El matrimonio de conveniencia entre PP y Vox que firmó su divorcio en junio escenificó este martes en el pleno de las Cortes su ruptura definitiva durante las intervenciones de sus dirigentes en Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco y Juan García-Gallardo, que deja el terreno baldío para un posible acuerdo de cara a la aprobación de los presupuestos de la comunidad autónoma para 2025.

El ultraderechista Gallardo no utiliza otras armas arrojadizas —lejos de las que puedan preocupar en sus casas a los ciudadanos castellanos y leoneses— más allá de las que ocupan a su formación: la limitación del derecho a la interrupción voluntaria del embarazo, la inmigración o la memoria histórica.

Tudanca lanza un órdago

Gallardo ha sido claro, empezando por preguntarle a Mañueco si es de izquierdas o si no, y continuando con la afirmación de que “si quiere hacer usted políticas de izquierdas, va a tener que buscar los socios en la bancada de la izquierda”.

Mañueco contraataca echándole en cara a su hasta ahora pareja política que ha olvidado a Sánchez y que se equivoca de adversario. “A Sánchez se le nota que está encantado con ustedes”. Y Gallardo contesta que los que no están encantados son los votantes del PP.

Pero lo tiene complicado Mañueco para conseguir el apoyo del PSOE de cara a la aprobación de su anteproyecto presupuestario, a no ser que confluyan los astros.

El secretario general de los socialistas, Luis Tudanca, ha lanzado el órdago de que está dispuesto a la abstención para facilitar la aprobación del techo de gasto y seguir hablando sobre los presupuestos de Castilla y León para 2025 a cambio del apoyo del PP en los municipios y ante los Presupuestos Generales del Estado.

"Solo les pido reciprocidad; es muy fácil de entender, de practicar y de acordar. Si ellos abren esa puerta, nosotros abrimos esta", dice el socialista.

“Con Vox no va a poder contar para su deriva progre”

Ausente del debate presupuestario, Vox —que ni siquiera acudió a la reunión con el Gobierno autonómico para dialogar acerca de ingresos y gastos, inversiones necesarias en las provincias de la comunidad o demandas de pueblos y colectivos— sigue anclado en sus máximas ideológicas: el aborto, los ‘menas’, la ‘concordia’ y todas esas cosas que a la ciudadanía tiene tan inquieta en sus casas.

“¿Ha preguntado usted a los votantes del Partido Popular qué les parece tener un gobierno abortista, un gobierno que favorece la inmigración masiva ilegal, un gobierno pro-agenda 2030, un gobierno que se opone a cualquier rebaja fiscal, un gobierno revanchista histórico?”, lanza Gallardo, a quien parece no preocuparle, sin embargo, la vivienda, la sanidad, la educación, el desempleo ni la cesta de la compra.

En el mundo en el que vive Vox, y como su máximo exponente en Castilla y León el joven Gallardo de Burgos, los problemas del día a día son otros, incluso los de los votantes del Partido Popular y los suyos propios.

Pero, concluye, “yo no creo que usted sea un progre por convicción; usted es un progre por conveniencia”. Y remata con el dardo del acuerdo de hace un año y medio sobre el protocolo antiaborto: “A usted le llama su jefe, Borja Semper, le pide incumplir el pacto que usted y yo teníamos para proteger a las mujeres embarazadas, la objeción de conciencia de los profesionales sanitarios y el derecho a la vida, y usted agacha la cabeza, acata y acepta”.