Curro Cañete, el periodista que la ha 'traído de vuelta' al mundo de los 'vivos' a través de una entrevista en Vanity Fair no se esconde desde el primer párrafo de su 'diálogo' y escribe: "Hasta enero de 2013, si a alguno de los que conocíamos y tratábamos a la escritora Irene Zoe Alameda nos hubieran preguntado por ella, hubiéramos respondido con total sinceridad: “Escribe muy bien y es trabajadora, amable y comprometida”".

Irene Zoe Alameda, alias Amy Martin.



Convenientemente, su caso estalló al tiempo que el escándalo Bárcenas
Pues eso, a partir de esta confesión, Amy Martin de la mano de su amigo Cañete cuenta 'su verdad' sobre su mínima e intrascendente historia personal, pero que le llevó durante unas semanas a convertirse en la 'tonta útil' que utilizaron el PP y algunos medios de comunicación, en especial 'El Mundo', para intentar 'tapar' o al menos contrarrestar el estallido del caso Bárcenas.

La salida del 'armario del tiempo' de Amy Martin/Irene Zoe Alameda es tan de vodevil como lo fue su aparición en los periódicos y telediarios (cuyas interioridades le contamos en ELPLURAL.COM ). Así, después de muchos detalles intrascendentes en los que intenta 'vender' una novela que al parecer publica este año, insiste en hacernos creer que su marido, Carlos Mulas, gerente de la Fundación Ideas no sabía que ella, Irene, era la Amy  a la que compraba a espléndidos precios (hasta 3.000 euros por alguno) 'sesudos' artículos sobre casi cualquier cosa.

Una tragedia irrefrenable
Melodramática hasta rozar el ridículo, dice Amy/Irene en la entrevista que "lo que comenzó como un simple reto y un juego intelectual se fue contaminando de realidad y complicándose... hasta el punto de acabar en una tragedia que yo no podría haber frenado en ninguno de sus actos". Daría la risa algo tan pretencioso, si no fuera porque como ella reconoce hablando de su marido, que parece que no buscaba sino ayudar a alguien de quien estaba ciegamente enamorado a pesar de todo: "lo que para mí fue un juego de ficción, una creación que progresivamente iba trascendiendo la realidad, acabó con arruinar inmerecidamente el trabajo de una persona muy valiosa".

Como si fuera un gran personaje de una gran novela, la pequeña mujer, al contar el final de su pequeña historia asegura que fue ella la que puso fin a sus colaboraciones porque "para Amy los encargos tenían una dimensión demasiado ideológica, y a mí me desgarraba seguir alentando a Amy en secreto". En la alucinación de que es el personaje que ha creado, en la entrevista de Vanity Fair, la 'artista', que dice que "donó a la Fundación" todo el dinero que había cobrado en su 'mundo Amy', anuncia que su abogado "ha hecho una selección de noticias que va a demandar (sic) por faltas graves al honor, fundamentalmente por insultos directos y mentiras manifiestas", y remata: "En fin, cuando acumulas cierta trayectoria profesional, especialmente dirigiendo equipos, es normal que haya algunas personas que te guarden rencor, así que comprendo lo que pasó".

Arrepentida por su insensatez
Irene/Amy reconoce sentirse arrepentida por "mi insensatez", y hace una formal petición de perdón 'urbi et orbe': "pido perdón a cuantos se hayan sentido ofendidos, y por eso inmediatamente doné de vuelta (sic) cuanto había cobrado. Como ya he dicho, a la institución y a su director, Carlos Mulas. Ya se lo he pedido. También a aquellos seguidores de mi trayectoria, lectores de mis obras, espectadores de mi cine, oyentes de mi música, que se pudieron sentir confundidos o decepcionados por lo que se publicó sobre mí. A ellos les pido perdón desde aquí".

Eso sí, da a entender que de alguna forma ya ha pagado por su 'error' de formas espirituales, evanescentes y 'literarias': "viví aquello como una muerte figurada, pues el reflejo que hasta ese momento había proyectado en los demás, y que el entorno me devolvía, quedó roto. Por fortuna, mi imagen interior y mi autoestima permanecieron intactas, de modo que pude comenzar a rehacerme desde dentro"; pero también parece que en el mundo 'real':  " He tenido miedo, sí. Recibí mensajes extremadamente desagradables, amenazas de muerte, intentaron asaltar mi casa de Madrid rompiendo una puerta y envenenaron a mis gatos, que vivían en semi-libertad (volvían a dormir a casa por una trampilla del jardín) que me cuidaba un familiar. Fue atroz". Atroz, atroz.