Juana es una mujer maltratada, no por la existencia de una sentencia de violencia que lo confirma respecto del que fue su marido, sino sobre todo porque la conducta de la víctima transmitida a través de los medios, lo está indicando sin la menor duda.

Juana no hace teatro, explaya su dolor y su terror, el que ella conoce mejor que nadie, y sigue al pie de la letra un asesoramiento totalmente errático. Los jueces, a su vez, han ido dando tumbos, sin poner las cosas en su sitio desde el primer día.

La violencia de género es estructural, es ideológica y produce unos efectos devastadores que quien asesora no debe ignorar si pretende ayudar en vez de equivocar. Porque luchar no es esconderse, sólo es una demostración de la debilidad en la que todavía siguen estando las mujeres que sufren violencia de género.

La jueza acaba de librar a la madre de cualquier responsabilidad respecto de estos dos niños, que la justicia ha puesto en manos del agresor, de ahora en adelante, lo que pueda ocurrir no podrá atribuirse al comportamiento de Juana. Salvo que esta salga corriendo detrás de los pequeños que es lo que en el fondo persiguen los agresores.

Que aprendan quienes asesoran y también, porque no, quienes juzgan, obviando que el  valor de la lucha por la igualdad nunca estará en esconderse como secularmente han hecho las mujeres, por la opresión imperativa de las leyes del patriarcado. Falta mucho para acercarnos, aunque sea de refilón, a la igualdad y mientras tanto los errores facilitan la posición de los agresores.

El combate ineficaz de la lucha contra la violencia de género es consecuencia de la persistencia del patriarcado y de la ignorancia del conjunto de la sociedad y de las instituciones en particular y nunca dejará de serlo si la víctima no recibe la atención que imperiosamente necesita para recuperarse en la medida de lo posible del estrés postraumático al que hemos estado sometidas secularmente y si a su vez no se deja de lado titulares pomposos como “El Pacto de Estado contra la Violencia de Género” y al mismo tiempo el terrorismo de género se oculta en un silencio escandaloso. Las noticias sobre el mismo son telegráficas, no existen debates rigurosos ni medios apropiados en su extensión, en su calidad y en su reproche para acercar el horror que representa una guerra inacabable contra la mujer.  El poder es masculino, y algunos, demasiados, no lo quieren compartir.