Nuestra vida cotidiana ha cambiado. Los hogares se han llenado de ordenadores, móviles, tablets y consolas de videojuegos. Sin embargo, aunque las nuevas tecnologías ofrecen ventajas, también esconden una peligrosa cara oculta y “están provocando un cambio de comportamiento en las familias”, advierte Paloma Méndez, neuropsicóloga infantil del Hospital Quirónsalud San José de Madrid.

Muchas de las viejas actividades que se desarrollaban en familia han sido sustituidas por horas de Youtube, juegos en red y chats.  "La tecnología influye en el modo de relacionarnos, tanto fuera, como dentro del entorno familiar”, destaca, al tiempo que precisa que, en muchas ocasiones, “acerca a los que están lejos, pero aleja a los que están cerca”.

Aunque no se puede generalizar, reconoce, “es indudable que estos nuevos hábitos pueden condicionar la vida familiar, propiciando opciones de entretenimiento más sedentarias y solitarias”.

De ahí que resulte fundamental establecer un límite y “como suele pasar con cualquier conducta adictiva, no es fácil hacerlo”, advierte esta especialista. Con frecuencia “se normaliza el uso de las nuevas tecnologías en cualquier ámbito y situación”, indica, por lo que es importante que “los momentos familiares no estén asociados a ellas”.

El abuso de este tipo de aparatos tiene consecuencias en los padres y en los niños. Influye en la calidad de la relación, genera muchos conflictos, y fomenta la incomunicación”, explica esta neuropsicóloga. Los niños que están acostumbrados desde pequeños a ellos “no toleran el aburrimiento, que es fundamental para desarrollar la creatividad, tienen un peor autocontrol y más intolerancia a la frustración”, apunta.

Del mismo modo, la tecnología afecta a la sociabilidad, y “en niños retraídos, generan serios problemas, dado que luego cuesta mucho que se relacionen”, recalca.

No antes de los seis años

Cuanto menor es el niño, mayor es el riego de problemas, pues es “más fácil que generen adicción”, afirma Méndez. No hay que olvidar que “se trata de sistemas potencialmente adictivos, pero cuando el niño ya tiene otros recursos para entretenerse, regularse y autogestionarse, es posible que elija otras opciones”, dice. En cualquier caso, esta experta tiene claro que el acceso a este tipo de dispositivos no debería hacerse nunca antes de los 6 años”. Sobre esto añade, además, que “circula el bulo de que los niños que utilizan tablets son más inteligentes y la gente se lo cree, pero no es así”. “Eso no quiere decir que no haya juegos buenos”, matiza, “pero a ciertas edades, siempre son preferibles los tradicionales”.

El papel de los padres

El papel de los padres es fundamental. En este sentido falta formación, apunta esta neuropsicóloga, a lo que hay que añadir que “las nuevas tecnologías se han convertido en una especie de chupete”.

Es importante tener en cuenta que los hijos tienden a mimetizar el comportamiento de los padres, por lo que si ellos hacen un uso inadecuado de la tecnología es más fácil que los hijos repitan este comportamiento. Muchas veces el modelo de los progenitores “es nefasto”, revela esta neuropsicóloga, y “es muy complicado tratar de limitar algo que no somos capaces de autolimitarnos”.

Los padres han imponer límites desde edades muy tempranas, puesto que es cuando resulta más fácil que lo acepten. Los adolescentes tratan de tener relaciones simétricas, por lo que “si no cumplimos es mucho más difícil conseguir que lo hagan ellos”. En esta etapa, además, en la que, por norma general, se hace más difícil la comunicación, esto puede contribuir a que se deteriore.

Luchando contra la presión social

Pero incluso para los padres más concienzudos, gestionar el acceso de sus hijos a la tecnología puede resultar agotador. Hay una presión social que hace que muchos de ellos acaben pensando que si no dejan que utilicen estos dispositivos acabarán marginados. Méndez considera que sería necesario hacer más campañas de concienciación, mostrando que los niños tienen que relacionarse en espacios como los parques o las casas.  Hay que trasladar la idea de que “el móvil es una herramienta a utilizar a partir de la adolescencia y con horario limitado", resume.

Qué hacer y cómo actuar

Para prevenir y corregir este tipo de hábitos, Méndez ofrece cuatro recomendaciones clave:

1. Auto observación:  Hemos de ser conscientes de los hábitos que hay en el hogar con respecto a la tecnología, lo que incluye a todos los miembros del mismo.

2. Establecer un horario: Marcar unos tiempos en los que dejar de lado móviles y tablets puede resultar muy beneficioso. Nos permitirá no dividir la atención y favorecerá la disminución el estrés.

3. Teléfonos silenciados: A la hora de realizar actividades compartidas (comer, cenar, o ver una película) es importante prescindir de los aparatos que puedan interferir en la comunicación familiar.

4. Generar alternativas de ocio individual y conjunto: Cuando negamos a los hijos el acceso a la tecnología es importante ofrecerle otros recursos.  “Hay que educar en el ocio familiar desde una edad temprana”, subraya esta experta. En este sentido hay que tener en cuenta que “lo que puede resultar atractivo para el niño, para el adulto puede no serlo tanto, pero merece la pena el esfuerzo, porque, además, genera un tiempo de mucha calidad”, concluye.