Miguel Aguiló, Catedrático de Ingeniería Civil y Director de Política Estratégica del Grupo ACS, es el alma de la colección de libros Ciudades, dedicada a las principales urbes del mundo. ‘La obstinada construcción de San Francisco’ es el sexto libro de la colección, editada por ACS. Aguiló ha construido una fascinante historia en varios niveles de lectura sobre una de las ciudades más emblemáticas de EEUU, que tuvo su origen en la misión Dolores, fundada por en 1776 por frailes españoles que pretendían evangelizar a los indios Ohlone.

De la presencia española queda poco, más allá de los nombres y el mítico edificio de la Misión Dolores que dio origen a la ciudad. Entrevistado en ElPlural.com, Miguel Aguiló nos cuenta que se trata de una ciudad que no deja indiferente a nadie. Marcada por una complicada orografía, ha sobrevivido a terremotos e incendios superándose siempre a sí misma tras cada catástrofe. Sus habitantes hablan de San Francisco con orgullo como The City by de Bay (la Ciudad de la Bahía), que no se entendería sin sus puentes y su puerto, el más importante del océano Pacífico

Miguel Aguiló conjuga en este libro su amor por los libros como un instrumento insustituible para transmitir conocimientos y su pasión por el urbanismo. Se puede abordar ‘La obstinada construcción de San Francisco’ como una guía turística de la ciudad del Golden Gate, la prisión de Alcatraz, sus cuestas interminables o el mítico tranvía, pero es mucho más que eso.

Miguel Aguiló en su despacho en ACS

 

¿Qué puede decirnos de San Francisco?
Es una ciudad sorprendente y atípica por completo en el panorama americano, con una historia única y una ubicación determinante. Se juntan una serie de cosas que la han convertido en una ciudad casi mítica. La conquista del Oeste fue la llegada a San Francisco, a una tierra desconocida. Era el enclave más difícil, donde hace frío y la tierra es poco productiva, pero cuenta con una bahía fantástica. Con la fiebre del oro hay una eclosión enorme, la ciudad pega un pepinazo y en dos años pasa de tener 7.000-8.000 habitantes a 50.000. Al principio era un campamento, pero un campamento con voluntad de convertirse en ciudad y ser la capital de los americanos en el Oeste, diferenciándose de otras grandes ciudades. No quieren ni las autopistas de Los Angeles ni los rascacielos de Nueva York y se meten en una construcción de ciudad muy obsesiva, como dice el título.

“San Francisco no se puede comprender sin la bahía”

¿Qué es lo que convierte a San Francisco una ciudad única?
Ellos dicen que es la única ciudad europea que hay en Estados Unidos y es verdad: hay transporte público, hay aceras y el coche es omnipresente, pero se puede perfectamente deambular por toda la ciudad sin él. Y luego tiene la bahía, que se construye con esos puentes magníficos. El más conocido es el Golden Gate porque tiene un sitio excepcional y luego el puente de la bahía, el Bay Beach. A San Francisco le gusta denominarse como la ciudad en la bahía. The City by the Bay. No se puede comprender sin la bahía. Y ahí nace uno de los problemas más bonitos de la ciudad. ¿Cómo se relaciona con todos sus alrededores? Mucha gente vive en casas amplias en los alrededores y se desplaza a la ciudad para trabajar y hay otros que lo hacen al revés, viven en casas pequeñas el centro y se desplazan para trabajar a las empresas de Silicon Valley, a los viñedos de Napa y Sonoma o a las fábricas de Oakland. La ciudad es de ida y vuelta y tanto autopistas como trenes se usan en los dos sentidos a diario. Eso no pasa en muchas ciudades.

Las Painted Ladies son otro de los símbolos más reconocibles de San Francisco. Estas casas de estilo victoriano se construyeron entre 1870 y 1920. © Fundación Miguel Aguiló
 

¿Qué le ha descubierto este libro de San Francisco?
Cuando viajas como turista conoces lo más sobresaliente de una ciudad, pero no encajas las piezas. En San Francisco he recorrido kilómetros y kilómetros con una cámara de fotos y me he dado cuenta de otras realidades. No digo que acabe entendiendo a la ciudad -para ellos sería necesario vivir allí al menos cinco años-, pero tienes acceso a unos datos y, sobre todo, a unas relaciones muy sutiles que hay entre las cosas, que no puedes ver si estás ahí solo unos días.

“El tejido urbano parece muy neutro, pero esconde una historia cultural importantísima, que ha cambiado el mundo”

Una línea perfectamente delimitada separa las casitas bajas de los rascacielos, dominados por la Transamerica Pyramid. © Fundación Miguel Aguiló

 

San Francisco es una ciudad rebelde, no solo por la orografía y sus pronunciadas pendientes. Se la considera también la capital americana de la contracultura. ¿Qué puede decirnos de estos movimientos?
Lo que más difícil me ha resultado es descubrir cómo se relacionan los acontecimientos culturales que han tenido lugar en San Francisco con la realidad física de las casas y de las calles de la ciudad. Allí han estado los hippies, allí se ha fundado el movimiento beat, allí empezó la revolución del 68, de allí salieron los panteras negras, allí empezaron las tecnológicas, allí surgieron las universidades más famosas y mejores del mundo. Allí ha pasado de todo y probablemente con anticipación al resto del mundo. Desde San Francisco se han irradiado novedades culturales y tecnológicas como ninguna otra ciudad del mundo.

