Las instituciones democráticas enfrentan desde hace años una creciente desconfianza que tuvo su punto máximo en España el 15M con el “no nos representan” o el “que se vayan todos.” Ahora, la ultraderecha en casi todos los países y algunos movimientos como los de los chalecos amarillos en Francia vuelven a contraponer al “pueblo llano” que dicen representar con las élites políticas de las cámaras legislativas y los gobiernos centrales.

Washington, Madrid, París, Bruselas... son las dianas de las diatribas populistas contra esas élites a las que acusan de estar alejadas de la gente de la calle que madruga y se sacrifica para sacar a su familia adelante, mientras la clase política supuestamente se pasea cómodamente por los pasillos del poder.

Asesores y consultoras se esfuerzan por brindar a sus jefas y jefes políticos, respuestas y opciones para favorecer una mayor comprensión del trabajo que se hace detrás de los escaños de los plenos, ya sean estos municipales, provinciales, autonómicos o estatales.

En la tarea de acercar a la ciudadanía la actividad política, hay dos corrientes que se disputan el favor de nuestros representantes: la de los expertos en marketing que apuestan por la política espectáculo y su exhaustiva penetración a través de las redes sociales, y la más discreta y sensata que plantea la necesidad de una pedagogía del trabajo político, que vaya más allá de las jornadas de puertas abiertas en los parlamentos.

La tendencia humana a sobrevalorar el trabajo propio y a restarle importancia al trabajo ajeno es el principal obstáculo que tienen los partidarios de una adecuada pedagogía política cotidiana para que ésta cuaje en las instituciones. No basta con las visitas escolares y de grupos a los parlamentos o las transmisiones en directo de las sesiones plenarias.

Al igual que miles de empresas han abierto las puertas de las fábricas para que su clientela conozca cómo se produce lo que consume, lo que se denomina turismo industrial, hay que ensayar nuevas fórmulas para que la gente palpe cómo funciona un hospital, un centro penitenciario o una base aérea o naval. Hay que ayudar a visualizar cómo se gasta el dinero público y cómo trabajan a diario nuestros representantes políticos cuando no están en un plató, en un mitin o en su escaño.

El ruido mediático que convierte en noticia la estridencia, la metedura de pata, el insulto o la mentira, hay que combatirlo con un relato bien armado y sólidamente apoyado en datos ciertos que transparente el buen trabajo y la rendición de cuentas de los servidores públicos.