El senador de ERC Santiago Vidal dimitió esta semana, después de que el diario El País publicara algunos fragmentos de las conferencias que el ex juez impartía desde hacía meses por toda Cataluña. La perla que provocó su dimisión, un acto que realizó no porque creyera que había cometido un error sino para que quedara claro que no es español, fue el discurso en el que reconocía que la Generalitat había conseguido de manera ilegal los datos fiscales de todos los catalanes. 

En cuanto se conocieron los hechos, el Gobierno español y todos los partidos de la oposición en el Parlament de Cataluña, mostraron su indignación y repulsa por el hecho de que un ex juez reconociera públicamente que el gobierno al que da apoyo estuviera cometiendo un acto ilegal. Como el mismo ex magistrado reconocía en sus, supongo ya extintas, conferencias, "sería de tontos pensar que el Gobierno español nos facilitaría estos datos", así que resulta lógico e incluso comprensible imaginar que el Govern de Puigdemont esté realizando actos no acordes con las leyes del estado del que pretende independizarse. Pero nadie parece haberse preocupado por la expresión que utilizó para ilustrar esta actividad: "estáis fichados".

Basta una lectura del artículo en el que el diario del grupo Prisa hace un resumen de las conferencias de Santiago Vidal, para darse cuenta de que lo de menos es la corrección legal de los actos que podría haber iniciado el gobierno de la Generalitat. El ex juez, ex senador y con legítima voluntad de ser pronto ex español, describía, utilizando expresiones como "de los 801 jueces que hay en Cataluña, sabemos perfectamente quienes comparten nuestros ideales", o "en el cuerpo de los Mossos d'Esquadra ya se ha iniciado una búsqueda de infiltrados", el proceso de depuración que puede iniciarse en Cataluña el día después de la declaración de independencia. Se podría añadir el ejemplo práctico de la petición a los funcionarios de la Generalitat, por parte de la consellera de Governació, Meritxell Borràs, para que se pidan un día de fiesta y vayan a dar apoyo a Artur Mas en el inicio del absurdo y erróneo juicio por el 9-N. 

Frente a la actual paz lingüística que "Junts pel sí" promete conservar si Cataluña consigue la independencia, Santiago Vidal habla de una única lengua oficial, el catalán, y "una discriminación positiva para los castellanoparlantes que aún no hayan hecho la normalización", es decir, que vivan en la anormalidad. No es nada que deba sorprendernos, todo nacionalista necesita un contrario, pero sí debería preocuparnos, y mucho.

Los procesos de independencia conllevan siempre un enaltecimiento de los inmaculados valores de la nueva nación. La historia escrita desde la visión nacionalista no es ciencia, de la misma manera que las crónicas de fútbol de diarios que paga un determinado equipo de fútbol no pueden ser consideradas periodísticas. Unos y otros se basan en conseguir el objetivo de una ilusión común utilizando todos los medios a su alcance, a veces, aunque hay pocos casos documentados, incluso la verdad. 

Nada mejor para ilustrarlo que fragmentos de las conferencias del ex senador en las que les confesaba a los oyentes que: "en comarcas como el Baix Llobregat (mayoritariamente poblada por "no normalizados") les diremos a los indecisos, que sus pensiones subirán el mes siguiente de la independencia a un mínimo de 1.000 euros, ¿es triste, no? -  preguntaba Vidal - pero Cataluña será independiente gracias a los catalanes de corazón, como vosotros, y a los de "butxaca" (bolsillo)". 

Lo que no explicaba Vidal en sus conferencias, ni nadie le preguntaba, es con qué dinero se subirán las pensiones mínimas a 1.000 euros, o cómo iba a impedir el veto de España, Francia o Alemania, a la permanencia de Cataluña en la UE. Los nacionalismos, como las religiones, nacen con muchas respuestas que no admiten preguntas; como una inocente ilusión que casi siempre acaba en una cruel realidad; con un naïf proselitismo que puede acabar con tu nombre en una lista.