No es nada nuevo, pero la pederastia es demoledora para la iglesia católica. Ya lo dijo el propio Jesús de Nazaret, “…al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una piedra de molino y lo hundan en lo profundo del mar…”

Pero siglos y siglos más tarde, es urgente intentar acabar con ese daño irreparable. Y el Papa Francisco pretende volver a denunciarlo sin tapaderas. Está empeñado en terminar con una lacra que, cada día, se descubre en ciertas raíces de la Iglesia Católica.

Es uno de los males que casi campan a sus anchas en la estructura de muchos eclesiásticos. Son hombres atacando a los más pequeños, a los más vulnerables, acabando para siempre con la alegría y el candor de las víctimas y abriendo paso a una vida de dolor y culpa.

En su viaje a Chile, ahora el Pontífice más querido en todo el mundo se encuentra con una compleja situación de protesta que nace de esos terribles abusos.

También por el nombramiento reciente de un obispo que los fieles denuncian próximo al anterior prelado, Fernando Karadima, de Chile, sobre el cual pende también la acusación de haber cometido esos crímenes.

En su siguiente escala, Perú, la Fiscalía y el Vaticano investigan una sociedad apostólica asentada en Lima y dirigida por el presunto pedófilo Fernando Figaro, en similar situación delictiva.

¿Qué está pasando en la casa que edificó Pedro por mandato de su Maestro?

Un viaje complicado, que está rodeado de fuertes medidas de seguridad y en el que ya se han registrado incidentes. Las sospechas de esas prácticas aberrantes han pasado a ser una certeza avalada por las palabras de muchas víctimas que han tenido el coraje de salir de su silencio.

Y gracias también al arrojo de algunos periodistas y de algunos medios de comunicación que les dieron apoyo y propagaron su gran inquietud.

¿Qué está pasando en la casa que edificó Pedro por mandato de su Maestro? ¿Qué redes de impunidad se han tejido durante siglos para que esas acciones empiecen a descubrirse casi como habituales?

En su viaje, lleva el Pontífice la pesada carga de desvelar el horror y promover el castigo de los culpables en un entorno que les es propio y a la vez poco favorable a esas revelaciones. Pero él es un hombre decidido que no puede esperar más a dar el ultimátum. Si este tema no se trata con enorme contundencia, la iglesia católica, tarde o temprano, no volverá a ser lo que debería haber sido.