Otra vez Pablito con la varita. En el discurso de apertura del Consejo Ciudadano Estatal de Podemos, el vicepresidente segundo del Gobierno y secretario general del partido, Pablo Iglesias, ha propuesto como "tarea política fundamental para los próximos tiempos avanzar hacia un "horizonte republicano".

¿Cómo? “Construyendo alianzas con valentía y audacia”.

¿Por qué? Porque estamos es un "momento histórico de crisis de la Monarquía y del modelo de Estado que encarna" y porque "cada vez menos gente en España entiende, especialmente la gente joven, que en pleno siglo XXI la ciudadanía no pueda elegir quién es su jefe de Estado”.

¿Para qué? Para impulsar un proyecto que "fortalezca los derechos sociales, los servicios públicos, la igualdad de género, la educación y la cultura"; un proyecto modernizador capaz de resolver la crisis territorial y de dejar atrás un modelo económico basado en la "especulación inmobiliaria, la exclusividad del turismo y la contratación pública del que la Monarquía fue un ineficaz promotor".

El rey culpable

Aunque Iglesias imagina que sufrimos una democracia confiscada por la Corona, es difícil documentar de qué manera concreta, detallada y demostrable la Corona ha impedido en el pasado, está impidiendo en el presente o impedirá en el futuro que el Gobierno impulse una economía que no exclusivice el turismo o unas políticas que fortalezcan los servicios públicos, la educación y la cultura. ¿El rey culpable de nuestro modelo de “contratación pública”? ¿El rey culpable de la crisis territorial? ¿El rey culpable del monocultivo turístico?

Hay quienes reprochan a Iglesias con fiereza que propugne la república siendo miembro del Gobierno. Suelen ser los mismos que reprochan a los independentistas que quieran destruir el Estado mediante el cual han obtenido los cargos institucionales que ostentan. Y los mismos a quienes, sin embargo, no les parece mal que Vox se presente a las elecciones e intente gobernar en unas autonomías que quiere suprimir. Iglesias tiene tanto derecho a luchar por una república como Abascal a propugnar un Estado unitario. Hoy la república es tan inconstitucional como el Estado unitario.

Sueños, errores, emociones

El problema de Iglesias no son sus sueños, sino sus errores. Y no es el menor de ellos su fetichismo republicano: esa sacralización pueril de la República, pareja a una execración de la Corona que solo se sostiene atribuyéndole al rey unos poderes y una capacidad de influencia en el Gobierno que jamás ha tenido ni en esta ni en ninguna otra monarquía constitucional del mundo.

Con la crisis institucional de la corona provocada por los negocios de Urdangarín primero y las andanzas cinegéticas y financieras de su suegro después, Iglesias parece creer que ha llegado el célebre ‘momento populista’, teorizado por Ernesto Laclau y Chantal Mouffe como esa encrucijada histórica capaz de imantar toda una serie de demandas sociales y económicas heterogéneas hasta entonces dispersas. 

Se diría que el proyecto republicano de Iglesias es más emocional que propiamente racional. Los términos ‘monarquía’ y ‘república’ movilizan sinceras emociones en el corazón de mucha gente, sobre todo jóvenes, como recuerda Iglesias, que sí tiene razón al preguntarse “por qué la gente no puede elegir quién es su jefe de Estado”.

La tiene en eso pero no la tiene al suponer que, si comete un delito, ese rey jefe del Estado “no puede ser apartado de su cargo” por el hecho de ser rey: en realidad, no puede ser apartado porque los partidos y los ciudadanos así lo han decidido, lo que significa que podrá ser perfectamente apartado el día que decidan lo contrario. Un vicepresidente no solo debe saber eso: es que no puede no saberlo.