El objetivo de desalojar al PSOE de la Junta de Andalucía lo aguanta todo. Es lo que prometió y lo que tiene que cumplir Ciudadanos, cueste lo que cueste y le cueste lo que le cueste.

El precio será más alto de lo previsto debido a la irrupción de Vox y a que no hubo ‘sorpasso’ sobre el PP, pero los de Rivera no pueden dejar de hacer lo que están haciendo: su viaje hacia la derecha no tiene marcha atrás. Por ahora.

Su viraje con respecto a 2015, cuando pactaron la investidura de Susana Díaz sin mayores complicaciones, ha sido tal que si el 2 de diciembre el PSOE o el propio partido naranja hubieran obtenido un solo diputado más –sumando así entre ambos los 55 escaños requeridos por la mayoría absoluta–, Juan Marín habría tenido muchos problemas para justificar por qué no volvía a pactar de nuevo con los socialistas en vez de sumar sus votos a la ultraderecha para echarlos del gobierno: el mismo gobierno que Cs había entregado a Susana Díaz por un precio bastante módico tres años atrás. 

El ‘puto amo’

Vox aprieta, el PP cede y Ciudadanos disimula. El partido ultra se siente ‘el puto amo’ tirando del ronzal del PP y esperando sin prisas a que Ciudadanos incline la cerviz si quiere cumplir su compromiso –y a estas alturas no puede no cumplirlo– de hacer efectiva la alternancia en Andalucía.

Regeneración. Alternancia. Desalojo. Expulsión. La palabra da un poco igual. Lo decisivo es que el mantra del cambio impregna de arriba abajo el momento político andaluz. Tanto es así que a los votantes andaluces no parece importarles que los verdaderos tejedores del cambio en Andalucía estén siendo dirigentes nacionales y no locales, como no parece incomodarles la cesión explícita del PP y tácita de Ciudadanos ante las casposas exigencias de Vox.

33 y 17 no siempre suman 50

Los intentos del PSOE para neutralizar ese mantra del cambio han sido inútiles, primero por razones puramente aritméticas –la derecha suma 9 diputados más que la izquierda– y segundo porque no cuentan con la complicidad de Adelante Andalucía, no menos antisocialista que las derechas aunque alineada con un cambio político en sentido contrario.

En esta undécima legislatura, que presidirá Juanma Moreno, en la bancada de la izquierda no habrá 50 escaños: habrá 33 del PSOE y 17 de Adelante Andalucía, que parece lo mismo pero no lo es. Habrá 50 escaños aritméticos pero no políticos.

La encrucijada

Dado que el pacto con el PP está cerrado y la decisión de acabar con 36 años de socialismo no tiene vuelta atrás pero le son necesarios los 12 votos ultras, los mayores apuros los está pasando Ciudadanos, cuyos patéticos malabarismos para escurrir el bulto de Vox certifican hasta qué punto el partido fundado por Albert Rivera se encuentra ante una engorrosa encrucijada.

No obstante, muchos datos sugieren que la encrucijada de Cs es principalmente de orden táctico: sus remilgos a sentarse con Vox parecen obedecer más al cálculo electoral que a la repugnancia ideológica.

Tan leve se diría que es esa aversión que ningún dirigente nacional ni local de Cs ha descalificado, por ejemplo, el machismo neofranquista Vox con la contundencia y determinación con que lo habría hecho cualquier liberal alemán o francés. El único en intentarlo ha sido Manuel Valls, candidato a la alcaldía de Barcelona por una plataforma en la que participa Ciudadanos.

Barcos y honra

Vista la facilidad –y la velocidad– con que el PP y Vox se están entendiendo, será interesante ver qué hace Cs para, sin renunciar en ningún caso al desalojo socialista, zafarse del estigma de haber tocado poder autonómico por primera vez gracias a la varita ultra.

Una de las opciones, barajada en privado por dirigentes locales de Cs, sería no entrar en el Gobierno de la Junta que presidirá Juanma Moreno. Pero, además de resultar una extravagancia de alto riesgo entregar la Junta a un partido con el que se compite por el mismo espacio electoral, tal opción entrañaría un precio muy alto para los cuadros políticos de Ciudadanos Andalucía, legítimamente deseosos de tocar poder.

El partido naranja tendrá que hacer encaje de bolillos para ganar los barcos del poder sin perder la honra liberal. Es difícil, pero no imposible para un líder con las habilidades de Albert Rivera.