No es fácil adivinar cuál es el estado de ánimo que predomina entre los principales dirigentes y consejeros del Gobierno andaluz. Si están abatidos, no lo dejan traslucir. Aunque desde su primera victoria en la primavera de 1982 nunca se vieron en una situación tan apurada, procuran mantener el tipo.

Si el viernes se llevaban un disgusto al conocerse el temido acuerdo programático del PP y Cs, este sábado se llevaban una inesperada alegría con el puñetazo en la mesa que daba iracundo el líder de Vox, Santiago Abascal, harto del desdén que los naranjas muestran hacia su formación. En un tuit cuyo mensaje principal era avanzado EL PLURAL antes de que Abascal lo publicara en su cuenta oficial, el presidente del partido de extrema derecha decía esto:

“El francés de Ciudadanos [Manuel Valls, candidato a la Alcaldía de Barcelona] dice que hay que repetir las elecciones en Andalucía porque VOX tiene la lepra. Está bien, que se lo expliquen a los andaluces, y que sepan que la culpa es de Albert y de su ventrílocuo francés. Nos veremos en las urnas”.

La grieta

Valls había desencadenado las iras de Abascal al pedir, como viene haciendo el PSOE andaluz desde la noche electoral, un cordón sanitario para aislar a la extrema derecha en Andalucía y en España.

La grieta, cada vez más visible aunque a día de hoy no irreparable, entre Vox y Ciudadanos es el clavo ardiendo al que se agarran los socialistas andaluces, esperanzados en que naufraguen finalmente las conversaciones del bloque de la derecha para desalojarlos del poder tras 36 años ininterrumpidos de gobierno.

Sea a no enteramente sincera la desenvoltura con que se comportan en privado, varios de ellos consultados por EL PLURAL no tiran la toalla.

El mantra

La frase a la que se aferran como si fuera un mantra es “hasta el rabo todo el toro”, es decir, hasta que no haya investidura de un candidato de la derecha, no todo está perdido.

¿Tienen datos que alimenten ese optimismo? Más que datos, probablemente lo que único que tengan sea conjeturas bien fundadas, cálculos optimistas basados en el hecho aritméticamente incontrovertible de que un Gobierno de PP y Cs solo sería viable con el sostén parlamentario de Vox.

No es solo que si Juanma Moreno quiere ser presidente y Juan Marín vicepresidente solo puedan serlo con los votos de la extrema derecha, es que no podrían aprobar ni una sola ley ni validar un solo decreto en el Parlamento sin contar con los 12 diputados de Vox.

Las ilusiones

Sobre esa aritmética se apoyan las ilusiones socialistas, severamente menguadas el viernes después del mediodía cuando PP y Cs daban a conocer su acuerdo programático, ligeramente recuperadas una hora después cuando Vox difundía su apretada lista de exigencias al futuro Gobierno y reavivadas este sábado a última hora de la tarde por el desafío de Abascal a Rivera.

“A Rivera le importa un carajo Andalucía, él solo está pensando en ser presidente del Gobierno de España y no le importará sacrificar a sus peones andaluces con tal de lograr su objetivo”, conjetura en voz baja un miembro del Gobierno de Susana Díaz.

Otro alto cargo socialista consultado por este periódico reaccionaba así tras conocer el “nos veremos en las urnas”  de Abascal: “Vamos a esperar; por lo menos ya están pagando un peaje; y no han empezado”.

Dos (o tres) escenarios

La opinión que con más insistencia circula por San Telmo, sede de la Presidencia de la Junta, pone el foco en las elecciones generales. “Pedro tiene dos escenarios sobre la mesa: convocarlas en marzo o en mayo. Parece que él prefiere mayo y que Iván Redondo [su asesor de cabecera] se inclina por marzo, pero con Pedro nada es seguro”. La reflexión la hacía el miércoles a EL PLURAL una persona de peso en el partido y en el Gobierno autonómico.

En los cálculos de este interlocutor no entraba la posibilidad –remota hasta hace solo unos días–  de que Sánchez aguante hasta 2020 si, en lo que sin duda es una jugada de alto riesgo, convence a los separatistas catalanes liderados por Carles Puigdemont y representados vicariamente por Quim Torra de que den su voto favorable a los Presupuestos Generales del Estado. Los ocho diputados del PDECat son, en principio, la única pieza que le falta a Sánchez para recomponer el puzle parlamentario que en mayo pasado lo llevó a la Moncloa.

Torra vs. Abascal

Si, contra la mayoría de pronósticos, Sánchez aprueba los Presupuestos de 2019 no habrá adelanto electoral, en cuyo caso el temor de Ciudadanos se desplazaría a las municipales y autonómicas de mayo. Simultáneamente, la continuidad del Gobierno socialista gracias al independentismo del montaraz Torra le vendría a Rivera como anillo al dedo para blanquear su dependencia en Andalucía del extremismo neofranquista.

En cambio, si las generales se celebraran en marzo, Rivera tendría buenos motivos para postergar la formación de gobierno en Andalucía, pues el pacto de PP y Cs requeriría el apoyo imprescindible de la extrema derecha, una mala carta de presentación electoral para el candidato Rivera.

La perdiz de la investidura

¿Sería técnicamente posible marear tanto tiempo la perdiz de la investidura, hasta el punto de atrasarla hasta después de las legislativas si estas fueran en marzo, como ocurrió en 2015 con las municipales, cuando Susana Díaz hubo de esperar 80 días a ser investida? Sería posible, pero nunca desde luego con la connivencia del PP.

El plazo parlamentario de dos meses hasta la convocatoria de nuevas elecciones empieza a correr desde la primera votación de investidura, cuya fecha decide el presidente del Parlamento tras escuchar a los grupos. Si, tras las fiestas navideñas, Sánchez convocara elecciones para marzo, Cs tendría la tentación de aparcar la investidura andaluza para no verse estigmatizado electoralmente por su alianza con Vox.

Lo que ocurra el día 27, fecha de la constitución de la Mesa del Parlament, dará muchas pistas sobre el desenlace final del sudoku andaluz. Por si acaso, Vox ya ha advertido a Cs que no perdonará que alcance la Presidencia del Parlamento aliándose con el PSOE, que para el defensor de la caza Santiago Abascal es la principal pieza a abatir.