No lo buscaba pero la encontró la fama. Abdou solo perseguía una vida mejor huyendo de la miseria en Senegal. Su rostro agotado y su abrazo roto en la orilla del Tarajal dieron la vuelta al mundo en 2021. Hoy, Abdou Ngom, el joven senegalés que conmovió con ese gesto a la humanidad entera, ha fallecido en Málaga a los 29 años. Su felicidad en el mundo “civilizado”, solo le ha durado escasos cuatro años ¡Qué pena! Yo lo vi en Málaga feliz con su trabajo. Atrás deja una vida truncada por la injusticia, la pobreza y el anhelo de un futuro mejor.

¡Serán malnacidos y canallas!

La última etapa de su historia tuvo lugar en Málaga, donde personas buenas, porque las hay y muchas, le ofrecieron trabajo a pesar del intento de demonización y falseamiento de la realidad que la ultraderecha hizo del caso en su demoníacas redes. Incluso llegó a insinuar que en ese generoso, fraternal solidario y lindo abrazo con la voluntaria de la Cruz Roja, había sentimientos sexuales y que la Cruz Roja era un chiringuito de rojos. ¡Serán malnacidos y canallas!

En la capital de la Costa del Sol, Abdou trabajaba como albañil y era feliz. Con un modo de vida discreto, mandaba a Senegal el dinero que podía para mantener a su mujer y a su hija, nacida en Marruecos. Pero el joven comenzó a tener problemas de salud y se deterioró hace pocos días. Dolor de cabeza, malestar, vómitos, nos dicen que fueron sus síntomas. El pasado domingo dejó de responder al teléfono. Su muerte ha caído como un golpe seco entre quienes lo conocían.  

Para entender su final hay que volver a aquel comienzo

En mayo de 2021, Abdou llegó exhausto a la costa de Ceuta, tras cruzar el mar a nado junto a su hermano, que no logró sobrevivir. Había pasado años malviviendo en Marruecos, en los márgenes del mundo. Lo poco que tenía lo dejó atrás para buscar una oportunidad. Lo que encontró fue una devolución inmediata a Casablanca, sin traductor, sin abogado, sin derechos.

En medio de ese caos, su abrazo desesperado con Luna Reyes, voluntaria de Cruz Roja, se convirtió en emblema de algo mucho más grande como fue el gran, el enorme gesto puro y humanitario de quien consuela sin preguntar de dónde vienes ni qué papeles tienes. De paso, siempre me gusta recordar que no hay personas “irregulares”, hay personas que vienen del horror de un mundo “irregular” e injusto. Luna fue criticada y acosada. Él, silenciado y deportado. Y, sin embargo, esa imagen sobrevivió al ruido porque la bondad, los valores humanos, la generosidad, más tarde o más temprano, vencen al odio y al estercolero de los sentimientos de gente mala, gente mala como la ultraderecha que quiso ver imágenes libidinosas, donde solo hubo amor humano ¡pero qué va a sabe esa gentuza de amor y de humanidad”.

Volvió a intentarlo años después. En otoño de 2024, tras ser padre, cruzó en patera hasta Lanzarote. Pasó tres días en alta mar. Recaló en un centro de acogida y, más tarde, viajó a Barcelona. Allí se reencontró con un amigo, Myabe, con quien terminó en Málaga, buscando lo de siempre, una vida digna.

En esos meses construyó paredes, pero también esperanzas. “No quería arrastrarse por el mundo, quería vivir”, recuerdan quienes lo conocieron.

Su muerte ha sido un mazazo para quienes seguimos su historia y la de tantos otros pobres y desgraciados por nacer 12 kilómetros detrás de Ceuta, solo por eso. Su caso sigue siendo un espejo que devuelve la imagen de una Europa que cierra los ojos.

Porque Abdou no era solo el joven de una foto. Era un hijo, un padre, un nieto que soñaba con cuidar de su abuela. Era uno de tantos. Uno de los que cruzan mares, soportan desprecios y aún así no se rinden.

Hoy, en silencio, muchos y muchas vuelven a ser Luna. Hoy el abrazo es para él y también para ella. No hay derecho y ni mucho menos, con 29 años, esposa e hijo y una lucha encarnecida detrás ¡No hay derecho!

DEP, Abdul Ngom y que la tierra, ese objeto que buscaste aquí ansiosamente, te sea leve.