Tailandia acaba de incorporarse, bien que contra su voluntad, como miembro de pleno derecho a la página de recomendaciones de viaje del ministerio de Asuntos Exteriores español. En negativo, claro.  “Se recomienda viajar, dice, con extrema precaución y abstenerse de hacerlo por determinadas zonas”. El motivo, una serie de atentados con bomba y coordinados en varias ciudades del país, entre ellas la muy turística isla de Phuket. No es Tailandia, y menos en estas fechas, un destino turístico multitudinario de los españoles (salvo que haya boda), pero sí de los británicos, que se instalan allí igual que lo hacen en la Costa Blanca o en otros lugares del Levante español para pasar largas temporadas e incluso la jubilación completa.

Cualquier damnificado por el Brexit que en este momento esté preparando un viaje a Tailandia, o buscando allí un lugar tranquilo para su jubilación, cuando eche un vistazo a la página del Foreing Office verá unas recomendaciones muy parecidas a las españolas. Consecuencia: el británico en cuestión tendrá más motivos que antes para amar Benidorm a pesar del calor y la congestión playera.

Uno tras otro, varios destinos turísticos habituales para los europeos han ido saliendo del mapa de las preferencias. Entre los primeros y más importantes está Egipto. Los disturbios generados por la llamada Primavera Árabe en 2011 fueron seguidos de un breve gobierno islamista y un retorno a la situación anterior con golpe de estado militar incluido. En total, cinco años de inestabilidad e incertidumbre que han transformado la visita a las pirámides en una aventura que el turismo de masas sigue evitando. 

Más grave, por su proximidad a España, es la situación en Túnez. Las playas de la isla de Yerba y otros enclaves del Mediterráneo tunecino fueron durante décadas lugares muy frecuentados por los turistas europeos. Fue precisamente allí donde empezó la Primavera Árabe a finales de 2010 y es el único país donde se puede decir que ha tenido un relativo éxito. Se han celebrado dos elecciones democráticas y el gobierno goza de cierta estabilidad con partidos islamistas moderados integrados en el sistema.

Pero también de allí han huido los europeos. Dos atentados en 2015 contra turistas en la capital, con un saldo de 22 muertos, y en la playa de un hotel de Susa, con otros 37 muertos, dieron el golpe de gracia a un sector que genera cientos de miles de puestos de trabajo y un 7 por ciento del PIB. El islamismo radical, con una creciente presencia del Estado Islámico en la zona, augura un mal porvenir para el turismo en Túnez.

Turquía es otro país problemático. A pocos turistas se les ocurriría acercarse a la frontera con Siria o Irak, pero pasear por la muy sugerente Estambul también conlleva cierto riesgo. Nada más comenzar la temporada alta, a últimos de junio, un atentado suicida en el aeropuerto de esa ciudad causó 41 fallecidos y más de doscientos heridos. En la capital, Ankara, otro atentado del Estado Islámico causó un centenar de muertes el año pasado y a la amenaza yihadista hay que sumar en ese país a los extremistas kurdos del PKK, que también han llevado su campaña a la parte europea de Turquía.

El Cairo, Estambul, Túnez, e incluso París, agobiada por los atentados y atestada de policías y militares, han dejado de ser destinos apetecibles para quienes antes ceden la belleza por la seguridad y el sosiego.

Es por ello que, con mucha menos historia y sin museos dignos de mención, Benidorm se ha convertido, con sus rascacielos y sus aguas cálidas, en un destino turístico del que no se apea nadie. Para el puente de la Virgen de agosto los turoperadores aseguran que no queda ni una sola plaza hotelera libre en la costa alicantina.

Los gurús del sector se muestran radiantes, pero reconocen que una buena parte del éxito se debe a la demanda extranjera, que ya comenzó entre abril y junio. Un dirigente de Exceltur, una asociación sin ánimo de lucro que reúne a lo mejor del turismo nacional, lo ha calificado de “tsunami de turistas prestados”.  Según sus datos, Egipto, Turquía y Túnez perdieron en conjunto hasta mayo cerca de cinco millones de turistas, mientras que España ganó más de dos millones de viajeros internacionales. Eso significa que nuestro país ha atraído a cerca de la mitad de los turistas que antes apostaban por los países que ahora afrontan problemas.