Bueno, bueno: andamos (felizmente) obsesionados con la ética política. Y un montón de políticos se acercan a los Tribunales con aspecto de delincuentes. Es un éxito de la democracia española.

Pero sería bueno que eso de la ética fuera algo común en cualquier segmento de la vida de nuestro país.

Hay que enseñar ética a los chavales en las escuelas. Igual alguno pide también religión: no me opongo según cómo y cuándo, pero lo que pido es que se enseñe ética desde muy joven a cualquier español.

¿Y los empresarios? Pues es verdad: cuando se habla de ética nadie habla de los empresarios. Los empresarios son buenos cuando ganan dinero, pero ¿vale todo en eso de ganar dinero?

Desde el mundo anglosajon empiezan a llegarnos mensajes de que existen “normas de buena conducta” en los empresarios. Por lo menos los que tienen empresas cotizadas en Bolsa.

¿Puede un presidente de una empresa cotizada ponerse un sueldo cien veces mayor que determinados empleados? Pues sí que puede. ¿Es ético? En mi opinión no. ¿Sufre la cuenta de resultados por esos sueldos atronómicos de determinados dirigentes empresariales? En absoluto: son calderilla en las cuentas de las grandes compañías. Pero no es ético.

Lo interesante de la ética es que no tiene nada que ver con el derecho penal, tiene que ver con el sentido común de cada momento y de cada sociedad. Dificilísimo de definir y de aplicar, pero imprescindible que la sociedad vea que existe.

El número de empresas que han fracasado en este tiempo, ha sido importante (parte de la crisis) y el número de responsables de esas empresas que se han marchado con millones, ha sido notable (parte de la falta de ética).

Un empresario puede anunciar una reducción de miles de empleados, pero ni dimite a continuación, ni se baja el sueldo al día siguiente. Cuestión de ética.

Repito: estoy feliz con que la ética haya entrado (de una u otra forma) en la vida política; ahora pido que la ética sea parte también de la vida de las empresas.