El expresidente de la Generalitat, Jordi Pujol (i), acompañado de su esposa, Marta Ferrusola (d), salen de su domicilio de la Ronda General Mitre donde agentes de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) de la Policía Nacional hicieron un registro. EFE



Detenciones por corrupción. Dos tesoreros en la cárcel. Registros de la Guardia Civil en la sede de su partido, en la sede de la fundación convergente. La familia Pujol al completo imputada por presunto delito de corrupción. El país dividido. Sin la presidencia garantizada, sin gobierno, sin salida. Pero Artur Mas sigue hacia adelante, y no cesa a cargos que están implicados en asuntos de flagrante corrupción, sigue hacia adelante en ésa carrera hacia su suicidio político y el de toda una formación política, CDC.

Sigue hacia adelante arrastrando tras de sí a todo un país, Catalunya, a todo un estado, España
¿Por qué? ¿Vanidad, ceguera? No. Es mucho peor que eso. Mas ha fiado su acción de gobierno una sola carta, la de que con la presión, el gobierno de la nación cedería. Todos sus consejeros áulicos, de David Madí a Francesc Homs, le aseguraban que Mariano Rajoy acabaría por ceder. Sabedores que el pastel de la corrupción iba a estallarles más pronto que tarde en toda la cara, lo sucedido en Catalunya en los últimos cinco años se puede entender como una lucha contra reloj de Mas y de convergencia para hacer confluir los casos de presunta corrupción con el proceso independentista.

Si lograban tapar la corrupción con una bandera, podrían decir – lo han hecho ya – que eran víctimas del estado, que España conspiraba contra dignos patriotas y que todo era un montaje. Ésa parte les ha salido bien, gracias a la movilización del electorado convergente, sumado al de Esquerra y a la gente que, desde el independentismo, se ha apuntado creyendo que a Mas le importaba algo tener un estado propio. Pero llega un momento en el que, como decía ayer un alto cargo hasta hace muy poco acérrimo defensor de Mas, o le das carne al león, o el león se te acaba comiendo. Y la carne de la república catalana puede serle indigesta a Mas.

“¿Estás loco, president?”
La corte que orbita alrededor de Mas, y ojo, que las defecciones son cada día mayores, lo jalea en público para, acto seguido, ponerlo a parir en privado. En los pasillos, clandestinamente, muchos fidelísimos al president ya no tienen reparos en decir que Mas está loco, que pactar con las CUP es impensable, que el pacto para proclamar la república catalana es una provocación al estado, que se ha cargado el edificio de la política catalana y que hay que buscarle alternativas. A él y a la situación actual.

Pero jamás le dirán a Mas que está metiendo la pata hasta el corvejón, que se vaya y deje el sitio a otro. No le dicen que, si se interviene la autonomía, los que perdemos somos todos los catalanes, y no solo CDC. Que si la situación de agrava, las consecuencias la vamos a pagar entre todos. No le argumentan que no todos tenemos cuentas en el extranjero, como Pujol reconoció que tenía, ni cajas fuertes con miles de euros dentro, como Rossell. No tienen coraje cívico. Son cobardes.

Carme Forcadell, tras ser elegida Presidenta de Parlament de Cataluña. EFE



Convergencia, dicen los voceros oficiales, es ahora más que nunca una piña. ¿Solidarios? No, asustados. Asustados al ver a una Carme Forcadell de presidenta del Parlament que, en su primer discurso, se muestra sectaria. Asustados al ver que se pacta con las CUP. Decía ayer un empresario afín al pujolismo que era increíble cómo, sin tener asegurada la investidura como presidente, con medio partido en la cárcel o imputado, teniendo que haberse entregado a Esquerra y a los radicales de las CUP, Mas seguía diciendo que todo iba según lo previsto. Porque lo dice. Ha interiorizado su propia mentira.

“President, ¿te has vuelto loco?”, le dijo a Mas un notabilísimo empresario catalán, según nos cuenta él mismo, en el marco de una cena privada. Intentando hacerle entrar en razón, le expuso la situación gravísima de las arcas de la Generalitat, las empresas que se han ido, las que se irán, la crisis social. Mas solo acertaba a decir que no le habían dejado otra solución, que aceptaría cualquier oferta por parte de Rajoy, que no puede pactar con nadie que no sea Esquerra a los CUP. Cuando el prestigioso empresario le fue desmontando uno por uno el rosario de excusas, Mas estalló. Dando un puñetazo en la mesa – últimamente parece haberse acostumbrado a esto – le gritó “Oye, ¿qué pasa, es que tú tampoco quieras que siga siendo el president?”. Negación de la realidad y agresividad. No es locura, pero se le parece mucho.

Si Dios vuelve locos primero a aquellos que quiere perder, como decía el poeta, Mas está total y absolutamente perdido. No tiene a políticos ni periodistas ni intelectuales que tengan el coraje de decirle que se vaya. Aceptan su locura a cambio de sus cargos y sus prebendas. Pretenden vivir de esto hasta que llegue el siguiente Mas. Cobardes. Que es algo mucho peor que estar loco.