Aurora Moya -periodista de primera división- ha destapado en ELPLURAL.COM, la sombra inacabable y, desde luego perversa, del nacionalcatolicismo. Es para muchos ciudadanos muy duro ver que tanto el Rey Juan Carlos como su sucesor, Felipe VI, encabezan una cofradía religiosa cuyas raíces fueron una serie de generales franquistas. O sea, la mayoría de aquellos jefes militares golpistas. El dictador, por cierto, contó siempre con el apoyo absoluto de sus generales y de sus cardenales, de sus obispos y de sus sacerdotes, salvo unos pocos valientes.

Quienes recordamos la sangre y la muerte de los vencidos, no podemos, ni debemos, mantener nunca el silencio de los vencedores

Carlos Fernández escribió el libro titulado El General Franco (Editorial Argos Vergara. Junio de 1983). “En los primeros años del Régimen se instauró la Gran Orden Imperial”. Luis de Galinsoga, director de La Vanguardia Española, escribe en la biografía, Franco, centinela de Occidente, que en España “la vida ha sido conducida por el dedo de Dios”. El autor debía estar enloquecido. Ese dedo no sirvió sólo para complacer al tirano. En Burgos fue asesinado, entre otros, el general Batet por orden del llamado Caudillo de España. El catalán Batet era un general cristiano, de misa habitual, y al mismo tiempo un liberal de verdad, que era muy cercano a Manuel Azaña, sin duda alguna.

Por suerte han pasado muchos años ya desde la guerra de España. Pero quienes recordamos la sangre y la muerte de los vencidos, no podemos, ni debemos, mantener nunca el silencio de los vencedores. Ahora, el Rey Felipe VI ha aceptado su nombramiento de Hermano Mayor Honorario de una cofradía religiosa extremista, como antes ya lo hizo Juan Carlos I. Y todo esto es pequeño, obviamente. Pero esta cofradía tiene a gala recordar además con entusiasmo a los generales súbditos de Francisco Franco. El Rey Felipe VI se ha equivocado al tomar esta decisión. Tampoco acertó en su mensaje navideño, al molestar a algunos cuando les sugirió que no “agiten viejos rencores.” Cuídese Felipe VI, que se anuncian vendavales por doquier.