A finales de abril un concejal del PP de Palma negaba la participación del crucero franquista “Baleares” en el bombardeo criminal de la población civil que huía de Málaga en los hechos conocidos como “la desbandá”, en febrero de 1937, y lo hacía para justificar el mantenimiento de un monumento de exaltación de la dictadura de Franco en Palma, el monolito de Sa Feixina, dedicado precisamente a ese buque, hundido por la flota republicana un año después de los hechos de Málaga. El monumento que mencionamos es el principal vestigio de la obra propagandística de la dictadura a través de los renombramientos de calles, colocación de placas y monumentos exaltando la victoria de los rebeldes y el régimen instaurado por los golpistas del 36, y lleva varios años en el centro de la polémica política por las reiteradas peticiones de las asociaciones de familiares de víctimas del franquismo y memorialistas de que sea retirado. A pesar de los acuerdos de diferentes gobiernos favorables a su eliminación ha habido una enconada resistencia de la derecha, que ha promovido la protección patrimonial del monolito franquista.
En este pleno del Ayuntamiento de Palma nuevamente la oposición progresista solicitaba la retirada del monumento y en el calor del debate el concejal de la derecha esgrimió como argumento la negación de una evidente realidad histórica, avalada por investigadores, pero también por los autores de la dictadura, que en su momento reivindicaban la participación del crucero Baleares en los bombardeos de “la desbandá”, a modo de ejemplo:” ¡Qué bien se dibuja la carretera que une Málaga y Almería! Grupos de milicianos avanzan por élla. ¡¡¡Bumm!!! Las granadas del Baleares caen en salva agrupada sobre ellos, sembrando la muerte. Unos corren, otros se desploman para siempre.” Se dice en un opusculo titulado "Estelas Gloriosas de la Escuadra Azul", con prólogo de D. José Maria Pemán. Informes de las fuerzas franquistas, citados por historiadores que han tratado el tema, nombres de prestigio como Paul Preston, testimonios como el de Lawrence Fernsworth, corresponsal de The Times en 1937, no son suficientes para los negacionistas de la verdad histórica. El concejal del PP se suma a los que retuercen la historia para justificar su permanente blanqueamiento del franquismo y de su herencia, asumiendo postulados, discursos, propuestas, que hace un tiempo habríamos pensado que eran propios de la ultraderecha y no de una derecha pretendidamente liberal, moderada y europea, cosa que, si fue, ha dejado de ser ya el Partido Popular. Porqué el PP balear se entrega así al discurso de sus socios ultras.
En 2023 la candidata del PP, Margalida Prohens, se vanagloriaba de no incluir consejeros de Vox en su gobierno. El apoyo externo de los socios ultras, sin embargo, le ha salido caro a lo largo de esta casi media legislatura, llegando a su máxima expresión cuando, después de un error del PP en las votaciones de una ley del Parlament, tuvieron que recurrir a la izquierda para enmendar el desastre legislativo perpetrado. De ese pacto de responsabilidad que se hizo con la oposición progresista se salvó de la quema la Ley de Memoria Democrática balear. Han pasado escasos cuatro meses y leemos en la prensa local: El PP, dispuesto ahora a derogar la Ley de Memoria y Reconocimiento Democráticos, para tener presupuestos con Vox. Esto vale la palabra del PP, de su presidenta en Balears: nada.
Esta ley tuvo el apoyo del propio Partido Popular cuando éste estaba en la oposición, en un ejercicio de sentido de estado, o “de país”, la ley se aprobó con la abstención de los conservadores a un porcentaje importante del articulado, e incluso apoyó muchos de sus artículos. El PP ya pactó la derogación de la citada ley en su primer pacto con los ultras de Vox. Esa derogación tenía que darse en diciembre del año pasado, después de numerosas movilizaciones de la sociedad civil contra este retroceso en derechos. Pero el pacto de derechas estaba roto, después de un año agónico caracterizado por la imputación por delito de odio contra el presidente del Parlament, de Vox, que desgarró las fotografías de varias víctimas de la barbarie fascista (entre ellas Aurora Picornell) y ha sido protegido por el PP hasta ahora, las divisiones en el grupo parlamentario de Vox, con el paso de algunos de sus diputados al grupo no adscrito, a lo que cabría añadir el enfrentamiento del entonces presidente del Consell de Formentera y también diputado con la totalidad de sus compañeros de Consell. Un escenario esperpéntico en el que el PP, muy a su pesar, tuvo que dirigirse a la izquierda para poner algo de orden en un caco legislativo provocado por sus errores. Algunos optimistas pensaban que el PP había entendido que no podría volver a pactar con un partido extremista y poco fiable como Vox, sin embargo, los hechos nos demuestran que siempre se han sentido cómodos en este pacto. Que lo renuevan porque sólo en él ven la posibilidad de completar la legislatura, y así responden a nuestra pregunta: asumen el discurso de sus socios ultras para facilitar el acuerdo, se entregan, se rinden, a los postulados radicales de sus compañeros de viaje extremistas.
El PP aborda el cruce del ecuador de su mandato trabajando intensamente para rehacer sus acuerdos con la ultraderecha, quemando por el camino sus principios y compromisos con la ciudadanía, porque no sólo hay que hablar de memoria democrática y derechos, el problema más acuciante en Balears es el derecho a una vivienda digna, con un Govern que paraliza las promociones de VPO o la aplicación de la ley estatal de vivienda, y no tiene una política alternativa en este campo y lo fía todo a la promoción privada. Un Govern que hace un año proponía un pacto por la sostenibilidad frente a los problemas derivados de la masificación turística, hoy en día la presidenta Prohens no tiene ninguna iniciativa por la sostenibilidad y ha procedido a negar la saturación turística, tildándola de episodios puntuales.
Negar la realidad se está convirtiendo en una manera habitual de hacer frente a los problemas actuales de nuestra comunidad autónoma, y con esto cerramos el círculo, a este PP tanto le da negar la historia como negar la saturación turística, negar que haya problemas en el acceso a la vivienda o dar la responsabilidad sobre medio ambiente a un negacionista declarado del cambio climático. Con este panorama PP y Vox se confunden por la similitud de sus propuestas y discursos, en un evidente acercamiento, que significa, esta vez sí, la negación de todos los compromisos de moderación que hizo la presidenta Prohens en su primer discurso.
Cosme Bonet es exsenador y secretario de Organización y Acción Electoral del PSIB-PSOE