La noticia política de agosto debería ser que delegaciones del PSOE y Podemos han comenzado en serio la negociación de las condiciones institucionales y programáticas para investir a Pedro Sánchez. En vez de eso, la noticia es que Ferraz convoca a colectivos sociales para acordar con ellos un programa político que luego someterá a la consideración de Podemos… y de los demás partidos.

Lo de ‘los demás partidos’ es un ingrediente que los estrategas socialistas han decidido que nunca falte en el menú, aunque para muchos votantes el plato que Pedro Sánchez le está preparando para este mes de agosto tiene un nombre: marear la perdiz.

Contingente, no necesario

Muchas veces, cuando juzgamos un determinado hecho político ya sucedido, parece que lo diéramos por inevitable, de manera que colgamos sobre ese dictamen inspirado en la fatalidad una serie de argumentos que explicarían por qué las cosas no podían ser de otro modo del que fueron.

Este esquema argumental de los analistas políticos se parece al que utilizan los cronistas deportivos al juzgar el resultado de un partido: cierto balón que dio en el palo y entró, pero bien pudiera no haber entrado, da la victoria a uno de los equipos y sobre ese resultado, inequívocamente contingente, los analistas cuelgan, como de una percha, los sucesivos argumentos que explicarían y justificaría por qué era lógico y natural que el resultado fuera el que fue y no otro.

El último balón

En las truncadas negociaciones entre el PSOE y Podemos para investir presidente a Pedro Sánchez, el último balón disparado por Pablo Iglesias digamos que dio en el poste socialista y no entró. Era un buen balón, con una vicepresidencia y tres ministerios dentro, y le fue servido a puerta vacía pero el pichichi morado falló. O quiso fallar porque pensó que, aunque él fallara, el balón entraría de todas formas.

Pues bien: que no entrara la pelota no significa que el partido lo ganaran los de Pedro Sánchez. Y tampoco significa que el encuentro acabara en empate. Precisamente por eso la grada se quedó estupefacta: los aficionados no daban crédito a lo sucedido. Acababan de asistir a lo nunca visto: un partido en el que ¡perdían los dos equipos!

Ruta suicida

Las encuestas certifican que los votantes de Podemos y del Partido Socialista están muy enfadados. Gestionar ese enfado con una nueva convocatoria electoral, que tanto parce tentar al presidente, es una temeridad.

Por fortuna, los dirigentes de ambos partidos ya son conscientes de que la repetición electoral sería suicida: basta repasar los elevadísimos porcentajes de votantes de la derecha que la desean para concluir que todos ellos acudirían a las urnas extraordinariamente motivados por la expectativa de sumar más que la izquierda, desmovilizada a su vez por la decepción con sus líderes.

Un cierto virus

Pedro y los suyos ya han dejado claro que, aun sin gustarles la idea, ellos intentaron de buena fe el Gobierno de coalición, pero Podemos lo rechazó. Esa pantalla ya quedó atrás, dicen. Ahora toca intentar el acuerdo parlamentario a la portuguesa. El razonamiento del PSOE es lógicamente impecable, pero políticamente puede que este viciado.

¿Viciado por qué virus? Por el virus del ventajismo: Pedro ganaría, ciertamente, el partido sacando petróleo de los errores de su adversario, pero su victoria bien podría ser pan para hoy y hambre para mañana porque tendría que gobernar con un socio envenenado por el resentimiento.

El factor humano

¿Acaso Pedro quiere hacerle pagar a Pablo el fracaso de su investidura como este le hizo pagar con dicho fracaso el veto de aquel a entrar en el Gobierno? La pregunta parece un disparate, sí, pero es que las interpretaciones ad hominem sobre la negociación entre el PSOE y Podemos no han cesado de ocupar un lugar privilegiado entre los analistas porque para muchos observadores solo el factor humano podía en última instancia explicar un fracaso que los argumentos estrictamente políticos no lograban esclarecer.

Si el PSOE llegó a ofertar una vicepresidencia y tres ministerios, que Podemos desdeñó sin calcular las consecuencias, es porque le parecía asumible un Gobierno de coalición con esa proporción de ministros morados. ¿Por qué lo que valía hace dos semanas ahora no vale? Porque, gracias a los errores ajenos, los socialistas constatan que tienen la oportunidad de pagar ahora por el pacto con Podemos un precio mucho más barato que en el primer intento.

‘Beau geste’

Cansinamente adornada con nuevos llamamientos retóricos a la abstención de PP y Ciudadanos, la decisión del presidente de regresar a la casilla portuguesa es legítima, claro está, pero puede que no sea la mejor decisión para encarar exitosamente la legislatura: sí la mejor personalmente para el presidente, que presidiría un Consejo de Ministros sin cuerpos extraños, pero no la mejor para una gobernabilidad confiada y eficiente.

En cambio, volver a la casilla morada del Gobierno de coalición sería una jugada muy bien vista por casi todo el electorado de Podemos y por una gran parte del socialista, que aplaudiría ese insólito ‘beau geste’ de Pedro I el Frío no solo porque indicaría generosidad, sino porque inauguraría una legislatura sin vencedores de ni vencidos, algo muy recomendable con una mayoría tan escuálida como la que apoyaría al Gobierno. Por lo demás, en tiempos como los actuales no conviene desdeñar el valor de la liberalidad como estrategia de negociación. 

La serpiente y el koala

El PSOE tiene perfecto derecho al gestionar con ánimo justiciero el error de Podemos, pero hacerlo con espíritu generoso puede que le fuera más rentable. Por desgracia, las cosas no parecen ir por ahí: la idea socialista de reunirse con grupos sociales para que hagan aportaciones a un programa político progresista está vestida con los mullidos ropajes un koala, pero tiene mucho de serpiente oculta entre la hierba.

Pedro, no se olvide, ya obtuvo su gran victoria al vetar con éxito a Iglesias con el argumento preventivo de que su presencia en el Gobierno sería un arma de destrucción masiva.

Tal como han transcurrido las cosas, un pacto de legislatura sería para Podemos un trágala, de modo la legislatura comenzaría para ellos no con una derrota, sino con dos: la del veto a Pablo y la del Gobierno de coalición. Mal comienzo. Malo para Pablo, malo para Pedro y malo para todos nosotros.