Durante la madrugada del lunes, en un pequeño local de Contes, cerca de Niza, Raphaël Graven, más conocido como Jean Pormanove (JP), murió mientras se retransmitía en directo en la plataforma Kick. Tenía 46 años y un pasado en el ejército, pero en los últimos meses se había convertido en objeto de espectáculo para su audiencia al ser víctima de insultos, golpes y humillaciones en emisiones que acumulaban miles de espectadores.
El último directo duró 289 horas y se puede observar cómo otros dos participantes —Owen Cenazandotti (Naruto) y Safine Hamadi (Safine)— le agreden, le ridiculizan y le someten a vejaciones exigidas por los espectadores. En la madrugada final, uno de ellos le ofrece agua al ver que no reacciona. Poco después, apaga la cámara.
La Fiscalía de Niza ha abierto una investigación para esclarecer si su fallecimiento se produjo por los golpes, por consumo de sustancias o por otras causas, mientras se practican autopsias y se analizan los dispositivos requisados. La ministra delegada de Asuntos Digitales, Clara Chappaz, definió las imágenes como un “horror absoluto” y recordó que “Jean Pormanove ha sido humillado y maltratado durante meses en la plataforma Kick”.
La complicidad de la audiencia
Cada retransmisión sumaba miles de visualizaciones y donaciones que sus ‘fans’ compensaban por ver este espectáculo inhumano. En la noche previa a su muerte había 10.000 usuarios conectados. Un público que, con su presencia y dinero, validaba la espiral de violencia y la convertía en contenido rentable.
El medio francés Mediapart ya había denunciado hace ocho meses el canal de Pormanove. Alertaba de que tanto él como otra persona con problemas mentales eran usados como personajes de un espectáculo basado en la humillación.
La Fiscalía abrió una investigación en diciembre, pero la plataforma no actuó y, ahora, Francia se somete a un juicio de moralidad que alude a la responsabilidad del público como testimonio de la muerte del streamer.
La Autoridad Audiovisual y Digital francesa (Arcom) había recibido denuncias de la Liga de Derechos del Hombre y del propio Mediapart, pero no actuó antes de la muerte de Pormanove. Chappaz ha recordado que la responsabilidad de las plataformas es legal, no opcional, y anunció contactos directos con Kick.
Las plataformas digitales deben designar representantes legales en la UE para ser supervisadas bajo el Reglamento de Servicios Digitales, sin embargo, Kick aún no lo ha hecho y mientras tanto los directos más extremos siguen activos.
La historia de Pormanove se suma a episodios previos, como el cierre de la web coco.fr, clausurada en 2024 tras años de denuncias por pederastia y proxenetismo.
Kick, un negocio sin reglas
Fundada en 2022, Kick se promociona como alternativa “libre” a Twitch, con menos restricciones de comunidad. Esa laxitud le ha servido para atraer a creadores que han sido expulsados de otras plataformas, pero también ha convertido su catálogo en un terreno abonado para violencia, consumo de drogas y abusos.
Kick pertenece al conglomerado australiano que gestiona el casino online Stake, un gigante del juego con criptomonedas registrado en Curazao. Según Forbes, Stake ingresó 2.600 millones de dólares en 2023 y sus dueños, Ed Craven y Bijan Tehrani, poseen fortunas estimadas en 1.300 millones cada uno.
La Comisión de Juego británica retiró la licencia de Stake en febrero, citando el uso de criptomonedas para apostar y campañas publicitarias cuestionables. Sin embargo, mantiene contratos millonarios como el patrocinio del Everton en la Premier League o el equipo de Fórmula 1 Sauber.
La relación de Kick y Stake va más allá de compartir propietarios pues su idiosincrasia es la de un modelo de negocio basado en explotar vacíos regulatorios. En Reino Unido se limitan las apuestas con cripto y como respuesta Stake se refugia en Curazao para poder desarrollar su arquetipo de juego. En Twitch se prohíbe el consumo explícito de drogas y, por el contrario, Kick lo convierte en espectáculo viral.
La plataforma en España
En España, Simón Pérez, extertuliano televisivo, se ha convertido en una figura de Kick. Tras viralizarse un vídeo en el que aparecía aparentemente drogado junto a su pareja recomendando hipotecas en 2017, terminó refugiado en la plataforma tras haber sido despedidos por su bochornoso espectáculo.
Allí, por pequeñas donaciones, Pérez consume cocaína, crack o hachís en directo en cantidades extremas, se tatúa su cuerpo como moneda de cambio y exhibe episodios de desmayos y alucinaciones. Llegó a anunciar un ingreso en un centro de desintoxicación en julio, pero regresó a los directos poco después.