El gran hito de los 58 diputados de Juanma Moreno no habría sido posible sin el cambio logrado en Sevilla. Ese comportamiento electoral del Partido Popular no se podría entender sin el equilibrio de fuerzas internas que logró alcanzar Juanma Moreno con la lista electoral de la capital andaluza. Nada mejor que corregir errores propios para poder ganar. Es muy recurrente entre los cafeteros de la política echar mano del Manual de resistencia de Pedro Sánchez para explicar muchos de sus comportamientos y peripecias. Moreno, en cambio, aunque aún no haya publicado ningún superventas de esos a los que nos tienen acostumbrados nuestros políticos, sí que les puedo decir que tendría para hacer una tesis sobre la resistencia y el aguante del tamaño de una obra de Santiago Posteguillo. Ahí es nada.

El rotundo triunfo del domingo es un triunfo de la persistencia de un político que hace apenas unos años era visto con escepticismo por los propios cuadros de su partido. Un militante de Nuevas Generaciones al que muchos mandamases acogían con dudas, alguien con un recorrido de segunda línea en política. Los que vieron a Juanma subirse al escenario a pie de calle San Fernando y sostener la bandera de Andalucía mientras era aclamado, podrían pensar que el camino que había llevado al malagueño allí había sido un paseo triunfal. Sin embargo, la andadura política del presidente de la Junta de Andalucía es una historia con muchas más espinas que rosas.

No hay que irse demasiado lejos en el tiempo. Allá por 2014, Mariano Rajoy, entonces presidente del gobierno, le espetó en un acto aquello de "Tú lo has querido, Juanma". Esa sentencia fue la que ungió a un tal Moreno Bonilla como candidato a la Junta de Andalucía, esa frase le ponía en sus manos las riendas del PP andaluz. No nos engañemos, Juanma Moreno fue aupado por el interés de Soraya Saénz de Santamaría de ganarle el poder territorial del partido a María Dolores de Cospedal. Muchas veces, las carambolas de la política colocan a uno en una posición ventajosa; ahora bien, hay muy pocos que saben aprovecharlas, sobre todo, cuando enfrente tienen a otras familias políticas deseando verle caer. Los grandes aliados de Juanma eran, además de Soraya, el jefe de gabinete de Mariano Rajoy, el diplomático Jorge Moragas, y, fíjense ustedes qué cosas, el Indiana Jones del PP, Javier Arenas. Jamás habrá nadie con el olfato tan fino como el de Olvera.

Soraya y Arenas le ganaron la mano a la dupla formada por Cospedal y Zoido, que querían que José Luis Sanz ocupara la presidencia del partido en Andalucía. A esta última dupla le cogió por sorpresa la candidatura de Moreno. De nada sirvió que María Dolores irrumpiera en el despacho del gallego para recriminarle su interés por que Sanz fuera el presidente. La respuesta del hombre que prolonga las eses fue clara: "Pues que se presenten los dos". Al ver las dimensiones y el desgaste que podía entrañar la refriega, su hombre, José Luis Sanz, decidió no dar la batalla y replegarse en Tomares, donde era alcalde, para esperar su momento. Sanz es un hombre de aparato, se crió al abrigo del PP de Sevilla. Arenas siempre lo consideró uno de los jóvenes más sólidos y serios de los que había en el PP. Hoy tiene su recompensa en forma de candidatura a la alcaldía de Sevilla.

Cuando se habla de las cualidades que debe tener un político se nombran atributos como la audacia, el carisma, la cercanía, pero siempre se olvida un aspecto capital: la paciencia. Y Juanma Moreno tiene un máster. Ganó aquel Congreso de 2014 y comenzó una travesía farragosa por la derecha andaluza. Llegó a la calle San Fernando desde una secretaría de estado, con el sambenito del anunciado batacazo y un equipo que no hablaba andaluz. Las provincias que no le apuntaban con la escopeta cargada, le violentaban brindándole la más absoluta indiferencia. Todos pensaban que lo del malagueño sería algo transitorio. En Sevilla se le esperaba con el cuchillo entre los dientes, con esas sonrisas tan peligrosas y mortíferas típicas de la política. La ciudad hispalense tenía un líder natural en forma de alcalde, Juan Ignacio Zoido, al que nunca le gustó lo orgánico y al que le había tocado sustituir a Arenas después de aquella victoria amarga en las autonómicas del 2012, donde el de las canas consiguió el hito de ganar al PSOE de Andalucía, pero no pudo gobernar, dejando aquella mítica frase de "hasta aquí hemos llegado".

