Durante años, Castilla-La Mancha se vació en silencio, viendo cómo miles de vecinos abandonaban sus pueblos y ciudades en busca de un futuro mejor. La falta de empleo y los recortes que llevaron aparejada la pérdida de servicios durante el mandato de María Dolores de Cospedal dejaron una herida profunda en el territorio. En 2015, la región se quedó con 2.054.036 habitantes, con una tendencia a la baja que continuó hasta 2017, reflejo de unas políticas que asfixiaron el tejido económico, paralizaron la inversión y provocaron la marcha de empresas y familias.

Diez años después, el mapa ha cambiado. Castilla-La Mancha ha vuelto a crecer en población y ha superado la barrera de los 2,14 millones de habitantes, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). El repunte supone un crecimiento del 4,2% desde 2015, con 86.698 nuevos habitantes, y coloca a la comunidad entre las que más crecen en España, con un incremento del 1,1% solo en el último año, superior al 0,97% de la media nacional.

La portavoz del Gobierno regional, Esther Padilla, ha celebrado esta evolución y ha destacado que es “una buena noticia por dos motivos: porque históricamente la población salía de Castilla-La Mancha para buscar oportunidades, y ahora la gente viene buscando oportunidades a Castilla-La Mancha; y porque, aunque nosotros crecemos, no ocurre lo mismo en todas las comunidades autónomas”.

Padilla ha subrayado que no es fácil ganar población en una comunidad históricamente amenazada por la despoblación, especialmente en provincias como Guadalajara y Cuenca, donde muchos pequeños municipios han visto cómo su número de vecinos se reducía a la mitad en apenas una generación. Sin embargo, ha afirmado, “el trabajo constante del Gobierno regional por garantizar servicios públicos, empleo y bienestar en todo el territorio está empezando a dar resultados visibles”.

Estabilidad e igualdad de oportunidades

El crecimiento no es fruto del azar, sino el resultado de una política basada en la estabilidad y la igualdad de oportunidades, que ha devuelto confianza a la ciudadanía y atractivo a la región para vivir, invertir y emprender. Según los datos del INE, Castilla-La Mancha es la tercera comunidad donde más crece la población en el tercer trimestre de 2025 y la quinta en el conjunto del año, superando a territorios como Madrid o Andalucía.

El modelo aplicado por Emiliano García-Page ha permitido revertir la pérdida de habitantes que se produjo durante la crisis y los años de austeridad del Partido Popular. La apuesta por las políticas sociales, la sanidad y la educación públicas de calidad, las infraestructuras modernas y la creación de empleo estable han contribuido a generar un entorno de confianza y bienestar.

Este cambio se ha consolidado sin importar el tamaño de los municipios, gracias a una estrategia que busca garantizar los mismos derechos y servicios en todo el territorio. La red de centros educativos, sanitarios y sociales, las inversiones en conectividad digital y la mejora de las comunicaciones han permitido que vivir en un pequeño pueblo sea hoy tan cómodo y viable como hacerlo en una gran ciudad, ofreciendo a las familias la posibilidad de elegir quedarse en su lugar de origen sin renunciar a oportunidades ni calidad de vida.

Hace una década, muchos se marchaban porque no había oportunidades; hoy, cada vez más personas eligen venir a Castilla-La Mancha porque las encuentran. La región ya no es una tierra de paso, sino una tierra de llegada, con municipios que recuperan población y proyectos de vida en lugares donde hace años parecía imposible.

Líder en creación de empresas

Además del avance demográfico, Castilla-La Mancha también lidera la creación de empresas, con un 23,1% más en septiembre, el segundo mejor registro histórico para ese mes. Son datos que reflejan una tendencia sólida, marcada por la confianza, la estabilidad y el crecimiento sostenido.

Estos indicadores ponen de manifiesto que las políticas aplicadas por el Gobierno de García-Page están dando resultado, y que Castilla-La Mancha ha logrado lo que hace apenas una década parecía impensable: crecer en población y oportunidades en un territorio históricamente acechado por la despoblación, especialmente en las provincias de Guadalajara y Cuenca, donde el reto de fijar habitantes sigue siendo una prioridad regional.