Hubo un tiempo en que José Jaime Alonso se convirtió en el rostro en la sombra de una de las etapas más oscuras para la educación pública de Castilla-La Mancha. Fue el arquitecto silencioso de la tijera de María Dolores de Cospedal, el viceconsejero de Educación que defendió la necesidad de cerrar aulas rurales, expulsar a miles de docentes y paralizar la construcción de colegios e institutos. Aquellos años, entre 2011 y 2015, las pizarras se llenaron de polvo y las aulas de alumnos hacinados, mientras desde Toledo se hablaba de “austeridad” y “ajustes”.
Diez años después, el guion se ha invertido con un giro casi irónico. Alonso, ya no en los despachos de la Consejería de Educación, sino en el sillón de la Alcaldía de Fuensalida (Toledo), ha levantado la voz para reclamar a la Junta de Comunidades un nuevo instituto en su pueblo. Lo que en su momento se presentó como gasto superfluo, hoy se reivindica como necesidad urgente.
Pero la paradoja pesa demasiado como para pasar inadvertida: el mismo político que ayudó a desmontar la red educativa pública en Castilla-La Mancha es ahora quien clama por infraestructuras que entonces paralizó. Fue bajo su gestión cuando más de 5.000 interinos fueron despedidos, cuando se eliminaron los apoyos en Infantil, las becas de comedor y las ayudas a bibliotecas, y cuando se frenó en seco el Plan de Inversiones Educativas.
Doble rasero
Hoy, Alonso también reclama nuevas zonas verdes, instalaciones deportivas y culturales y hasta una circunvalación para Fuensalida. Su discurso, tan plagado de demandas como escaso de memoria, convierte su intervención en un ejemplo perfecto de la política del doble rasero. En Toledo, como viceconsejero, sostenía que no había recursos; en Fuensalida, como alcalde, denuncia que la Junta no invierte lo suficiente.
La puesta en escena, con el presidente del PP de Castilla-La Mancha, Paco Núñez, a su lado, también ha servido para que Núñez fijara, de nuevo, el marco electoral de los próximos años, augurando que los de 2026 serán “los últimos presupuestos completos” de Page. Sin embargo, la fotografía deja un poso difícil de borrar: el del ideólogo de los recortes educativos exigiendo ahora justo aquello que contribuyó a negar a toda una generación de estudiantes.
Promesas incumplidas y abandono en la gestión local
Tras poco más de dos años como alcalde, Alonso ha convertido en norma lo que debería ser la excepción: incumplir las promesas que lanzó al llegar al poder. Según denuncia el PSOE, la sensación de inseguridad ha aumentado de forma notable y la plantilla de Policía Local no ha experimentado cambios significativos que permitan garantizar un refuerzo del servicio.
En el ámbito social, también se han generado controversias por la ruptura de convenios con asociaciones de relevancia. La decisión, adoptada de manera unilateral, ha puesto sobre la mesa la ausencia de diálogo y la falta de apoyo al trabajo que venían desarrollando colectivos fundamentales para la vida del municipio.
A ello se suma la cuestión de la limpieza viaria. Aunque en su momento se anunció un plan específico para mejorar la situación, los vecinos siguen observando contenedores desbordados y acumulación de residuos en las calles. Todo ello plantea la sensación de que los impuestos se han incrementado sin que los servicios públicos reflejen una mejora proporcional.