El escrito de queja ya lo ha presentado en el Defensor del Pueblo Andaluz y lo registrará próximamente en el Servicio de Sugerencias y Reclamaciones del Hospital Universitario Virgen del Rocío, pero ha querido también hacerlo público. Su autor es Francisco Mesa, tiene 73 años y nunca olvidará la terrible experiencia de su reciente estancia de varios días en la Unidad de Hospitalización de Salud Mental del centro hospitalario sevillano.

“La película Alguien voló sobre el nido del cuco me parece una comedia comparada con el infierno que he vivido y presenciado”, afirma Mesa en ese escrito cuya lectura pone los pelos de punta: enfermos hacinados, ingreso como adultos de niños de 14 años, instrucciones crueles, personal no especializado, enfermos con patologías muy distintas mezclados entre sí, trato indiferente o inhumano, régimen degradante y carcelario, puertas y armarios cerrados con llave, falta de intimidad, televisión obligatoria…

En una breve conversación con El PLURAL, Mesa recalca que detrás del deterioro de los servicios sanitarios se esconde un intento de privatización de los mismos. “Quieren dejar los servicios de salud mental para los pobres, para los más pobres que no se pueden pagar un seguro privado”.

Al contrario que tantas personas con alguna patología mental que prefieren ocultar su identidad, Francisco no tiene inconveniente en que su testimonio se difunda con su nombre completo. Su urgencia no es él mismo, sino la preservación y mejora de un sistema sanitario que ve en riesgo. 

El escrito

Reproducimos a continuación el contenido íntegro del escrito, que su autor titula ‘El infierno’:

Así denomino a la Unidad de Hospitalización de Salud Mental del Hospital Virgen del Rocío, de Sevilla. Y me quedo corto. He tenido la desagradable (muy, muy desagradable) experiencia de estar ingresado varios días en este manicomio propio del siglo XVIII.

 Como no quiero ser totalmente negativo, deseo aclarar que la limpieza es satisfactoria; la comida mejor que la de muchos restaurantes; el comportamiento del personal, acorde con las instrucciones que le son dictadas (en concreto, el de la psiquiatra que se ha encargado de mi caso). Manifiesto, por tanto, que no tengo queja alguna del trato del personal. Si acaso, de lo excesivamente celosos que son algunos y algunas en el cumplimiento de las instrucciones crueles e inhumanas que les dictan los Goebbels responsables de este infierno. La película Alguien voló sobre el nido del cuco me parece una comedia comparada con el infierno que he vivido y presenciado.

 A título no exhaustivo, como suele decirse, enumero hechos concretos negativos y de un grado  de inhumanidad insospechados:

-Las instalaciones son insuficientes para el número de ingresados, lo cual produce un hacinamiento que en nada ayuda a superar las situaciones por las que los enfermos están pasando. No hay intimidad ni espacios de tranquilidad ni un pequeño espacio al aire libre. A diferencia de otras áreas del hospital, donde hay dos camas por habitación, en Salud Mental hay tres, con muy poco espacio entre una y otra.

-Se mezclan personas con patologías y trastornos muy diferentes, y también de edades muy diferentes. Desde los 14 años los niños pueden ser ingresados como adultos. El ambiente es hostil y deshumanizado. Los pacientes vagan por los pasillos mientras los enfermeros y auxiliares permanecen tras las mamparas.

-Con el argumento de que hay pacientes peligrosos que pueden dañar a los demás o dañarse a sí mismos, el régimen es absolutamente carcelario e incluso degradante para todos los ingresados sin distinción. Así, por ejemplo, las puertas de las habitaciones permanecen cerradas con llaves y lo mismo sucede con los armarios en los que se guardan las escasas pertenencias personales que permiten tener. 

-Si un condenado en este infierno tiene necesidad de ir a los servicios, tiene que acudir a pedirlo al búnker en el que se hallan las enfermeras u otro personal auxiliar, casi siempre dedicado a tareas administrativas al parecer más importantes que las de ocuparse de los seres humanos a su cargo. El área de Salud Mental es la única en todo el hospital en la que el personal administrativo y sanitario está tras cristaleras.

 -Si un condenado en este infierno quiere descansar en la habitación, le dicen que las normas no lo permiten. Da igual la edad que tenga o su estado (en mi caso soy un hombre de 73 años, y en aquel momento sufría una gran debilidad física). Por la noche, el horario de irse a la cama es a partir de las once. Si alguien pide acostarse antes, las puñeteras órdenes no lo permiten y le aconsejan o sugieren que esperen en la sala de espera, viendo la televisión, con programas de imbecilización programada y de la peor calidad, lo más dañino para la salud mental de los condenados en este infierno, realmente abochornantes. La televisión funciona como una verdadera droga obligatoria incluso para quien no quiere verla.

-Para cualquier reclamación, el personal de la institución siempre invoca como un mantra las instrucciones y las normas diseñadas por una mente cruel. Los pacientes problemáticos son sometidos y controlados mediante medicalización excesiva o técnicas de contención policiales. Hay incluso ritos de humillación tan innecesarios como formar una cola para dar la medicación. 

-Según han denunciado asociaciones de enfermos y familiares, el personal de enfermería y auxiliar a cargo del área no está formado en salud mental. Además, es claramente insuficiente. Por ejemplo, hay un solo enfermero nocturno para unas 40 personas. 

-Todo lo expuesto hace que un espacio que debiera servir para curar o recuperar a los enfermos mentales, solo consiga agravar su sufrimiento y hacer empeorar su  estado. En el caso de que se cometan abusos, además, la impunidad es absoluta, porque el enfermo mental pierde su credibilidad, su dignidad y sus derechos en cuanto atraviesa las puertas de este infierno.

-Mi conclusión es que todo esto es una consecuencia de las políticas de recortes en personal especializado y que el comportamiento de esta unidad de salud mental está diseñado para ocultar el problema de las pobres gentes que nada importan a los que dictan y consienten estas crueles prácticas.

Repito que no culpo a título personal a nadie. Y sí acuso a quienes diseñan estos programas dignos de Goebbels pensados para esconder y ocultar la nefasta política de salud mental, prueba evidente de sus intenciones privatizadoras.

 Y, para terminar, confieso que he tenido una gran suerte al escapar de este infierno”.