En la muerte del padre.-  La pregunta es de una pertinencia sobrecogedora. Mi altocargo me lee el texto del hijo (andaluz) que acaba de perder a su padre (andaluz): “Los científicos aconsejan con obstinación cerrar las navidades. Las encuestas explican que una gran mayoría de los ciudadanos está a favor del endurecimiento de las medidas contra la pandemia. La tercera ola letal es mucho más que una amenaza. Llega el 24, fun, fun, fun. Llega el 31, matasuegras, convivientes, allegados. Llegan los Reyes, la ilusión de los niños… Tres semanas de colas interminables, de establecimientos abiertos, de calles atestadas…. La mano nada invisible del mercado ha sido más poderosa que la salud de los ciudadanos… Ahora que las cifras terribles se aproximan a las previsiones de los expertos resuenan frases de la cocina de la peor política… no nos temblará la mano… ¿Ahora no les temblará la mano? … Muy tarde y muy nunca para mi padre, al que enterramos ayer en medio de una desolación indescriptible… Tenía 66 años”. Sólo hay que dividir los comercios abiertos entre el número de fallecidos para averiguar a cuánto nos sale el muerto de estas entrañables fiestas…seguro que alguien los calculó en diciembre…Y acertó con la cifra “soportable”.

El fin del mundo.-  Eisenhower, espantado, convoca a los medios para que documenten aquella montaña de cadáveres en pijama de rayas. Hasta aquel día (dicen que Patton vomitó), había creído que se trataba de tóxica propaganda soviética. Fue el alto precio de banalizar a Hitler. En estas horas surrealistas, el sinvivir de nuestras vidas es preguntarnos sin tintes peliculeros si Trump será capaz de pulsar el botón nuclear y marcharse a jugar los últimos hoyos. De todas las percepciones del Apocalipsis, nunca un falso profeta había resultado ser tan verosímil.

Ha sido Echenique.- La causa de la causa del mal causado, la autoría intelectual de la toma del Capitolio hay que buscarla en los sótanos del chavismo bolivariano y sus conexiones con el socialcomunismo español. Aquellos ciudadanos inocentes de la libertad sin ira han querido compararlo con la charlotada de Tejero y las nada infrecuentes amenazas de los militares patriotas contra 26 millones de rojos hijos de puta. Nada de eso. Los prestigiosos politólogos constitucionalistas Abascal y García Egea (¿y tal vez un tal Rivera?)  han apuntando a Podemos. Mi altocargo no sólo cree que la conclusión es acertada sino que se anima a identificar al cabecilla de la conspiración: no es Pablo Manuel; es Echenique, amore. Salta a la vista.

Bendodocracia prodigiosa.- El primer capítulo del libro de la bendodocracia viene a decir que, al menos durante los cuatro primeros años de mandato, la culpa de lo que sea la tiene la herencia recibida. Hasta ahí, vale, todas las semanas escándalo bajo las alfombras de San Telmo. Lo que no sabíamos es que estos juegos de culpas con efectos retroactivos iban a alcanzar a los jefes nombrados por el propio Bendodo. Un cargo de la televisión pública con apenas diez meses en el machito (y van dos) se ha apresurado a salir a los medios a explicar que la culpa de su destitución la tiene… Susana. Lo que viene a ser que el cese de este muchacho ya estaba implícito en los últimos meses del Ejecutivo de la señora jefa de la oposición y se suma así a la lista interminable de las penosas herencias recibidas. Mi altocargo aplaude, patalea, chifla de pura admiración bendodocrática. Jamás se había visto tamaño prodigio: los nombra Elías (por Bendodo) pero la culpa de la destitución la tiene Susana (por Díaz). Y lo cuenta en los periódicos el propio damnificado. Cuánta finura, cuánta belleza. Alta política. Nosotros somos contingentes, Elías, pero tú eres necesario.