En la historia de la humanidad ha habido más revoluciones por la subida del pan (inflación) que por alzas de impuestos. Pero el tema fiscal, por supuesto que no es baladí. Supone detraer recursos a los ciudadanos para el consumo y el ahorro con el objetivo de mantener los gastos públicos, sean estos sociales (estado del bienestar) como corrientes para el mantenimiento del aparato estatal, autonómico o local. En el discurso actual, no pocas veces se ignora la eficiencia del Estado en el gasto corriente que realiza. Un tema a debate que es muy interesante pero pasa a un segundo plano, ya que la ineficiencia en este gasto supone detraer recursos para otras prioridades como las sociales, o simplemente servir para reducir el pago de los impuestos y dejar en manos de los ciudadanos lo que han generado con su trabajo o su ahorro.

España está en pleno debate sobre modificaciones en los impuestos que han surgido tras una competencia entre comunidades autónomas que finalmente se ha extendido a la Hacienda general. Tal y como recoge la Constitución, lo lógico y justo es que estos impuestos sean progresivos y paguen más los que más rentas obtienen en sus actividades o inversiones. Una espiral de impuestos que tiene un tufo claramente electoralista ante la proximidad de elecciones autonómicas y locales. ¿Son los impuestos la mayor preocupación de nuestra economía y deben ocupar el primer plano frente a otros problemas? Creo que no. Y eso que siempre anda pendiente una reforma fiscal global que inexorablemente acaba siendo un camino de parches sin que nadie afronte una visión total de la fiscalidad en España desde una óptica seria y con datos indiscutibles que expliquen la presión impositiva que soportamos.

Hay otros problemas en el horizonte de mayor calado y profundidad. Venimos de una pandemia que provocó una fuerte caída del Producto Interior Bruto (PIB), es decir, de nuestra riqueza. De esos niveles aún no nos hemos recuperado, mientras que países de nuestro entorno ya la han logrado superar. Tal vez, el discurso actual debería estar más centrado en cómo conseguimos crecer y volver a recuperar la renta per cápita y, por supuesto, de una forma homogénea y no solo centrada en pocas manos.

Con todos los “peros” que se quiera poner a esta figura, el presidente del mayor grupo inversor mundial (Black Rock), Larry Fink, declaraba en una reciente entrevista que le sorprendía que Europa pensara más en poner nuevos impuestos que en cómo generar crecimiento. Y en España, esta necesidad de crecer es aún mayor.

Pero hay muchos temas aún más interesantes y urgentes que el de los impuestos. Una tasa de paro en el 12,4% de la población, con un grave problema tanto en menores de 25 años como en mayores de 50 años que no consiguen reengancharse al mercado laboral. Un déficit mes a mes agravado de la Seguridad Social que pone en peligro las pensiones futuras, máxime con la situación de la pirámide poblacional. Desde Europa, incluso, desconfían de las recientes reformas emprendidas para hacer sostenible este sistema. Y un déficit público que no consigue ni en los años de mayor bonanza económica convertirse en superávit o, simplemente, quedarse en cero, es decir, que los ingresos y los gastos sean iguales. Consecuencia de ello, una deuda pública que ya se acerca al 150% del PIB y que hasta ahora no suponía un gran problema con unos tipos de interés negativos o mínimos pero que cada vez se convertirá en una carga más pesada al elevarse el pago de intereses. Gastos en intereses que se detraen directamente de otras posibilidades de inversión pública (infraestructuras) o de mantenimiento y fortalecimiento de la sanidad, educación, pensiones…

También debería estar en el ojo del huracán, antes que los impuestos, el problema energético. España reúne unas condiciones inmejorables para la producción de energía fotovoltaica. Estamos en medio de una gigantesca crisis energética en Europa. Podríamos aportar mucho.  Hay que investigar sobre sus posibilidades de almacenamiento, distribución, instalaciones respetuosas con el medio ambiente, nuevas tecnologías.

Hay muchos temas más acuciantes que los impuestos como la marcha de materia gris de nuestro país en busca de mejores oportunidades laborales. Los bajos sueldos, la pérdida desde hace 20 años del poder adquisitivo de los trabajadores, la concentración de la riqueza… Ojalá estos temas estuvieran ahora en el centro del debate.