Como ya he señalado en artículos anteriores, la economía mundial depende en gran medida de cómo marche la gran locomotora que es la segunda potencia económica del mundo: China.

Pues bien, en los últimos días ha concluido el Congreso Nacional del Pueblo, en China, un evento en el que los líderes y funcionarios del Partido Comunista debaten de manera abierta sobre las perspectivas políticas y económicas del país.  

El discurso del presidente es similar al que se realiza en países occidentales con el nombre del Estado de la Nación.

Y como mensaje dominante de este congreso hemos recibido la confirmación de que China está reduciendo su meta de crecimiento a medida que la economía madura y los problemas, incluida la deuda, pesan sobre las perspectivas del país.

China redujo su objetivo de crecimiento económico este año a entre 6% y 6,5%, inclinándose a una desaceleración cada vez mayor que no se puede detener rápidamente sin agravar los niveles de deuda interna que todavía siguen siendo muy altos a pesar de la drástica reducción del crédito que se viene produciendo en los últimos años.

Crecimiento del crédito en China.

Sin embargo, el primer ministro Li presentó planes para amortiguar los efectos no deseados del desapalancamiento de la economía y mantener estable la tasa de desempleo de la nación. El principal entre los remedios presentados para apuntalar la economía china ha sido el de: aumentar el déficit presupuestario a través de nuevos recortes de impuestos y otras reducciones de tarifas para las empresas además de aumentar el crédito bancario a empresas pequeñas y privadas en un 30%, que como ocurre en muchos países son el soporte de la estructura económica del país.

Hemos asistido en los años posteriores a la Gran Crisis a una profunda caída en la inversión en activos fijos de las empresas del país producto del parón en la economía mundial y que ha tenido un efecto devastador en un importante número de empresas occidentales.

Inversión en Activos Fijos en China

En el congreso se reconoció explícitamente el impacto negativo que ha tenido en el devenir de su economía el desarrollo de las negociaciones comerciales entre su país y Estados Unidos, con momentos de alta beligerancia durante el año pasado.

Por el lado positivo, los últimos pasos dados apuntan a que se están consiguiendo importantes avances encaminados a una relación comercial con menos restricciones y penalizaciones. En este sentido, China parece estar dispuestas a adoptar medidas de apertura que faciliten la consecución de un acuerdo satisfactorio para ambas partes.

 El plan económico presentado habla de dar a los inversores extranjeros un mayor acceso a los mercados de China y permitir que las empresas extranjeras ingresen a más sectores sin socios chinos. Una nueva ley de inversión extranjera que nivelará el acceso al mercado entre las firmas extranjeras y nacionales, y que es una demanda central de Estados Unidos.

Aunque todavía es fuerte según los estándares de muchos países, el crecimiento económico de China se debilitó el año pasado a 6.6%, su ritmo más lento según cálculos oficiales en casi tres décadas y apenas por encima del objetivo nacional de alrededor del 6.5%. Se espera que disminuya aún más en 2019 ya que los principales impulsores del crecimiento, que van desde las exportaciones, las inversiones y el consumo, se encuentran bajo presión.

Pero al adoptar un rango para el objetivo de crecimiento de este año en lugar de un número específico, las autoridades políticas del país se están dando a sí mismo más flexibilidad en un sistema donde alcanzar los objetivos establecidos sigue siendo políticamente importante. La última vez que Pekín lo hizo fue durante otro período de crecimiento, a principios de 2016, cuando estableció un objetivo del 6,5% al ​​7%.

Esta crisis está siendo tratada de manera diferente que los del pasado reciente, a medida que los años de crecimiento alimentado por la deuda llegan a sus límites.

Las políticas en los últimos dos años significaron detener una acumulación de los ya altos niveles de deuda entre las empresas y los gobiernos locales que agotaron parte de la energía de la economía, lo cual agravó la desaceleración.

Las políticas a favor del crecimiento adoptadas en este Congreso están en línea con un enfoque gradual ya iniciado en los últimos meses y que facilita los controles del crédito y el gasto fiscal.

Los responsables del país han renunciado a la política anterior de estímulo monetario intensivo por el riesgo evidente a exacerbar los desequilibrios en una economía que ya se está recuperando de demasiada deuda, exceso de capacidad industrial y mercado inmobiliario saturado.

Al mantener el crecimiento en el rango del 6% al 6,5% han enviado una clara señal al mundo de que China pretende seguir siendo un motor del crecimiento mundial y al mismo tiempo a la población en el sentido de que creación de empleos sigue siendo una prioridad.

En definitiva, un gesto positivo y sensato, al menos así lo han interpretado los mercados financieros que vienen reaccionando de manera favorable ante las muestras de acercamiento que China viene dando y que confirma tras la finalización del Congreso Nacional del Pueblo.

Si finalmente se consigue volver a encauzar la economía del gigante asiático y lo que quizás sea más importante, si se logra frenar la escalada de enfrentamiento en el terreno comercial iniciado a principios del pasado año, se estaría a tiempo de evitar una catástrofe económica a nivel global que comenzó a avisar hace algunos meses provocando cambios bruscos en las políticas monetarias de los bancos centrales de todo el mundo y precipitando caídas bruscas en las bolsas.