Cada 19 de noviembre se celebra el Día Mundial del Saneamiento, impulsado por Naciones Unidas desde 2013. Esta jornada pone el foco en una necesidad básica que muchas veces pasa desapercibida: disponer de sistemas de saneamiento adecuados que protejan la salud pública y el medioambiente. Aunque en países como España los sistemas de saneamiento han alcanzado altos niveles de cobertura, más de 3.400 millones de personas en el mundo aún carecen de acceso a servicios gestionados de forma segura, según la OMS y UNICEF.
El saneamiento sigue siendo una de las infraestructuras más invisibles y, sin embargo, de mayor impacto en la vida diaria. No solo protege de enfermedades, sino que es una herramienta clave frente a amenazas emergentes como la escasez hídrica, la contaminación y las crisis sanitarias globales.
La nueva realidad climática, marcada por fenómenos extremos como sequías prolongadas y lluvias torrenciales, ha tensionado los sistemas urbanos de saneamiento. Eventos como las DANAs superan la capacidad de redes antiguas, provocando vertidos no controlados y fallos operativos. Esta presión climática exige renovar infraestructuras, reforzar redes, optimizar el uso del agua y digitalizar los sistemas para anticipar riesgos y aumentar la resiliencia urbana.
En este contexto, la gestión eficiente del ciclo integral del agua se convierte en una estrategia clave para mitigar impactos, garantizar la salud pública y preservar los recursos naturales.
Veolia -que gestiona en España el suministro de agua a 13,5 millones de personas en más de 1.100 municipios-, impulsa desde hace años una transformación profunda del modelo de depuración mediante las ecofactorías: instalaciones que combinan sostenibilidad y tecnología avanzada para tratar aguas residuales y convertirlas en recursos aprovechables.
Estas infraestructuras se basan en cuatro pilares:
Regenerar y reutilizar las aguas residuales para usos urbanos, agrícolas o industriales.
Valorización de residuos generados (lodos, arenas, grasas) en forma de fertilizantes, biogás o energía.
Reducción del consumo energético mediante eficiencia y autogeneración renovable.
Minimización del impacto ambiental, con procesos de renaturalización y protección de la biodiversidad.
Ejemplos paradigmáticos como la Ecofactoría BioSur de Granada, que genera más energía de la que consume (un 140%) y reutiliza casi la totalidad del agua depurada, o la del Baix Llobregat (Barcelona), que contribuye a preservar el acuífero con agua regenerada, demuestran cómo la economía circular aplicada al agua es ya una realidad operativa.
El análisis de aguas residuales se ha consolidado como una herramienta eficaz de vigilancia sanitaria. Permite detectar de forma temprana patógenos, bacterias, residuos de medicamentos y contaminantes emergentes. Esta capacidad de anticipación refuerza la preparación ante amenazas epidemiológicas, como se ha demostrado durante pandemias recientes.
Veolia lidera en 2025 un ambicioso proyecto europeo en el marco del programa EU4Health, junto al CSIC, Cetaqua y la Universidad de Santiago de Compostela. Analizará hasta 500 muestras de aguas residuales de ciudades europeas, aplicando más de 500 parámetros analíticos por muestra. El objetivo: establecer un sistema de alerta temprana coordinado a escala continental, armonizado metodológicamente y basado en datos comparables.
Esta iniciativa supone un avance estratégico para integrar salud pública y gestión ambiental desde una visión preventiva y territorial.
Veolia ha desarrollado un modelo de gestión hídrica basado en la circularidad, la eficiencia energética y la anticipación tecnológica. Su liderazgo en la regeneración de aguas y en proyectos de vigilancia sanitaria la posiciona como un socio estratégico en la transición ecológica.
El Día Mundial del Saneamiento invita a mirar más allá del grifo o la alcantarilla. A entender que la salud pública, el medioambiente y la resiliencia urbana comienzan bajo tierra, en redes y plantas que transforman lo invisible en protección, recursos y futuro.