Si en el pasado el PSOE quiso ser, y durante bastantes años fue, el partido que más se parecía a España, en el presente el PP andaluz de Juan Manuel Moreno quiere ser el partido que más se parece… a aquel PSOE del pasado. Hoy, a quien más se parece el Partido Socialista es a Pedro Sánchez: no es que los PSOE del pasado no se parecieran a Felipe González o a José Luis Rodríguez Zapatero, pero mantenían una lealtad inconfundible a sí mismos, que a su vez complementaban con la lealtad y el parecido obligados a su secretario general. 

Pedro Sánchez ha creado un Partido Socialista de autor, y lo cierto es que por ahora no puede decirse que le haya ido mal, siempre, claro está, que no esté en la situación de aquel que se cayó desde un piso 14 y cuando, yendo por el piso 10, le preguntaban qué tal iba, él contestaba tan pancho: “Por ahora, bien”. En 2023, año triplemente electoral, lo sabremos. 

Los Vara, Pajes y Lambanes creen que es cuestión de tiempo que el Partido Pedrista Obrero Español acabe estrellándose; a la vista, sin embargo, de su muy notable hoja de servicios al país y del enérgico impulso dado desde España al exhausto navío de la socialdemocracia, bien pudiera acabar sucediendo todo lo contrario de lo que auguran los paladines periféricos del jacobinismo socialista.

Partido Popularmorenista Andaluz

A su manera, lo que Juan Manuel Moreno está ensayando en Andalucía es la creación y consolidación de un PP de autor. El Partido Popularmorenista Andaluz. Si Manuel I de Portugal impulsó el célebre estilo arquitectónico manuelino, nuestro Juan Manuel I de Andalucía está en trance de fundar el estilo político juanmanuelino: suavón en las formas, pragmático en los objetivos, ecléctico en lo ideológico, disciplinado en lo orgánico, pero también fríamente calculador –y aun descarado– en gastar una fortuna para garantizarse un universo mediático no beligerante en el peor de los casos y directamente dócil en el mejor.

El flanco débil de la estrategia juanmanuelina reside en el propio Juan Manuel: a su carácter le falta esa determinación de acero y hormigón armado que sí tiene el de Sánchez o tenía el de Felipe González o José María Aznar. Por eso necesita tener a su lado a tipos como Elías Bendodo o Antonio Sanz. En ‘Juego de tronos’, un personaje como Juanma no habría durado ni media temporada; uno como Elías habría agotado las ocho y habría pedido más.

Moreno tiene un temperamento posmoderno auque no exento de astucia que contribuye, y mucho, a moderar sus políticas y relativizar su ideología, pero esa misma elasticidad lo aboca fatalmente a la condescendencia, de modo que si el inquilino de Génova mira con buenos ojos a la ultraderecha, Juanma también lo hará, y si practica el vandalismo constitucional, Moreno lo imitará, y si se pone guay como intentó en su día ponerse Antoñito Hernández Mancha, Bonilla también se pondrá. 

Marianista, pablista, albertista, ¿ayusista?

Como el ‘Zelig’ de Woody Allen, Moreno es hoy albertista como ayer era pablista, anteayer marianista o mañana ayusista, de lo que cabe concluir que en realidad es un redomado morenista que ha conseguido convencer a todo el mundo de que no lo es. Hace solo unos años, nadie habría dicho de él que iba a convertirse en el más consumado ladrón de banderas de la política española. 

Los socialistas le robaron la bandera del andalucismo al Partido Andalucista y ahora los popularmorenistas se la roban a los socialistas. Hasta hace cuatro días como quien dice, si le preguntaban a alguien del PP sevillano, pongamos por caso, de quién era la bandera blanca y verde habría contestado con toda naturalidad: “Der Beti, miarma, ¿de quién va sé?”. 

Fue hacia 2006 o 2007, coincidiendo con la negociación del nuevo Estatuto de Autonomía promovido por Manuel Chaves, cuando en el PP-A descubrieron que la bandera con una franja verde, una blanca y de nuevo otra verde no era solo del Betis sino también de Andalucía. En realidad, aquel nuevo Estatuto era del todo innecesario, pero el Partido Socialista no quería perder comba en el nuevo y temerario ciclo estatutario inaugurado por Pasqual Maragall. Javier Arenas comprendió que tenía que apoyarlo y lo apoyó. Hizo bien. No estaba dispuesto a cometer el error de 1980, cuando la derecha boicoteó sin contemplaciones el referéndum autonómico.

De mártir a Papa

Este domingo 4 de diciembre se estrena como Día de la Bandera, recién instaurado por el Gobierno autonómico, que ha llamado a los ciudadanos a colgar la enseña andaluza en sus balcones o izarla en cualquier sitio visible. No es un llamamiento del Parlamento, sino del presidente de la Junta. Moreno quiere romper la inercia antiandalucista de la derecha social andaluza y lavar así las muchas culpas derivadas de su vergonzante pasado antiautonomista. ¿Se llenará de banderas andaluzas el barrio nacional de Los Remedios de Sevilla, territorio comanche para las izquierdas y enclave abrumadoramente pepero hasta que la irrupción de Vox obligó a los populares a compartirlo con los ultras? 

Pero es que, además de la bandera andalucista, Moreno está decidido a robarle al PSOE la bandera blanca de la sanidad, la bandera verde de la sostenibilidad y hasta la bandera, hoy algo harapienta, de la honestidad. Saqueador de banderas, el presidente sueña con instaurar una especie de ecumenismo ideológico que, simulando situarse más allá de la política, restablezca la unidad de los andaluces en torno a él mismo, no ya como simple presidente sino más bien como pontífice, como cabeza visible de una cristiandad andaluza reformada y arrepentida de haber votado durante tantos años a los herejes socialistas.

¿Quién iba a decirle al mismo tipo que el 1 de diciembre de 2018 estuvo a las puertas del martirio que solo cuatro años después iba a ir camino de convertirse en Papa? Ni a los guionistas de 'Juego de Tronos' se les habría ocurrido un argumento así. Como haya una novena temporada, ya tienen en quién inspirarse.