Durante los días 12 y 13 de noviembre se llevará a cabo la clausura del VII Encuentro Internacional de Educación organizado por la Fundación Telefónica. En ella se expondrán algunas de las ideas y conclusiones que han surgido durante los dieciocho meses en que se ha desarrollado este evento destinado a analizar la Educación del siglo XXI, en foros online y presenciales y entre profesionales españoles y de distintos países iberoamericanos. Algunas las podemos ya avanzar aquí.

A diferencia de las anteriores ediciones de este encuentro educativo impulsado por Fundación Telefónica, en esta ocasión se ha llevado a cabo de forma internacional y apostando por una doble actividad, presencial y virtual, buscando de esta manera una mayor participación y potenciando la interacción a través de las redes y las nuevas tecnologías, las llamadas TIC (Tecnologías de Información y de Comunicación).

De entre las conclusiones que se pueden extraer de los debates que se han realizado en su seno, cabe destacar, en primer lugar, se han destacado tres conceptos e ideas en relación con el futuro inmediato de la educación. El primero es incertidumbre, un incertidumbre que provoca un futuro complejo y abierto que implica un segundo concepto, el cambio. El primero produce falta de certeza e invita al segundo, a cambiar el panorama cultural y organizativo de la educación, a encontrar información diferente para no repetir, a educar a los propios educadores para que se adapten dentro de los nuevos entornos de intercambio de información. Solo así la incertidumbre desaparecerá. Se debe mirar hacia modelos educativos más participativos e innovadores, y los profesores son el motor del cambio. Y esto conlleva la tercera idea, el componente social de la educación. Es inevitable potenciar la construcción social de la educación dada la mayor relación entre los individuos, buscando redes personales de aprendizaje a la vez que grupales, apostando por una mayor creatividad a la hora de enfrentarse a la compleja diversidad de la realidad.

La segunda conclusión que cabe reseñar de este foro educativo está vinculado a la tecnología, insoslayable de la calidad educativa del futuro. Las TIC conectan el aula con ámbitos locales y globales, aunque también conllevan una necesaria reconfiguración del papel de los tres agentes participantes en la educación: alumnos, profesores y padres (familia). Este escenario expuesto ha llevado a muchos docentes a concluir que nunca fue mejor ser profesor que en la actualidad, pues se han multiplicado los recursos, la innovación y las posibilidades en el plano creativo que ofrecen las TIC. Y se han constatado los enormes valores de Internet en el proceso educacional, evidenciando que el desarrollo de los alumnos que han trabajado en el mundo virtual es muy superior al resto. Sobre todo porque las mejores ideas han surgido de grupos multidisciplinares sin necesidad de ser presenciales, sino conectados por la red. El espacio de trabajo se expande de esta manera y se crea una mayor motivación y una clara horizontalidad en la organización grupal. Y esto impone una necesidad de innovación constante que tomando modelos anteriores acaba reformulándolos y creando nuevas formas de transmisión de información en la educación. El docente debe mezclar los contenidos en el aula así como la manera de transmitirlos. El aprendizaje es tan social como interactivo y se debe trabajar el desarrollo comunicativo del alumno en ambos sentidos. Que aprenda a trabajar en equipo a la vez que a adquirir una voz propia.

El espacio en que se educa también debe enfrentarse a cambios e innovación. El director de cualquier centro y su equipo directivo se alzan como figuras esenciales para que su espacio posea liderazgo. Deben pensar que están educando a ciudadanos del siglo XXI y que, por tanto, deben atender a las nuevas realidades. Es decir, llevar a cabo una educación integral acorde con los tiempos y adoptar como centro educativo una renovación constante, aprendiendo y adaptándose a las situaciones cambiantes. Para ello tienen que articular en conjunto tres puntos estratégicos a la hora configurar su modelo educación y que corresponden a las necesidades, gustos e intereses del alumno, de la comunidad y de las necesidades académicas.

Dentro del centro, el papel del docente, ha cambiado. O debe hacerlo. Su rol es diferente y debe adaptarse a las nuevas realidades. En este sentido, se han concretado cuatro posicionamientos en su labor:

1. Mediador que oriente en el proceso de transmisión de una información que debe ser transformada para que sea útil.
2. Facilitador del desarrollo de las capacidades del alumno: este debe ser su propio educador y el profesor ayudarle a conseguirlo.
3. Impulsor de la adaptación a los cambios, ayudando al alumno.
4. Recomendador o buscador de contenidos dentro del enorme trasiego de información que puede encontrarse actualmente tanto en la red como fuera de ella.

La formación del profesor es fundamental si su papel cambia radicalmente. Tiene que variar su posición y su papel con respecto a lo que era antes. Debe actualizar sus conocimientos de manera continua y adaptarse a los cambios constantes. No de manera convencional sino a través de medios virtuales, de comunidades compartidas y conformando equipos pedagógicos de intercambios de ideas y de experiencias. Experimentar con un aprendizaje que transforme espacios y metodologías. Y ser consciente que los contenidos y el lenguaje se deben vincular a los intereses de los jóvenes y de la realidad en la que tendrán que convivir en el futuro.

Por otro lado, se ha constatado que cada vez es más relevante atender a las emociones en las aulas. El aprendizaje no es tan solo una cuestión de raciocinio, sino también algo emotivo. En este sentido se debe tener en cuenta el papel tanto personal como colectivo/social del alumno, creando en él una autoconciencia de sus emociones para que después sepa gestionar aquello que le sucede. Potenciar su empatía o conciencia social mediante su habilidad para relacionarse con los demás en un nivel colaborativo y no de poder. Las competencias sociales se pueden aprender y la inteligencia emocional ayuda a conseguir que mejore la convivencia en las aulas, algo que en el futuro hará que el alumno sepa gestionar mejor sus posibles problemas. Trabajar lo emotivo ayuda a ciertas habilidades sociales, como son la capacidad para expresarse o involucrarse con los demás, el propio proceso de adquisición de conocimiento, el respeto a la diversidad… La escuela no debe ser un espacio tan solo para pensar, sino también para vivir y convivir. Un lugar de educación integral.

Por último, se han llegado a varias conclusiones con respecto al papel de la familia en el proceso educativo, teniendo en cuenta que el concepto de familia se ha reconfigurado, o está reconfigurándose. El rol de la familia es determinante para crear un fuerte nexo entre familia-sociedad-escuela y la situación del alumno dentro de esa relación. En este sentido, han surgido cuatro puntos relevantes:

1. La nueva familia educadora debe ser: activa, global, abierta, con una mirada integral, participativa, conectada interna y externamente, y desarrollar y fomentar un pensamiento crítico.
2. Las relaciones dentro de las familias: es imprescindible que el niño sea el interés de la familia y los padres ayuden en el proceso de su educación.
3. La relación familia-escuela: concienciar de que toda la sociedad es responsable de la educación de los jóvenes. Generar clima de confianza en todos los estamentos.
4. Las familias aprenden. La realidad virtual rompen los muros escolares y del hogar y los nuevos entornos informativos en los que se mueven los jóvenes son accesibles a la familia y deben saber usarlas y analizarlas de manera crítica. Habilitar espacios en el que todos los agentes puedan enseñar y aprender.

Estas conclusiones generales serán el punto de partida de las diferentes ponencias y debates que durante los días 12 y 13 de noviembre se desarrollarán en Madrid y a partir de las cuales podremos tener una visión mucho más global y específica acerca de qué enseñar, de cómo y dónde hacerlo y del papel de cada agente involucrado para poder, de este modo, tener una idea de cómo será la educación del siglo XXI, es decir, de la educación presente.