Después de cinco años de espera en la antesala de la Justicia, los casi 900 empleados de las desaparecidas Fagor y Edesa acuden al Juzgado de Bergara, en el vértice físico de una supuesta “V” que uniese las tres provincias vascas. Mañana jueves finaliza el juicio. Cinco años no serían algo llamativo si no se tiene en cuenta en cuenta que este largo Proceso de los 900” es paralelo a la mayor crisis industrial que Euskadi ha sufrido en las carnes de la Corporación Mondragón, el gran bastión industrial dentro y fuera del País Vasco

A la jueza no le venía bien salir de su territorio para hacer un macro juicio en Bilbao o Donosti y por eso el tribunal, funcionarios, abogados de las dos partes y testigos de la Corporación Mondragón que tenían que declarar llenaron casi por completo la pequeña sala de vistas. Sólo un reducido miembro de ex trabajadores de Fagor y Edesa, representantes de los dos grupos constituidos como demandantes, pudieron seguir el hilo de las intervenciones.

Lo que se juzga es la pérdida o no de las aportaciones económicas, por importe de casi 48 millones, que 900 socios cooperativistas dieron para reflotar las empresas que alimentaban las marcas Fagor y Edesa; aportaciones, según ellos, por indicación de los directivos del entramado empresarial de la Corporación Mondragón como requisito para evitar la desaparición de ambas empresas.

En el camino no aparece sólo la historia de la posterior y reciente muerte lenta de Fagor y los esfuerzos financieros para sostener la derruida sociedad. También está en ese camino la compra que Fagor hizo de un competidor molesto y comercialmente innovador, Edesa, que le disputaba la hegemonía en el mercado español de electrodomésticos, cuando España comenzaba a saber lo que eran esos aparatos y hubo algún dinero en la clase media para irlos adquiriendo.

Una autoabsorción cofinanciada por los trabajadores

Los trabajadores de Edesa afirman con amargura que la empresa iba razonablemente bien, con prestigio y mercado suficiente para crecer aún más. Fueron otras debilidades (gestión, financiación inmediata) las que no impidieron que sobre Edesa cayera la zarpa de Fagor, marca estrella entonces de Mondragón. Y esa zarpa llevaba consigo y como condición inevitable la letanía sobre el cooperativismo, la solidaridad y la autosuficiencia

Esa “operación captura” con normas cooperativas implicaba que los empleados de Edesa pasaran a abonar su parte alícuota como socios de una cooperativa. Allá fueron las indemnizaciones desde un comienzo de la absorción y, sobre todo, las ayudas individuales que el Gobierno Vasco dio a cada trabajador para poder hacer sus aportaciones de capital a la sociedad cooperativa. Un crédito individual al que se sumaron ahorros destinados a vivienda o a intervenciones quirúrgicas de alguna empleada que pudo entrar a la sala del juicio, pero en la silla de ruedas.

Mal negocio para Edesa, que la bautizan como cooperativa independiente, autosuficiente y solidaria, y peor aún para los trabajadores, que pagan para cambiar de empresa por razones de mercado, que no por la insolvencia de Edesa. Dicen hoy los 900 que era tan halagüeño el futuro que se les pintaba como socios que les llevó a invertir indemnizaciones y ahorros, y aceptar las condiciones del gobierno Vasco, que apoyaba un crecimiento de Mondragón con ayudas indirectas que ahora se ven discutibles, cuando menos.

Desde aquel año de 1989 en que Fagor Electrodomésticos absorbe a Edesa, Corporación Mondragón (CM) ha corrido delante y detrás de los vientos que su estructura y filosofía generan, su distanciamiento político con los sucesivos gobiernos vascos y el alejamiento de los sindicatos ante la imposibilidad de afiliación sindical por parte de los cooperativistas.

Aquella visión fundacional de un gran grupo cristiano alejado de la tensión social y laboral, se ha demostrado que era una visión tan alucinada como la del Sinaí. La gestión mejor o peor de los dirigentes es la que ha ido manteniendo a flote el barco cooperativo, con inundaciones parciales como las que financieramente sufre ahora la otra empresa estratégica, Eroski, su bastión en el sector de las grandes superficies.

Las barbas en remojo

En estos cinco años de espera del juicio, CM ha ido variando su estrategia, e incluso en el último año y medio ha cambiado de presidente. El actual, Íñigo Ucín, ha estructurado el grupo en diez grandes áreas con diez grandes consignas. No cambia la cultura de empresa, pero remueve en profundidad el funcionamiento histórico del grupo.

En este tiempo ha tenido ocasión de analizar esa demanda de los trabajadores de Fagor y Edesa y para para encontrar una estrategia jurídica que le impida tener que hacer frente a los 47 millones de euros que reclaman los afectados.

Es llamativo que la nueva estrategia del conglomerado empresarial de Mondragón haya incluido medidas destinadas a evitar situaciones como la que ahora se demandan: el trasiego financiero entre cooperativas, la mala gobernanza empresarial y la solidaridad, que ahora ya se sustenta en fondos comunes creados con aportaciones de cada empresa o su grupo.

900 en soledad

Desde el día anterior al comienzo de la vista en el Juzgado de Bergara, cualquier ojo avisado pudo comprobar cuál iba a ser la estrategia: Era necesario colocar la idea de que no hay el desfalco alguno en los fondos aportados por los trabajadores de Fagor y Edesa, y son ellos los que están buscando ese desfalco vía judicial con una denuncia, que definen como disparate. Nada es cierto, dice la CM en los medios de comunicación, y sus portavoces afirman no recordar nada cuando actúan como testigos. La estrategia es prolongar la causa cuanto se pueda, desautorizar a los demandantes y conseguir el desistimiento del mayor número posible de ellos.

Por debajo de las dobles páginas de varios diarios vascos circula la conveniencia del apoyo al Grupo, la parcialidad informativa más evidente en la cadena de radio televisión vasca o el silencio sobre esa historia de las presiones para aportar financiación por parte de los trabajadores, un silencio que también se extiende a la génesis de esa compra de Edesa y el papel jugado por el Gobierno Vasco de aquel entonces,  un gobierno de coalición PNV-PSE presidido por José Antonio Ardanza y con Ricardo González Orus como consejero de Industria y Comercio.

Pocos amigos tiene el David de esta batalla jurídica contra el Goliat de Mondragón. De momento, la jueza quiere minimizar la expectación en la calle, dejando los medios de comunicación a la empresa (asesores, discursos ensayados, acceso a los medios). Por su parte, los sindicatos mayoritarios, nacionalistas o no, miran hacia otro lado. Incluso los representantes de los trabajadores acordaron acudir al juicio en silencio, sin declaraciones ni fotografías, una disciplina autoimpuesta poco habitual en los conflictos laborales de la industria vasca.

Pero el Goliat industrial vasco camina sobre charcos y barros propios y la torre de Eroski ya no da sombra en el conjunto de España. Por el contrario, ha comenzado la vuelta a casa.

Cuarenta y siete millones de pesetas no significan nada en su haber. Lo que se defiende es el principio fundacional, aunque los errores sean a veces escandalosos.