[[{"type":"media","view_mode":"media_large","fid":"41645","attributes":{"class":"media-image size-full wp-image-365951","typeof":"foaf:Image","style":"","width":"645","height":"370","alt":"El presidente en funciones de la Generalitat, Artur Mas, durante su tradicional discurso de Fin de A\u00f1o, desde el Sal\u00f3n Mare de D\u00e9u de Montserrat del Palau de la Generalitat. EFE\/Generalitat"}}]] El presidente en funciones de la Generalitat, Artur Mas, durante su tradicional discurso de Fin de Año, desde el Salón Mare de Déu de Montserrat del Palau de la Generalitat. EFE/Generalitat



“Lo que nos negaron las elecciones lo hemos conseguido con la negociación”. Son palabras del propio Artur Mas en su comparecencia ante los medios. Poco afortunadas para un demócrata, por otra parte. El president en funciones ha anunciado que da “un paso a un lado” y cede la candidatura al alcalde de Girona, el periodista Carles Puigdemont. Mas ha dicho que el precio de su cabeza era que los cupaires cediesen dos de sus diputados – eufemísticamente, “que se integren en la dinámica del grupo parlamentario de Junts pel Sí – y que se comprometan a no votar en contra del gobierno con ningún partido de la oposición.

De ésta manera, el president saliente asegura varias cosas. La primera, evitar la convocatoria de unas elecciones en las que Convergencia habría tenido que presentarse sola sin el paraguas de Esquerra; la segunda, el descalabro que todas las encuestas le vaticinaban; tercera, acabar desarticulando a las CUP, sometiéndolas y dejando a la formación radical sin alma. En un documento suscrito por JxS y la CUP se explicitan todos éstos extremos.

Las preguntas son ¿dónde queda el movimiento asambleario del que los cupaires han presumido hasta ahora? ¿Qué asamblea ha aprobado el documento? ¿Qué asamblea decidirá quienes han de ser los diputados o diputadas que deberán pasar por las horcas caudinas de los convergentes?

Pero el pacto de sangre va más allá. Según dicho documento, las CUP se comprometen a hacer “autocrítica” y renovar a los miembros de su grupo parlamentario. O sea, una purga en toda la regla. Anna Gabriel y otras personas que han destacado por su oposición radical a investir a Mas están en la cuerda floja. ¿Se someterá a una asamblea quienes deben permanecer en el parlamento catalán o eso ya lo ha decido Mas por las CUP?

Todas éstas cuestiones están, a día de hoy, por responder. La diputada cupaire Reguant, no ha sabido qué decir a preguntas de los periodistas. Se ha refugiado en que ellos están ahí para defender la república catalana. No se ha querido pronunciar ni sobre el sucesor de Mas ni sobre nada que no fuese el guion.

Resumiendo, Mas edita una nueva edición del Cid Campeador y gana una batalla después de muerto, consiguiendo que la CUP se quede calladita toda la legislatura, que le proporcionen a JxS la mayoría estable que necesita y, además, quedando como un héroe.

Un héroe que no se ha cortado en amenazar
“Ahora me conocerán mejor”. El ex candidato a la presidencia ha dicho que dimite del cargo, pero no de la política. Piensa atrincherarse en convergencia, renovar el partido, y ayudar en “todo lo que le pida el parlamento y el gobierno de la Generalitat”. Algo parecido al papel que José María Aznar ejerce sobre el PP. Guardián de las esencias, Mas se ve liberado de la carga que supone la gestión diaria. Puede jugar el rol de ideólogo, de sumo sacerdote, de oráculo, de censor.

Lo ha dejado entrever cuando ha dicho que los catalanes no han sabido siempre entenderlo como president, quizás porque no le conocían lo suficiente. Ha añadido en un tono muy curioso que ahora lo iban a conocer mejor. Como Edmundo Dantés dice al pérfido Danglars cuando éste le comenta que no tenía idea de que existiese una fortuna como la suya, y Dantés susurra siniestramente que ya le dará ocasión de conocerla mejor.

Miquel Iceta, primer secretario de los socialistas catalanes, lo ha dejado claro en su intervención a propósito de los sucesos de hoy. “Esto puede ser una buena solución para convergencia, pero no para los catalanes”.

Las preguntas que nadie ha contestado son quién ha convencido a Mas para que lo deje – hace 48 horas no había manera – y con qué se ha presionado a la CUP para que se haya entregado con armas y bagajes. El matrimonio entre el liberalismo neocon y el anticapitalismo radical ha sido posible, es evidente. ¿Pero quién lo va a acabar pagando más caro de los dos? ¿Tiene algo que ver el calendario judicial de los Pujol o el del tres por ciento con que Mas lo haya acabado dejando? ¿Los papeles acerca del origen de las CUP que desaparecieron de la sede de los Mossos estarán en poder de alguien? ¿Qui bono, qui prodet, que dirían los clásicos? ¿Y el precio, cuál es?

Porque los tamayazos se pagan. Tarde o temprano.