A la izquierda el doctor Pedro Cuevas junto a un joven libanés que padecía ceguera producida por la degeneración macular y que ha recuperado la visión. Ahora estudia ingeniería industrial. A la izquierda el doctor Pedro Cuevas junto a un joven libanés que padecía ceguera producida por la degeneración macular y que ha recuperado la visión. Ahora estudia ingeniería industrial.



El nombre del doctor Pedro Cuevas lo pronuncian con reverencia 250 pacientes que sufrían degeneración macular, la forma de ceguera más frecuente, y que hoy han salido del claroscuro de pesadillas de luz y sombra en que vivían. Para miles de personas que viven el problema y millares más que lo van a padecer, es sinónimo de esperanza. Sus trabajos sobre la proteína FGF y el tratamiento para neutralizarla han merecido el reconocimiento del mundo de la investigación internacional. Pero para la Comunidad de Madrid y la dirección del hospital Ramón y Cajal, Pedro Cuevas que ha dirigido desde hace 36 años el Servicio de histología, no es ya un científico, sino un jubilado (forzoso) que debe dejar cuanto antes el despacho, y pasar los trastos de sus descubrimientos al siguiente. Ni las gracias.

“¿Qué soy yo ahora?”, contestaba a ELPLURAL.COM el doctor Cuevas. “Soy el exjefe de servicio de histología del Hospital Ramón y Cajal”. Papeles amontonados, cajas de cartón medio llenas… El científico intenta embalar casi cuatro décadas de investigación en el tiempo limitado que le exige la dirección desde el día en que llegó alguien de la Gerencia y le dijo que tenía que evacuar de su espacio sin falta. Ni cortes histológicos por organizar, ni experimentaciones en curso debían interrumpir los sagrados planes de la Comunidad de Madrid, es decir: la jubilación forzosa de 700 médicos e investigadores, entre ellos un centenar de ese hospital que lleva precisamente el nombre de un catedrático de histología y premio Nobel de Medicina, Santiago Ramón y Cajal.

Prestigio internacional
Profesor honorífico de la Universidad de Beijing, profesor adjunto de la de Wayne, en Detroit, con 20 patentes internacionales registradas y 177 publicaciones en las más prestigiosas revistas profesionales, el doctor Cuevas opina que está de acuerdo en que “puede ser necesario estructurar las cosas, pero no lapidarlas. Antes de reestructurar hay que hacer reuniones, esforzarse en mantener lo imprescindible en beneficio de la ciencia, que redundará en los pacientes y el buen nombre del hospital.”

Los burócratas juzgan la ciencia
Parece que en el aire flota la palabra alevosía. Ya se sabe que I+D significa investigación más desarrollo y en opinión del doctor Cuevas cuando no se piensa en investigar, las palabras sobran. Ya vio que las cosas se torcían cuando les plantearon objetivos a los científicos “un brindis al sol” y cuando les exigieron presentar una memoria en la que las preguntas iban en la línea de “¿a cuántos comités clínicos pertenece?”, ó “¿de cuántas comisiones forma parte?” “Criterios burocráticos para juzgar la ciencia. Está claro que muchos no cumplíamos los requisitos, sobre todo quienes consideramos que formar parte de una comisión es una forma de gastar el tiempo para no hacer nada”. Tiempo que Pedro Cuevas no puede derrochar.

Investigación sobre el FGF
En 1986 el doctor Cuevas durante su estancia en el Salk Institute de San Diego (California), profundizó sobre el descubrimiento del factor de crecimiento de fibroblastos básico (FGF). En 1985, otro científico español, el doctor Guillermo Giménez Gallego, había descubierto el FGF ácido llegando a parecidas conclusiones en el Instituto Merck, también en EEUU. En 1987 iniciaron en Madrid una investigación al unísono para desentrañar la implicación del FGF en muchas patologías dependientes de la angiogénesis.

Combatir la angiogénesis
La angiogénesis es la formación de vasos sanguíneos nuevos a partir de los vasos ya existentes. Las células cancerígenas se reproducen y necesitan el oxígeno de nuevos vasos sanguíneos para sobrevivir. Mil millones de personas en el mundo la sufren en forma de cánceres, enfermedades cardiovasculares, artritis, ceguera, efectos del SIDA, Alzheimer, diabetes, suma y sigue en más de 70 patologías que afectan a niños y a adultos en países desarrollados y por desarrollar. El tratamiento efectivo de la angiogénesis puede tener tanto impacto en el siglo XXI como lo tuvo el descubrimiento de los antibióticos en el siglo XX.

