Culpables de no sentirse culpables.- Llamadme listilla pero (yo) me lo veía venir. Así que el día de autos del acrónimo maldito dejé a un lado mis países y mi compañía de danza y mis pinitos reputacionales y me fui donde mi altocargo pudiera encontrarme a primera mano. Se maneja regular con materiales tan frágiles como la amistad y sus derivados emocionales. Pusimos la radio, sé que suena frívolo, como si fuera diciembre y 22, a ver qué deparaba el bombo. En toda la mañana me pude sacudir la sensación de asistir a un espectáculo movido desde otros sitios. Griñán, Chaves, Magdalena, Gaspar, Vallejo, no ha mucho los nombres que crecían en los labios… Fueron cayendo como mazazos las penas, la pedrea de la inhabilitación (más?), cruel redundancia, llevan años y años inhabilitados. Mi altocargo puso cara de entereza y tomó el wassap entre sus manos y se dejó el dedo en los pesares y las maldiciones. Las respuestas traían el plomo de la resignación, como si estuvieras enterrando a tu madre. Un endemoniado sudoku de las leyes, sus actores y sus meandros les ha convertido en culpables demonizados de unas culpas diferidas que jamás sentirán como tales.

El silencio de los sociatas.- De los sociatas de ahora. Y de muchos de los de antes. Ahí mi altocargo se derrama de indignación. En su elaborada opinión ha sido la jueza Alaya la que ha hecho la renovación del socialismo andaluz en medio del silencio ventajista y del remoquete del “respeto a los tribunales”. Hace unas ferias atrás, uno de aquellos que había andado con Chaves el camino, atragantado de alcohol y de mala conciencia, vino a decir en confesión: lo estamos dejando solo. Oímos hablar de la creación de una plataforma en defensa de la integridad moral, oímos prometer movilizaciones de cientos de influyentes a los que le escocía su silencio cómplice, oímos la organización de jornadas de expertos en derecho, jueces, catedráticos, abogados, dispuestos a poner en cuestión la instrumentación penal de las decisiones políticas. Se trataba de atajar el creciente impacto mediático de la conversión de Chaves y Griñán en forajidos. Pasó la feria. Pasó otra feria. Susana fue presidenta. Luego dejó de serlo. Fue el silencio cobarde de los sociatas. Dos tardes después (de la sentencia) compartí un rato con Guerra, al que le gusta que me guste el jerez. ¿Qué te ha dicho? Que es una tremenda injusticia. Mi altocargo sintió cierto alivio. Pero ha echado mucho de menos al Guerra tronador de los entonces ochenta.

Togas de los barrios altos.- Así que para aliviarse las heridas mi altocargo llamó donde los abogados y los jueces y los catedráticos. Allí le vinieron a decir que el derecho es una ciencia humana y que las buenas intenciones, a la larga, son de suyo prevaricadoras. Los políticos suelen tener el defecto de gobernar para que vuelvan a votarles y eso se lo tienen que mirar. ¿Pero dice la sentencia que Chaves se reunió con Griñán para decirle a Gaspar que le dijera a Magdalena que le ordenara a Paco Vallejo que hiciera fraude en los eres? ¿Qué día, dónde, hechos probados? No, la sentencia dice “palmariamente” (manda cohones)  que “no pudieron desconocer”. ¿Me estás diciendo que Chaves et alíi no puderon desconocer y que Aznar y Rajoy sí pudieron desconocer los robos y extorsiones de Bárcenas? No hubo respuesta al otro lado del teléfono. Se llama silencio positivo. Aunque para estas cosas, mi altocargo tiene una su propia respuesta. Dice así: si vas a los barrios bajos a un bareto con el suelo lleno de serrín y restos de cabezas de gambas es altamente improbable que te encuentres con un magistrado. Es más fácil encontrarlos en los barrios altos, donde hay sitio para aparcar un coche alemán al lado de un hermoso seto donde se entra a un jardín donde hay una piscina donde se llega un casoplón (de un magistrado) donde hay una fiestecita muy agradable y se cita sin cesar a Montesqueiu, entre risas y un cava cojonudo. Te mueres de risa con Montesquieu.

El voto cautivo y la red clientelar.- El abrazo de Sánchez e Iglesias es puro atrezzo. El abrazo se lo han dado el Voto Cautivo y la Red Clientelar. Fue el otro día, el día de la sentencia. El voto cautivo llevaba decenios en soledad, sin que nadie le hiciera caso, a veces incluso se le olvidaba a Arenas, que perdía las elecciones y no echaba mano del voto cautivo porque la cosa había pasado de moda. La sentencia de los ere ha venido no sólo a conjurar el bandolerismo socialista sino a resucitar la única explicación sociológica y política razonable de los casi cuarenta años de su perpetuación en el poder: el Voto Cautivo y la Red Clientelar. Por fin, en los pueblos andaluces, los señoritos pueden volver a salir a las puertas de los casinos y decirle a los taimados jornaleros y demás apesebrados: chorizos, que sois unos chorizos. Ese perfume tan familiar de la historia, que vuelve a su sitio.

Le di un válium, una canción de Amaral, un beso de buenas noches. Para que dejara de sentir la sensación, como aquel personaje de Hammmet, de que el universo al que se creía tan armoniosamente vinculado no era más que un decorado ficticio.