Si afrontar el reto demográfico es trabajar en favor de la igualdad de oportunidades de las personas, especialmente de las mujeres, vivan donde vivan, este 8M tenemos que recordar que aún hay mucho camino por recorrer hasta alcanzar nuestro objetivo y que hemos de continuar afianzando nuestros derechos.

Nada está definitivamente conseguido y no nos conformamos con la situación actual. Hemos de luchar contra ideologías y grupos que, en nombre de un falso apocalipsis demográfico, representan un ataque directo a derechos conquistados y ante los que no se puede dar un paso atrás: A la libertad sexual, a la libertad reproductiva, a la libertad económica…En definitiva, a la libertad para decidir dónde, cómo y con quién queremos desarrollar nuestros proyectos personales, familiares y profesionales.

El reto demográfico también es combatir ideologías machistas que están basadas en análisis de la población que falsean la realidad social en España. “Ni hay suicidio ni hay invierno demográfico”, dicen. Y no se trata de análisis erróneos, fruto del desconocimiento. Son conscientemente falsos.

Pongamos un ejemplo claro: El baby boom no es un fenómeno demográfico normal, sino una anomalía de los países desarrollados que provocó un crecimiento de la población superior a la tendencia global de las sociedades, a costa de retrasar la conquista de derechos por parte de las mujeres, y cuyos efectos, no todos positivos, se sienten en las generaciones posteriores. Y lo sentimos, pero no queremos volver a la sociedad machista de los años setenta, ni a las pautas sociales y reproductivas en las que la mujer tenía como único horizonte de realización su círculo familiar, el cuidado de su marido y una descendencia numerosa.

Rompamos los tópicos. Frente a la visión dramática de la extrema derecha, la caída de la natalidad desde mediados de los años setenta hasta los noventa fue un gran paso adelante para la consolidación de los derechos de las mujeres, porque cogieron las riendas de su libertad reproductiva, y aproximaron los índices de fecundidad a la media de los países desarrollados.

Y sólo cuando esto ocurrió, la mujer, en una sociedad y una economía en la que dominaban –y aún perduran- los comportamientos machistas, pudo incorporarse de manera generalizada al mercado laboral y aumentar sus tasas de actividad y de ocupación. Solo desde mediados de los ochenta, cuando las cargas familiares se reducen, las tasas de actividad entre sexos comienzan a converger.

Pero si aún no hemos conseguido equiparar las tasas masculina y femenina, ni romper los techos de cristal, ni cerrar la brecha salarial es, en buena medida, debido a las desigualdades entre hombres y mujeres que siguen generándose en torno a fenómenos demográficos como la natalidad, la crianza infantil o la atención a la dependencia. Y cuando sumamos a esta situación la precarización en el empleo y la falta de oportunidades, mucho más grave para las mujeres, estamos dando pasos atrás en la lucha por la igualdad.

Aún hay mucho camino por recorrer y mucho riesgo de retroceso e involución. Estamos muy lejos de una verdadera conciliación y corresponsabilidad, tanto en la sociedad como en las empresas y en las instituciones. El reto demográfico no es una cuestión de número de habitantes, sino de que las mujeres y los hombres puedan ejercer sus derechos de ciudadanía en condiciones de igualdad, garantizadas por los poderes públicos.

Isaura Leal, secretaria de función pública de la ejecutiva del PSOE y ex comisionada del gobierno frente al Reto Demográfico