Como cada 11 de septiembre, Cataluña se echa a la calle para celebrar su Diada. Este miércoles lo hará de una forma mucho más anestesiada, con menos fervor independentista de lo que se recuerda y con el soberanismo catalán fuera del Govern de la Generalitat. Concretamente, tras el triunfo de Salvador Illa en las elecciones autonómicas y su investidura el pasado 9 de agosto, 2024 volverá a ser el año -tras 14 de forma ininterrumpida con un president independentista- en el que la estatua de Rafael Casanova se convertirá en epicentro de una festividad honrada con flores por un Ejecutivo catalán que no aspira a la ruptura del Estado español.
Esta vez, la división territorial pasa a un segundo plano, con la mera presencia de los cánticos y reivindicaciones habituales de la manifestación organizada por la ANC a las 16.30 horas de la tarde -además de los insultos (“botifler”, “traidor”, “español”) que han sufrido representantes de ERC y Junts a primera hora de la mañana-. No obstante, en el panorama político, la ruptura ha derivado en la negociación, en el entendimiento, en la presión de ERC y Junts tanto en Barcelona como en Madrid -donde siendo moneda de cambio de Pedro Sánchez para su supervivencia en el Palacio de La Moncloa consiguen la mayoría de las cesiones competenciales, presupuestarias y sociales-.
Especialmente presente está el tema de la singularidad fiscal catalana, condición sine qua non impuesta por ERC en las negociaciones de investidura de Salvador Illa. Un capítulo, el de las cesiones competenciales de la fiscalidad territorial, que ha derivado en reproches a Pedro Sánchez tanto de su oposición, con un bloque de la derecha totalmente opuesto a este mecanismo apalabrado por los plenipotenciarios en las negociaciones tanto del Ministerio de Hacienda como del PSC, como de sus propias filas, con varios barones socialistas liderados por Emiliano García-Page y Javier Lambán que denuncian que esta singularidad va en contra del espíritu de solidaridad interterritorial que reivindica la Constitución.
Para calmar las aguas, Pedro Sánchez ha prometido duplicar el presupuesto del fondo de compensación interterritorial, favoreciendo de esta forma que con el nuevo sistema de financiación autonómica todas las Comunidades Autónomas, sin excepción, gocen de mayores partidas y más fondo públicos con los que ejecutar sus programas de Gobierno.
Una promesa que marcó el discurso del líder del Ejecutivo el pasado miércoles, hace apenas una semana, cuando Sánchez hizo públicos los seis ejes que marcarán el horizonte legislativo de la coalición que conforma el Consejo de Ministros. Una promesa en la que, además, el presidente insistió el pasado sábado en el Comité Federal del PSOE tratando de calmar los ánimos de aquellos dirigentes territoriales que habían descargado sus críticas en las últimas horas: “Si Madrid reclama lo mismo que Cataluña, el resto de autonomías deberemos irnos en pateras a Mauritania”, llegó a decir Lambán, líder del PSOE en Aragón. “Yo, a mis 56 años, sé leer. Y esto es un cuponazo independentista”, había asegurado, previamente, García-Page, presidente de Castilla-La Mancha.
Desinflamando Cataluña
Mientras sus críticos condenan la batería de cesiones que Sánchez ha protagonizado, desde el Gobierno no se cansan de repetir que mediante el diálogo y la mano izquierda se ha conseguido doblegar al independentismo: tanto en las elecciones como en los estudios de opinión. No ha sido sencillo, máxime después del ambiente de crispación extrema en la que Sánchez se encontró la región al acceder a Moncloa, pero poco a poco la dinámica ha ido derivando del rupturismo al reformismo hasta la prueba final que ha supuesto la victoria, mayoría e investidura lograda por Salvador Illa.
Desde los indultos de los líderes encarcelados por lo sucedido en el procés hasta la reforma de la malversación, la amnistía, la cesión del Rodalies, la condonación de la deuda o la singularidad fiscal. Cesiones y cesiones con las que Cataluña ha engordado su capacidad legislativa y competencial mientras el presidente del Gobierno hacía del federalismo su principal baza para mantenerse vivo frente a los ataques de la derecha política, mediática y judicial.
Las cifras acompañan al argumentario gubernamental. En el último informe publicado por el Centre d’Estudis d’Opinió -el CIS catalán-, el ‘no’ a la independencia se imponía por más de 13 puntos al ‘sí’ -53% frente a 40%-. Cifras que se publican semestralmente y que han ido agrandando esta brecha, siendo consecuentes con lo que había ocurrido en las elecciones autonómicas celebradas el 12 de mayo.
El discurso del president
Era precisamente en la línea de estos datos donde apuntaba el president de la Generalitat, Salvador Illa, en su discurso por la Diada ofrecido este martes 10 de septiembre. Un mensaje de unidad y marcado por la firme voluntad del nuevo Govern para encontrar las “prioridades correctas y para todos”.
Un mensaje, además, basado en el refuerzo del estado del bienestar y los servicios sociales, vertebradores de sociedades y vía para contener las algaradas del populismo: “Ciudadanos y ciudadanas de Cataluña: quien viene a mejorar Cataluña es catalán. Con los mismos derechos y los mismos deberes que tenemos todos”, arrancaba, aprovechando de esta forma el actual debate que existe sobre la acogida de migrantes -debate en el que, por cierto, Junts per Catalunya se suma a PP y Vox en su rechazo xenófobo-.
Tengo la plena convicción de que una nación próspera y justa para todos se construye de verdad en las aulas, en los Centros de Atención Primaria, en las bibliotecas, en los casales de la gente mayor y en las calles y plazas de unos barrios seguros. Por eso es tan importante que los servicios públicos de Cataluña recuperen la excelencia que los ciudadanos y ciudadanas merece. Atender a esta prioridad nos hará mejores como país", sentenciaba en un discurso emitido por la televisión catalana y posteriormente replicado en redes sociales.
Para sentenciar, y dejando en estas líneas concienzudamente preparadas la síntesis definitiva de lo que simboliza a nivel político este Onze de setembre, Illa escogía un mensaje de unidad: “La Diada es un buen momento para mirar al futuro con optimismo y esperanza. Tenemos mucho que mejorar y tenemos mucho trabajo por hacer. No tengo ninguna duda de que la haremos y que la haremos bien".