Murcia está hoy en el aire y mañana podría estarlo Madrid. No así Andalucía, donde las relaciones dentro del bloque conservador son mejores que nunca después de haber sufrido algunos reveses significativos, pero no críticos.

El hartazgo de Vox ante los engaños clamorosos del PP y el desdén explícito de Ciudadanos ha convulsionado el mapa político nacional y puesto en riesgo la cosecha institucional que tan trabajosamente recolectaron las tres derechas el 26 de mayo.

Un aviso en siete meses

El Gobierno de Murcia tendrá que esperar y el de Madrid tal vez también, pero los desencuentros de Vox con PP y Ciudadanos a nivel nacional no están afectando en lo más mínimo al Gobierno andaluz de Juanma Moreno, a quien Vox invistió presidente a precio de saldo.

Durante los siete meses de Gobierno, Vox ha sido un socio insospechadamente dócil que solo ha sentido necesidad de enseñar los dientes una única vez: con ocasión de la negociación de los Presupuestos, cuando logró doblegar a Ciudadanos obligando a los de Albert Rivera a sentarse con ellos, modificar partidas y firmar un documento oficial con el membrete de los tres partidos bien visible.

Repliegue de Cs

Desde el órdago de los Presupuestos y la aceptación por el Gobierno de las exigencias de Vox, las relaciones de las tres derechas han sido una balsa de aceite.

No obstante, lo que sí ha cambiado en estos meses ha sido la actitud de Ciudadanos -no así al del PP, que siempre fue de complicidad- hacia los ultras: los naranjas se muestran ahora mucho más temerosos con Vox, tanto que cuando el diputado Francisco Serrano disparató días atrás con sus barbaridades sobre la sentencia de La Manada, del partido nominalmente moderno y liberal no salió el más mínimo reproche.

Fue la propia dirección regional de Vox, y no la consejera de Igualdad Rocío Ruiz, adscrita a Ciudadanos, quien desautorizó a su locuaz presidente del grupo parlamentario.

Cuidado con Vox

El comportamiento apocado del Gobierno andaluz y de los dos partidos que lo conforman ante los exabruptos de Serrano evidencia que las derechas democráticas no quieren enfadar a Vox. Ambas saben ya que el partido ultra es peligroso cuando se irrita.

Pero es que, además, el Gobierno andaluz tiene buenos motivos para no encorajinar a los de Abascal: salvo el episodio pasajero de los Presupuestos, los diputados de extrema derecha no han puesto en ningún apuro serio al Ejecutivo, no le han exigido hasta ahora nada que este no pudiera darles, nada cuyo coste resultara para el Ejecutivo no ya humillante, sino ni siquiera comprometido.

Un precio asequible

El precio de la estabilidad sigue siendo bastante asequible para el inquilino de San Telmo. Al menos de momento, porque la izquierda sospecha que, bajo cuerda, Vox ha exigido despidos masivos de empleados públicos destinados en la llamada ‘administración paralela’ (entes instrumentales existentes en todas las administraciones).

Ayer mismo, el portavoz adjunto del Grupo Socialista, Rodrigo Sánchez de Haro, aludía a los “9.000 despidos anunciados”, después de que PP y Cs rechazaran en el Parlamento una moción socialista instando al Gobierno a garantizar el mantenimiento del empleo público.

Un horizonte lejano

¿Un desencuentro prolongado en Murcia y Madrid puede afectar al Gobierno andaluz? Si de la dirección regional del partido ultra depende, es poco probable. Cosa bien distinta sería que la dirección nacional decidiera en un momento determinado presionar a PP y Ciudadanos ordenando a sus peones andaluces apretar el cuello de Juanma Moreno.

Por ahora, la presión de Vox no ha empañado seriamente la imagen centrista que el presidente quiere dar de sí mismo y de su Gobierno. Aun así, queda mucha legislatura por delante y lo más probable es que los ultras vayan subiendo el precio de su apoyo a medida que se aproxime el horizonte electoral.