La histórica derrota del Gobierno de Theresa May en el Parlamento británico, rechazando el acuerdo para la retirada de Reino Unido de la Unión Europea después de casi dos años de negociación y con apenas dos meses hasta el día de salida abre un escenario aún más incierto de en el que se encontraban los británicos y del que, por mucho que se mire a Europa, sólo ellos tendrán que tomar la decisión final.

El rechazo a May supone una situación paradójica en la política británica, ya que es una victoria tanto para los que apuestan por un Brexit ‘a pelo’, sin acuerdo, encabezados por una minoría entre los laboristas, entre ellos su líder Jeremy Corbyn, y una parte de los conservadores. Pero, por otro lado, también da esperanzas a los que apuestan por la permanencia, ya que ambas posibilidades se hubiesen desvanecido de haber votado Westminster a favor este martes.

Otra realidad para los británicos es que, hoy por hoy, Theresa May es la única líder posible para los conservadores, habiendo renovado en diciembre la confianza de su partido y este miércoles del Parlamento superando una moción de censura. Esto también rechaza unas elecciones al corto plazo, además de que la primera Ministra ha dicho que no repetirá como candidata aunque, de querer hacerlo, no tendría casi incentivos para convocarlas con las encuestas actuales en las que los laboristas tienen todas las expectativas de mejorar sus resultados.

Así las cosas, ¿hay tiempo hasta el 29 de marzo, fecha límite de salida obligatoria de Reino Unido de la UE, para negociar un nuevo acuerdo? Siempre hay tiempo para negociar pero las concesiones que se podrían hacer después de dos años de duro trabajo y un acuerdo de más de 500 páginas son escasas. Pese a que Alemania haya dado alguna señal de estar dispuesta, la renegociación sería más una pantomima debido a la posición cerrada que han mantenido los 27 de que éste era el único acuerdo posible, que parece muy complicado que en dos meses se rompa.

Sobre la idea de un nuevo referéndum, existe un cambio, aunque leve, en la opinión pública a favor de la permanencia, lo que implica otro coste político inasumible para May. Además, ¿qué se preguntaría? ¿Sobre salir o no salir? ¿Sobre el contenido de un acuerdo de más de 500 páginas? ¿Sobre la relación futura de un tipo u otro para lo que es necesario el acuerdo de salida?

Una salida sin acuerdo es muy posible con el panorama actual pero nada deseable para ninguna de las partes. Aunque las grandes empresas ya llevan tiempo preparándose para este escenario, el efecto en las clases medias y bajas no se notaría hasta que ésta se produjese, con toda la pérdida de derechos y libertades que implicaría. Y el voto en una democracia vale igual se tenga una libra en el banco o mil millones.

Sobre la llamada salida ‘a la noruega’, buscando un estatus similar al país escandinavo en el Espacio Económico Europeo (EEE) y como miembro de la Asociación Europea de Libre Comercio (AELC), este planteamiento, que en principio tendría apoyo parlamentario, se salta un paso, además de que iría en contra de los intereses de Corbyn, pro desvinculación total.

Se debe diferenciar entre el acuerdo de salida, el rechazado, y el de relaciones futuras, que es donde entraría el modelo noruego, que no se ha empezado a negociar y sobre el que el gobierno británico no ha ni manifestado qué modelo quiere. Los laboristas, en su mayoría, apoyaría ésta opción pero los conservadores están divididos entre una desvinculación total y otros que incluso plantean mantener la unión aduanera, pilar básico de la integración europea.

Así las cosas, la iniciativa de no tomar una decisión la tiene actualmente el Gobierno británico. Las incentivos que tiene Theresa May para dejar que las cosas sigan su curso y no hacer nada es que podría decir que no ha sido culpa suya el no acuerdo, sino del Parlamento, pero Corbyn y los laboristas podrían capitalizarlo en favor de su línea dura y también lo venderían como que la primera ministra no ha sido capaz de conseguirlo. Se produce así un realineamiento de fuerzas a favor de la minoría laborista pro Brexit duro.

Además, como en cualquier negociación, cuando tú haces una amenaza, ésta debe ser creíble, y ahora mismo la UE no se cree el Brexit sin acuerdo por Reino Unido porque los costes serían infinitamente más dramáticos para los británicos.

Permanencia no, porque no hay mayorías, Brexit duro tampoco, por los costes inasumibles. Nos quedaría entonces el escenario de la prórroga al tiempo negociador de dos años que establecen los Tratados. May puede tomar la decisión de pedirlo unilateralmente sin contar con el Parlamento. Los beneficios son que no se cancela ninguna de las acciones anteriormente mencionadas, es una patada hacia delante. No quiere decir que no tenga esto costes a nivel interno, pero es el mal menor.

En el continente, el mayor miedo de los 27 es el Brexit sin acuerdo. Si el Consejo Europeo acepta una extensión del periodo de negociación, podría hacerlo con total voluntad, ampliándolo por un año, o un siglo. Los Tratados dan discrecionalidad total a los jefes de Estado y de Gobierno.

Entonces, podría darse la situación de que la Unión eliminase la posibilidad de una salida sin acuerdo acordando la ampliación automática del periodo negociador llegado el día en que éste acabase y no hubiese un acuerdo aceptado.

Estaríamos ante un Brexit eterno en el que el Consejo Europeo controlaría los plazos y la situación y Reino Unido sólo podría salir unilateralmente sin acuerdo con el voto del Parlamento el día y la hora que le diese la gana.

La UE, de llegar la petición de aumentar el plazo negociador, es de suponer que sería razonable y buscaría un punto en común entre ambas partes.

Además, de producirse este escenario y la negociación sine die de Reino Unido para su salida, los británicos se quedarían en el club comunitario con una marginación de facto. Los funcionarios británicos de la UE no tendrían perspectivas de mejorar, en las políticas por mayoría cualificada no se buscaría a Reino Unido como un aliado prioritario en los Consejos de Ministros, entre otras muchas cosas.

El lado positivo es que sería de esperar que la libra se estabilizase y, a pie de calle, los ciudadanos europeos seguirían con sus derechos en Reino Unido. Los costes de este escenario los asume reino Unido y son muy inferiores a otro.

¿Qué pasará entonces? Sólo el tiempo lo dirá.