Después de la etapa transitoria de Zoido como presidente del PP andaluz, en la que José Luis Sanz fue su secretario general, fue Juanma Moreno el que recogió el testigo de aquella sentencia de Arenas. Cuando Moreno desembarca en San Fernando nombra coordinadora general del partido a una joven sevillana, Virginia Pérez, una figura que se colocaría justo debajo de la secretaría general del partido, una número tres. Esa apuesta de Moreno por Pérez atendía a un único fin: tener controlado el PP de Sevilla y llegado el momento oportuno, asaltarlo. Ya les había avisado, la paciencia es una gran virtud. El asalto llegó años después bajo el nombre de “Operación Manijero” y con una conjura en forma de foto en la puerta de una caseta de la Feria. El mensaje era nítido: saquemos de la mesa camilla a los amigos de Zoido. Las dos caras de esa revolución interna compartían apellido, Virginia y Beltrán Pérez, los validos de Arenas y Juanma en aquel momento. Aquella batalla fue un pulso de San Fernando contra la dirección nacional, y Génova claudicó. La victoria se materializó en Virginia como presidenta del PP de Sevilla y Beltrán encabezando la candidatura al consistorio sevillano. Zoido y Cospedal perdían y el partido en la capital andaluza se partía en dos.

Si hasta ahora les ha parecido una historia compleja, agárrense, pues al guion aún le quedan un par de giros más. En 2018, en el congreso nacional en el que Pablo Casado salió como presidente, Juanma Moreno, aunque no apareciese en la conocida como foto de la pizza, salió escaldado como sorayista de pro. Uno de los principales objetivos que se marcó el de Palencia al hacerse con las riendas de la dirección nacional, era el de tomar con el control del PP andaluz, y para ello empezó por tratar de hacer suyos los aparatos provinciales. Ahí está el primero de los giros, los que eran de Juanma y Arenas, de repente, se convirtieron al casadismo. Así se llegó al último Congreso, en el que Génova apoyaba la disidencia de Virginia Pérez y Juanma Moreno impulsaba la candidatura alternativa del alcalde de Carmona. En este último baile no faltaron los audios filtrados, las peleas a cara de perro y otras muchas lindezas a las que acostumbra la política cuando todo queda en casa. Otra vez el PP de Sevilla roto, otra vez su guerra en los medios. Otro error grosero de todos.

Comenzaba estas líneas diciendo que no hay nada como corregir errores propios para poder ganar, y eso es lo que han hecho muchos de los protagonistas de esta historia. Virginia Pérez, por ejemplo, fue una de las últimas en bajarse del barco de Casado y Egea. Se mantuvo firme hasta el último momento, aunque, con el máster que tiene en trifulcas internas, ella tenía claro que sus aliados estaban muertos. Ella es la única persona que puede presumir de haber ganado en lo orgánico por partida doble. La primera al aparato nacional, con Cospedal al frente, y la segunda a San Telmo y al todopoderoso Javier Arenas. Nadie le podrá quitar eso, al igual que nadie le podrá quitar haber sido la presidenta del PP en Sevilla cuando la ciudad hispalense dejó de ser socialista y se tiñó de azul.

El PP de Sevilla y sus listas eran una auténtica bomba de relojería, y haber conseguido no solo que no explotase, sino engrasarla y convertirla en una máquina electoral, es mérito de la mesura, la paciencia y la habilidad de Juanma Moreno y de la altura de miras de Virginia Pérez. Cuando alguien tiene las de perder, siempre se enfrenta a dos opciones. Una es perder, inmolarse y morir matando, y la otra es buscar alternativas beneficiosas, lo que en política se conoce como win-win. No hace falta sacar el revolver si la gente ya sabe que eres buena tiradora.