El próximo martes, 8 de noviembre, los estadounidenses elegirán al [teóricamente] presidente más poderoso del mundo. Más allá de debates, propuestas y escándalos, el verdadero peso que puede hacer inclinar la balanza hacia un lado u otro es Google. Así lo han demostrado Robert Epstein y Ronald E. Robertson, investigadores del American Institute for Behavioral Research and Technology [Instituto Americano de Investigación y Tecnología del Comportamiento] en Vista, California.

A la izquierda Robert Epstein y a la derecha Ronald E. Robertson, autores de esta investigación.

“De lo que estamos hablando aquí es un medio de control mental a escala masiva del que no existe precedente en la historia humana”, explican los autores del estudio, que ha analizado los comportamientos de más de 4.500 votantes en India y Estados Unidos. Los resultados demuestran que los rankings de búsquedas sesgados “pueden condicionar las preferencias de votos de indecisos en un 20 por ciento o más. Lo llamamos el efecto de manipulación del motor de búsqueda.

“Nuestros resultados sugieren que un motor de búsqueda tiene el poder de influir en los resultados”

Un porcentaje que puede ser crítico, aseguran Epstein y Robertson: “Dado que muchas elecciones se ganan por márgenes estrechos, nuestros resultados sugieren que una compañía dueña de un motor de búsqueda tiene el poder de influir en los resultados de un número sustancial de elecciones con impunidad”.

“Ese porcentaje puede ser incluso más elevado en determinados grupos demográficos”, de acuerdo con los datos que arroja la investigación. Y no solo eso, “el sesgo del ranking de búsquedas puede estar enmascarado hasta el punto de que las personas no sean conscientes de esa manipulación”. Esa falta de percepción por parte de los usuarios es lo más preocupante, a su juicio.

“Las personas pueden no ser conscientes de esa manipulación”

Epstein calcula que Google puede influir en el voto de un 2 por ciento de estadounidenses [más de dos millones y medio] el día 8. “Una cifra mayor que la diferencia de votos entre candidatos en otros comicios, como en el caso de la victoria de Bush frente a Gore”, escribía ayer David Shultz en Science. Sin embargo, la compañía niega las acusaciones de manipulación, hasta el punto de que el pasado mes de junio envió un email a The Washington Times en el que afirmaba que “Google Autocomplete [el sistema que completa automáticamente las búsquedas de los usuarios] no favorece a ningún candidato o causa”. Y añadía que “afirmar lo contrario simplemente es no comprender cómo funciona Autocomplete. […] Nuestras predicciones de autocompletado se producen en base a un número de factores, incluida la popularidad de esos términos”.

Se trataba de la respuesta a un vídeo de Matt Lieberman que suma más de 27 millones de visualizaciones entre Facebook y YouTube, en el que se acusaba al buscador de favorecer a Clinton.

En sus conclusiones, Epstein y Robertson son rotundos: “Habida cuenta que las compañías que gestionan motores de búsqueda actualmente no están reguladas, nuestros resultados pueden ser vistos como un motivo de preocupación, puesto que sugieren que esas compañías pueden afectar –y quizá ya están afectando- a los resultados de elecciones cercanas en todo el mundo”.