Siguiendo su rastro empiezas a entender por qué esos movimientos culturales se instalaron allí, conectando con lo que se podría identificar como movimientos vecinales contra los cambios urbanísticos que se estaban produciendo en la ciudad. Los beatnik encontraron un caldo de cultivo óptimo para su interés cultural y se trasladaron a San Francisco en masa. Congeniaron con los movimientos de transformación de la ciudad y convirtieron la protesta en una manera de hacer ciudad como no ha existido en ninguna otra ciudad del mundo. Para entenderlo, el ejemplo de cómo una raya perfectamente delimitada marca la zona de rascacielos. No era un plan urbanístico, fue un pacto entre los que protestaban y los que desarrollaban. Allí eso tuvo una gestación, meses de protestas, manifestaciones, broncas, disturbios… Y de una producción cultural intensísima de teorización de la protesta.

El tejido urbano parece muy neutro, pero esconde una historia cultural importantísima, que nos ha cambiado el mundo. Los franceses chulean mucho, pero Mayo del 68 empezó en el 67 en San Francisco y fue una exportación. Es la pura realidad y no tiene discusión.

“Mayo del 68 empezó en el 67 en San Francisco y fue una exportación. Es la pura realidad y no tiene discusión”

Artistas y activistas se unieron utilizando los muros como escaparate de denuncia social © Fundación Miguel Aguiló

 

¿Cómo ha influido la presencia española en la ciudad?
La presencia se nota y la ciudad está llena de nominaciones, calles, etc., pero los que estuvieron más tiempo fueron los mexicanos, cuyo modelo colonizador no tenía nada que ver con el de las misiones españolas. Cuando México se independiza y ‘hereda’ las misiones, pierde el interés y las abandona. Sin embargo, en San Francisco recuerdan con interés y orgullo esa primera misión de los frailes franciscanos.

¿Qué rastro hay de la presencia indígena, de los indios?
Eso lo tienen completamente arrasado. En la costa americana el desarrollo gigantesco de la tecnología les ha dejado arrumbados en parques nacionales, en territorios donde han perdido sus costumbres y viven ajenos a sus orígenes.

“Silicon Valley no tiene ningún interés como espacio, pero los nombres son míticos con los iconos más potentes que tenemos en el mundo”

¿Qué le parece Silicon Valley?
Como espacio no tiene ningún interés, pero los nombres son míticos. Cuando vas por una avenida y ves Google Bulevar, estás viviendo una geografía enormemente potente porque sabes lo que hay detrás, los iconos más potentes que tenemos en el mundo que los estamos viendo continuamente en todas partes. Ahora ya hacen edificios muy potentes y simbólicos, pero los de hace cuatro o cinco años son vulgares. La relación de estos edificios con su territorio es completamente neutra y podrían estar en cualquier parte.

Al sur de la bahía se erige Silicon Valley, que como espacio no tiene ningún interés, pero los nombres son míticos. © Fundación Miguel Aguiló

 

¿Qué le ha enseñado San Francisco, urbanísticamente hablando?
Mi desconfianza hacia el urbanismo como ciencia que explica las ciudades ha crecido mucho. Lo que he aprendido de Nueva York no me ha servido de nada en San Francisco. La clave está en que no hay una ciudad que se parezca a otra ni en Europa ni en ningún otro sitio.

Los problemas son parecidos pero las soluciones son completamente distintas. No vale decir vamos a hacer en Madrid lo que se hizo en San Francisco. Eso no funciona.

¿Qué trabajos ha hecho ACS en San Francisco?
Ha hecho bastantes cosas, no muy conocidas. Una autopista de acceso al Golden Gate, rascacielos, el Metro, miles de cosas… Lo importante es que se entienda San Francisco como un territorio en el que los españoles estamos trabajando. La construcción es una actividad que tiene una tecnología global, que sirve para todo el mundo, y un contexto local donde se aplican esas tecnologías.

No se pueden contar las obras que hacemos fuera de España porque la gente desconoce el contexto y no puede colocarlas. Las ciudades, en cambio, sí las reconocen. De ahí esta colección. Pero no buscamos sólo divulgar las realizaciones, sino trasladar el mundo en el que trabajamos y las soluciones que damos. Cada libro es distinto porque cada ciudad es distinta y cuenta cosas diferentes.

Madrid, Nueva York, Berlín, Sídney, Londres y San Francisco han protagonizado hasta ahora la colección, que no es exactamente una guía turística pero sí muestra una forma diferente de conocer y ver las ciudades, ¿es así?
Está dando en la clave de la cuestión. Cuanto más conocen las ciudades, más interés despiertan los libros. Aunque no sean una guía, sirven para visitar esos sitios con otra perspectiva y atendiendo a cosas que no había visto antes. Se sorprenden y dicen ‘yo había estado mil veces en Londres y ahora me doy cuenta de que es otra cosa’. Y San Francisco, lo mismo.