muy arraigada en las categorías inferiores de la selección.

Este título es el sexto oro europeo en la historia de la sub‑18 masculina. Pero quizá sea el más increíble por la forma en que llegó. Porque no todos los campeones lo hacen por talento; algunos lo consiguen por corazón.

Con esta generación de oro, España asegura el relevo de una selección absoluta que ya mira al horizonte con ilusión. Muchos de estos nombres se escucharán pronto en ACB, Euroliga o incluso en la NBA. Pero, de momento, lo que han hecho en Belgrado ya es eterno.

El triple de Del Pino ya forma parte de la historia del baloncesto español. Y, con él, una generación que se ha ganado el derecho a soñar en voz alta.

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