“Nosotros, a diferencia de las maquinas, usamos lo mejor que tenemos: nuestra humanidad. ¿O habéis visto a una máquina emocionarse?”. Una llamada de atención, un ‘aquí estamos’ desde hace desde hace más de 250 años. Seis generaciones, tres de ellas en vida, luchan bajo la carpa para mantener el legado del Circo Raluy Legacy.
Sus orígenes, el espíritu de supervivencia de Francisco Raluy. Sin carpas, ni roulottes, solo un oso y una cabra con la que hacer pequeñas giras por las aldeas. La llegada de su hijo, Luis Raluy Iglesias, en 1911, lo cambiaría todo. Apasionado del circo desde muy pequeño, se convirtió en uno de los primeros Hombre Bala europeos y el primero en crear el doble cañón humano. Sus habilidades le abrieron paso en los mejores circos y teatros del mundo entre los años 30 y 60, pero su pasión y ganas de dejar un legado le llevaron a crear su propio circo, con el que incluso viajó por África y Asia.
Así, en los años 80, el Circo Museo Raluy, con la tercera generación al frente, liderada por su hijo mayor, también Luis Raluy, comenzaba a girar por el globo con sus carruajes -los mismos con los que lo siga haciendo décadas después-, llevando consigo el amor por el arte. Tierra, mar y aire, poco importaba lo que hubiera que atravesar para mostrar su legado al mundo.
La “pequeña aldea” en la que se ha convertido el Raluy Legacy ha tenido que adaptarse al apresurado avance de la tecnología, de la famosa inteligencia artificial que amenaza con apoderarse de todo. Eso sí, sin negar el poder que tiene lo que va más allá de lo humano. Así nace su último espectáculo, Cyborg, un viaje al presente y futuro del circo.
“Hemos sobrevivido en un mundo que cada vez es más tecnológico, entre pantallas, móviles y un largo etcétera, pero lo que nunca podrá sustituir una máquina es la parte humana, lo que damos los artistas cuando salimos a la pista”, cuenta Louisa Raluy, codirectora y cuarta generación del Raluy Legacy, que afirma rotundamente que “el circo no está en vías de extinción”. “En nuestro caso, el secreto para que la gente tenga ganas de venir es el efecto sorpresa, el hacer aflorar sus emociones”, añade.
Seis generaciones: un legado forjado desde la infancia
Louisa y Kerry Raluy, hijas de Luis Raluy, son las actuales directoras del Raluy Legacy, las únicas dos mujeres al frente de un circo en Europa. “Mi padre siempre decía que hay que trabajar más y hablar menos, que cualquier mujer puede conseguir lo mismo que un hombre si trabaja duro”, cuenta Louisa.
Mientras que Louisa tiene dos hijas, Niedziela y Emily, Kerry es madre de Charmelle y Benicio; ellos representan la quinta generación de artistas Raluy. Pero, tradicionalmente, han surgido muchas dudas en torno a la educación de los niños de circo. ¿Van al colegio? ¿Cómo lo hacen llevando una vida nómada? Las hijas de Louisa “estuvieron en más de 300 colegios no solo en España sino alrededor del mundo, en los distintos países que visitábamos”.
Paralelamente a su formación escolar, empiezan a descubrir sus habilidades porque ellos no eligen al circo, sino que el circo les elige a ellos: “Los niños no deciden qué van a hacer cuando sean mayores, no es como terminar tus estudios y luego decidir qué haces en la universidad”, explica la mayor de las hermanas.
Las propias aptitudes de los niños son las que determinarán su futuro bajo la carpa: “Cuando son pequeñitos, en lugar de hacer extraescolares, ellos hacen circo. Les pones a hacer malabares, gimnasia, un poco de todo y ellos van despuntando. Es entonces cuando se enfoca el ensayo hacia esa disciplina”.
Con el reciente nacimiento de la sexta generación, y como se diría comúnmente, hay Raluy para rato. Pese a que Louisa reconoce que las trabas son mayores actualmente y que las administraciones no siempre “lo ponen fácil”, tienen claro que el legado de su bisabuelo continuará girando por el globo. “En mi familia, las cosas siempre se han hecho por el amor al arte, porque tanto mi abuelo como mi padre amaban realmente esta profesión, y nosotros también. Estamos orgullosos de lo que nos han dejado nuestros antepasados y queremos que perdure en el tiempo”, cuenta Raluy, que confiesa que “si no amáramos el circo como lo hacemos, a lo mejor ya habríamos tirado la toalla hace mucho tiempo”.
“Amigas y amigos, no olvidéis lo que hemos sentido bajo esta carpa. Estamos entre muchas máquinas, pero seguimos siendo humanos”. Bienvenidos al Raluy Legacy.