Un descubrimiento maravilloso
Los doctores realizaron un enorme descubrimiento: encontraron una molécula implicada en la patología, la proteína responsable de la angiogénesis. De inmediato dirigieron sus esfuerzos a inhibir la proteína FGF. El doctor Cuevas, que es también profesor, lo explica así: “Suponemos que el televisor es el núcleo. Las imágenes son los genes. Para que la señal llegue al televisor necesitamos una antena y un cable (receptor celular de FGF). El edificio en que está el televisor es la célula. Lo que quiero hacer es apagar sólo mi televisor interrumpiendo la señal, pero si lo hago dentro de la célula -el edificio- es posible que además de mi televiso, apague el de varios vecinos más, el del 3º A o el del 2ºC. Eso son los efectos secundarios que quiero evitar.”

Un medicamento eficaz y barato
Lo consiguieron. Encontraron un compuesto que actúa como un mecanismo específico y selectivo contra la inflamación y angiogénesis retinianas y que además, no tiene efectos secundarios, como ocurre con los tratamientos antiangiogénicos usados actualmente en oftalmología. Se trata además de un compuesto sintético fácilmente aplicable en los ojos, lo que supone que el paciente no precisa ingreso hospitalario. Existe desde hace 40 años se usa para otras patologías y es en consecuencia, seguro y barato.

La temible degeneración macular
La degeneración macular es la primera causa de ceguera en el mundo en la edad madura. La mácula es la zona retiniana carente de vasos sanguíneos situada en el fondo de la retina donde se localiza la zona de mayor agudeza visual. Cuando la mácula no funciona correctamente, las áreas del centro del campo visual empiezan a perder nitidez, volviéndose turbias y borrosas. Existen dos formas de DMA. La forma seca que presenta del 80 al 90% de los afectados, es una inflamación de la mácula del ojo en la que no se forman vasos sanguíneos nuevos y que hoy carece de tratamiento médico. La DMA seca lleva a la forma húmeda que produce la ceguera.

Evitar los efectos secundarios
Hasta ahora la medicación utilizada en la DMA húmeda consiste en una serie de inyecciones intravítreas de elevado coste que no procuran una excesiva mejoría y conllevan el riesgo de efectos oculares y sistémicos indeseados. Los efectos negativos oculares más importantes van desde la inflamación ocular, al desprendimiento de retina, y pérdida de visión, entre muchos otros. Pero además, pueden producir por ejemplo infartos cerebrales, fracaso renal o alteraciones de la glándula tiroidea dentro de una inquietante y larga lista.

250 pacientes con resultados óptimos
Desde hace tres años, los doctores Cuevas y Giménez tratan a pacientes en el Hospital de Día Pío XII de Madrid. Al aplicar su medicamento sobre las dos formas de DMA, descubrieron que en la forma seca retrasaban la enfermedad y aumentaban la agudeza visual, como también ocurría en la forma húmeda. Lo han comprobado sobre 250 enfermos, mediante una única inyección intravitrea, y en muchos de ellos, al año, la agudeza visual se mantiene y ¡maravilla!, sin efectos secundarios. Han conseguido apagar el televisor sin interrumpir la emisión de los demás aparatos del edificio. Un tratamiento económico y eficaz que, aspira el doctor Cuevas, se puede convertir en preventivo para las personas en riesgo de padecer esta dolencia.

La tabla rasa de la Comunidad de Madrid
En eso estaba cuando los hombres grises de la Comunidad de Madrid arramplaron con la lógica, con el bien debido al paciente, el respeto a la ciencia y a quienes la posibilitan y decidieron hacer tabla rasa de médicos y científicos hasta 700, sin importar los enfermos que quedan por el camino ni el trabajo que se está realizando.

“Yo no sé hacer otra cosa”
¿Qué pide el doctor Cuevas? “Que no desmonten la estructura de la investigación. Es una acción irreversible”. Pero es de conocimiento común el peligro de que un mediocre irresponsable pueda hacer barbaridades. O despropósitos, como el ya perpetrado en el Ramón y Cajal de disponer que cuando se jubila el investigador principal de un proyecto (por cuyo nombre se subvenciona externamente el trabajo) deba pasar todo sus resultados y metodología a otro investigador. Increíble, pero cierto.

-“¿Qué va a hacer ahora, doctor Cuevas?”

-“Yo no sé hacer otra cosa”.