La crisis que viene.- Va una a Madrid, donde siempre pasan cosas. Una vez no hace mucho un azafato del ave se me acercó, me dio los buenos días y me dijo con una enorme sonrisa que había soñado conmigo. ¿Y fue bien?, le contesté. Maravillosamente me dijo. Fue un viaje agradable. Aunque después me dio por pensar que a lo peor el sueño no tenía tanto que ver con mis encantos como con la frecuencia elevada de mis viajes entre Santa Justa y Atocha. Y se me quedó esa ligera incomodidad en los adentros. Va una a Madrid digo y me reúno ( un sitiazo)  con una colega que es guiri y se mueve como los ángeles por los salones de los palacios, sean del independentismo sean del sanchismo. Viene crisis, me dice. Ya estoy con los ajustes propios del manual. Lo que traduzco por despidos más o menos pactados de personal. Cuando la dejo siento admiración y pereza. Estos guiris siempre tan eficientes, dice mi admiración. No soportaría otra vez ver a Pablo Iglesias con una pancarta en la Puerta del Sol, yéndose luego a dormir a un casoplón de 600.000 euros, dice mi pereza.

Doce años, sedición.- Lo siguiente es un scoop de periodismo puro. El es uno de los grandes; ha conseguido que sus fuentes, siempre protegidas, manen exclusivas de portadas a cuatro columnas. Nunca tuvo que rectificar, nunca se arrepintieron sus gargantas profundas. Vive el éxito con vermú. Me da una envidia que te mueres, envidias de la de verdad, de la mala. El lenguaje es corto, directo, sacado de Truman Capote sin haberlo leído. Doce años por sedición para los del procés, me dice. Y estoy segura de que así será. La última vez que yo di una exclusiva fue en el siglo pasado.

La vulgaridad y la furia.- Decíamos de Sartre el otro día y de su deliciosa disidencia en un mundo burgués y tolerante. La inelegancia es enemiga del talento y la grosería el camino más corto a la repulsión (mi altocargo copyriht, todos los derechos reservados). Cuando “esa señora Ayuso” quiso disentir del Supremo lo que le salió fue una quema de iglesias con monjas dentro. A estas derechas liberales en cuanto se quitan los bozales de la corrección política les sale del alma de su mapa genético el falangismo de los señoritos. Necia y faltona ella. Y la disidencia del coño insumiso, por cierto, es repulsiva por su explícita vulgaridad. Malraux decía que no terminaba de comprender un país en el que los comunistas como Alberti creían en la Virgen y los católicos como Bergamín eran comunistas. Yo, lo que es terminar (de comprender) tampoco.

¿Nos podrían ahorrar la campaña, por favor?-  Y ponernos todos los días en las radios y en los colegios y en las tertulias esa “conversación” entre Rajoy y Felipe. A la política le pasa como a la felicidad, que la entiendes mejor con los años serenos y los jarrones chinos. Sin las urgencias de las ambiciones y las charlotadas de los aduladores, también conocidos como asesores de imagen.

Josep Pla, ecologista.- Josep Pla se bajó del tren en su pueblo. Había un mitin de los anarquistas. Preguntó al llegar, ¿Cuánto tiempo hace que no llueve (luz blanca sin piedad y cielo azul inclemente). Dos meses, le dijeron. Pues en países así lo más revolucionario sería crear un régimen de lluvias estable. Más vale dejar a Bakunin tranquilo, escribió. El catalanismo (ahora llamaríamos  indepe) no fue a su entierro.  Pero la generación Greta debería hacerse un trending topic con flores digitales a Pla como genuino primer genio español combatiente de la emergencia climática. Con ochenta años de adelanto comprendió que los revolucionarios de la izquierda contaminan tanto como los capitalistas: es el clima, estúpidos.